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Quince años de maltrato psicológico: “Me dijo tantas veces que soy una mierda y que no valgo nada que me lo he creído”

Silvia [nombre ficticio] está saliendo de un pozo. De un pozo, como ella misma lo llama, al que le hizo caer década y media de maltrato psicológico por parte de su exnovio. Esta mujer de 39 años ha sido víctima de violencia machista, de una de las múltiples maneras en las que se manifiesta y que no necesariamente implica agresión física. “Me dijo tantas veces que soy una mierda y que no valgo nada que me lo he creído”, cuenta en conversación con eldiario.es. 

“Agresión física solamente ha habido una, verbal... infinidad”. Así comienza Silvia su desgarrador testimonio sobre un maltrato continuado durante 15 años del que su hija y su hijo, de diez y siete años de edad, fueron testigos y sufrieron en el día a día de la convivencia en casa. “Me insultaba constantemente, de hija de puta para arriba, y me decía que sin él no soy nada”, describe. “Y yo me he callado, me ha hecho pequeñita, a mí me ha hecho una muñequita rota, me he creído que no valgo nada; y mi autoestima está absolutamente dañada”, relata visiblemente afectada.

Silvia se encuentra actualmente en un proceso de terapia psicológica, en el que lleva un año, de la mano de la Asociación Consuelo Berges de Santander para mujeres separadas y/o divorciadas de Santander. “Estoy en esa etapa de culpabilidad, de decir que cómo he podido aguantar esto”, sostiene, asegurando que ahora, “a toro pasado”, va entendiendo lo que le ha pasado. “Lo que he consentido”, matiza.

Y es que Silvia, como muchas mujeres víctimas de violencia machista, no era consciente del problema. “Me considero empática y si alguna amiga me dice que le está pasando lo mismo que me ha pasado a mí la cojo de la mano y le digo: 'esto no se puede consentir', pero yo lo he consentido”, se lamenta. “Y entono el mea culpa y dentro de un año, si volvemos a hablar, diré: 'qué coño, si la culpa no era mía', pero bueno, esto forma parte del proceso”, sostiene.

Tras caer en una depresión, la situación llegó a ser tan insostenible que, tal y como reconoce, se planteó el suicidio. “Llegué hasta ese punto, caí en un pozo absoluto, es jodido”, afirma. No obstante, hubo un punto de inflexión: “Una amiga me salvó la vida”, subraya, después de desahogarse con ella durante horas. “Me buscó ayuda y se lo agradeceré siempre”, recalca, “porque yo había empezado a tener ataques de ansiedad y a ir al hospital día sí, día también, algo que nunca me había ocurrido”. 

Y así es como Silvia entró a formar parte de la Asociación Consuelo Berges, que para ella ha sido “un revulsivo total y absoluto”. “Es maravilloso”, asegura, y “no me cansaré de decirlo y de agradecerlo”. “Allí con las mujeres, cada una con su historia, con sus miedos e inseguridades, se crea un clima alucinante que me está ayudando mucho”, remarca.

Pero Silvia no es la única que está pasando por un proceso de recuperación, también sus hijos. “Lo están pasando muy mal porque han visto muchas cosas que no tendrían que haber visto”, asegura. “Y para mí eso es duro y también me culpabilizo por ello” reconoce. Y es que, según relata, “los niños han vivido una relación tóxica absoluta, una violencia verbal continua que para ellos es algo normal”. “Cuando discutíamos, mi hija mayor se tapaba los oídos”, recuerda, al tiempo que cuenta que si la ven darse un beso con su pareja actual “les choca”.

Actualmente, Silvia está mejor, pero todavía tiene mucho trabajo por delante para salir definitivamente de ese pozo. Y es que las secuelas psicológicas siguen ahí. “Para mí es muy doloroso el oír gritar”, reconoce, “y su voz, la de esta persona -en referencia a la de su exnovio-, no la soporto, tiemblo”, cuenta con la suya entrecortada. “Es voz, para otra igual será una mano arriba, no lo sé, pero para mí es algo que tengo ahí; de vez en cuando viene ese fantasma y es muy doloroso”, concluye.