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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La batalla por el poder en el PP cántabro: la confirmación de una fractura política y personal

La cruenta batalla interna desatada en el Partido Popular de Cantabria con motivo de la celebración de las primeras primarias de su historia tiene un componente personal que ha convertido los ataques entre compañeros de filas en verdaderos dardos a la línea de flotación de la formación conservadora, que perdió el Gobierno en manos de Miguel Ángel Revilla en las pasadas elecciones autonómicas y vio reducido a cenizas su poder local bajo el polémico mandato de Ignacio Diego.

El expresidente de Cantabria durante la pasada legislatura, que consiguió una sorprendente mayoría absoluta en 2011 y vio cómo tenía que abandonar la posibilidad de formar Gobierno en la noche electoral de 2015 dada la negativa del resto de partidos a sentarse a negociar ningún tipo de acuerdo con el PP, amagó con dar un paso atrás y ceder el testigo después de 13 años al frente de los populares cántabros, pero cambió de opinión cuando constató que su número dos tenía planes por sí misma.

Diego sintió como una “deslealtad” y una “traición personal” que su amiga y secretaria general durante más de una década, que ejerció como su mano derecha durante todo este tiempo, maniobrara y diseñara una lista alternativa a sus espaldas. Entonces, el presidente en funciones y candidato a la reelección sondeó sin éxito a su entorno para buscar un cabeza de cartel que plantara cara a María José Sáenz de Buruaga, pero decidió someterse en primera persona al escrutinio de los militantes, incluso, en contra de la opinión mayoritaria en Génova.

Los enfrentamientos, los ataques personales, los mensajes cruzados y las descalificaciones no han cesado en las últimas tres semanas, tanto en público y como en privado, y se han formado dos bandos con poca capacidad de negociación y diálogo.

Cualquier oportunidad de integración y de elaborar una candidatura de consenso quedó descartada prácticamente desde el primer minuto, llevando al partido a un choque de trenes en el que todos los cargos electos y caras visibles se han posicionado de uno u otro lado.

Resistencia al cambio

Ignacio Diego (Castro Urdiales, 1960), ingeniero técnico agrícola de formación y funcionario en excedencia de la Consejería de Educación, llegó al poder en el Partido Popular de Cantabria en 2004, en una transición ordenada en la que el expresidente José Joaquín Martínez Sieso y el exalcalde de Santander Gonzalo Piñeiro cedieron el protagonismo al nuevo aspirante.

Desde el primer momento tuvo a su lado a la que ahora es su rival, ascendida a secretaria general y a la que encomendó tareas como la organización de sus posteriores campañas electorales. Después de alcanzar la ansiada mayoría absoluta en 2011, la nombró vicepresidenta autonómica y consejera de Sanidad y Servicios Sociales, en una legislatura en la que Buruaga fue responsable, entre otras cosas, del controvertido contrato público-privado del Hospital de Valdecilla.

Diego ha pasado por prácticamente todos los cargos públicos disponibles en su dilatada carrera política: fue presidente de la organización juvenil Nuevas Generaciones, asesor del presidente del Parlamento de Cantabria, director regional de Medio Ambiente, concejal en El Astillero y alcalde de este municipio durante 11 años, diputado autonómico y presidente del Gobierno de Cantabria, además de ocupar las máximas responsabilidades dentro de su partido.

Pese a que su trayectoria indica que está de retirada, y no cuenta con volver a ser el cabeza de cartel del PP en los próximos comicios, opta a la reelección defendiendo un “cambio tranquilo” y asegura que se presenta para evitar “una purga”, al tiempo que acusa a su contrincante de practicar “vetos” y “exclusiones”.

Aunque él viene pidiendo calma y responsabilidad desde que anunciara su candidatura, reclamando que cesen las faltas de respeto entre compañeros, desde su equipo insinúan “alteraciones en el censo” y “maniobras oscuras” a favor de Buruaga, siempre con la sombra del actual ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, -con el que Diego ha mantenido siempre un enfrentamiento velado- planeando sobre todo el proceso.

Responsabilidades compartidas

María José Sáenz de Buruaga (Suances, 1968), licenciada en Derecho por la Universidad de Cantabria, lleva prácticamente toda su carrera política a la sombra de Ignacio Diego. Fue concejala y portavoz municipal en su pueblo, hasta que dio el salto a la política autonómica, donde obtuvo su escaño como diputada del Parlamento de Cantabria en 1999, siendo reelegida en 2003, 2007, 2011 y 2015.

Como número dos del PP en la comunidad autónoma desde 2004, ha controlado los resortes del partido con mano férrea y ha compartido responsabilidades políticas con Diego desde entonces, un hecho que sus enemigos utilizan para cuestionar el mensaje de “renovación y cambio” con el que trata de convencer a los militantes en las primarias.

Entre sus partidarios se encuentran muchos de los pesos pesados del partido y casi toda la vieja guardia, desde los citados De la Serna o Piñeiro a la actual alcaldesa de Santander, Gema Igual; los diputados autonómicos Isabel Urrutia, Íñigo Fernández o Ildefonso Calderón, exalcalde de Torrelavega; y los parlamentarios nacionales Ana Madrazo y Diego Movellán. 

A falta de comprobar su tirón entre la militancia, Buruaga se presenta en este proceso defendiendo “un nuevo PP, abierto, renovado, dialogante y que mire al futuro”, pidiendo un “voto masivo a favor del cambio” para poner fin a una etapa que considera “agotada”.

Complejo proceso electoral

Por tanto, Ignacio Diego, actual presidente del PP de Cantabria, y María José Sáenz de Buruaga, secretaria general de la formación, se medirán este miércoles en las primarias para la Presidencia del Partido Popular, una cita de la que, incluso, podría salir ya un único candidato a ocupar este puesto.

Para que ocurriera esto, uno de los dos precandidatos, Diego o Buruaga, tendría que lograr más del 50% del total de los votos válidos de los afiliados inscritos para este proceso interno y ganar a su rival con una diferencia de 15 puntos.

En la cita de este 8 de marzo podrán votar un total de 3.365 afiliados de los aproximadamente 14.000 que tiene el PP de Cantabria, pues son los que lo han solicitado en el plazo de inscripción establecido, que concluyó el pasado 1 de marzo, y han cumplido los requisitos necesarios para poder hacerlo, como estar al día en las cuotas.

Si ni Diego ni Buruaga logran ese volumen de apoyos, ambos serán proclamados como candidatos a la Presidencia del PP de Cantabria y la pugna por ocupar ese cargo se resolverá en el Congreso Regional del 25 de marzo. En este caso, serán casi un millar de compromisarios los que tendrán que decidir por votación quién de los dos será el nuevo líder.