Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Cantabria a veces acoge
Un niño y una niña muestran su alegría en un vídeo de Twitter porque han salvado a sus peces. Hay que leer despacio: todo el horror que convoca la frase queda fuera de ella. Toda la alegría, por el contrario, está contenida en la pequeña pecera. Los niños son de Gaza, la ciudad nuevamente bombardeada por la aviación israelí. Muy lejos de allí, pero también hace un par de días, una niña colombiana se suicida tras ser violada por un grupo de militares.
Enterarte de las noticias cada día es un ejercicio casi heroico. ¿Cómo puedes trabajar después, querer a tus hijos, tomarte un café…? ¿Cómo puedes decirte que tienes derecho a la felicidad, por lo menos a una felicidad de andar por casa, y a la banalidad, a no estar obligado todo el tiempo a ser consciente de los problemas?
Ahí entra en nuestro auxilio Juan Antonio Reig Plà, obispo de Alcalá. Ha publicado un artículo que se titula 'España, transformada en un campo de exterminio'. Ah, bueno. Nosotros vivimos en España y sabemos lo que hay. Si a esto se le puede llamar impunemente campo de exterminio, puede que lo que nos cuentan de los niños de Gaza y de Colombia pertenezca a la misma categoría: la de la ficción. Ya podemos despreocuparnos, pues.
Por desgracia, lo de Gaza y lo de Colombia no pertenece a un género literario como el trabajado por el obispo. El horror es real, viene de lejos y continúa igual de activo. Y, por supuesto, no se limita a Gaza y Colombia.
Una historia india dice que todos nacemos con un lobo bueno y otro malo en nuestro interior, el del amor y el del odio. Cómo seamos depende de a cuál de los dos alimentemos cada día: uno crecerá y se hará fuerte gracias a nuestro cuidado; el otro permanecerá escuálido y débil.
Lo cuentan Rick Hanson y Richard Mendius en El cerebro de Buda, donde también explican que la evolución ha moldeado nuestro cerebro para darle mucha mayor importancia a la desgracia que a lo positivo. En efecto, tienen más posibilidades de sobrevivir quienes siempre están atentos al peligro que quienes lo olvidan para aprovechar las oportunidades de placer. Pero esa tendencia, saludable durante milenios, es mucho menos necesaria en un mundo donde no quedan tigres dientes de sable y los leones están lejos. Ahora se vuelve en nuestra contra, y para vivir bien tenemos que atenuarla y dar importancia a las cosas agradables que nos rodean.
Para ser modestamente felices en medio del horror no se trata de mirar a otro sitio, de convencernos de que es ficción. Se trata de combatirlo
Ignorar el horror no nos lleva a ninguna parte. Al revés, es necesario saber de él para movernos en la dirección adecuada, para exigir a nuestros representantes que intervengan en nuestro nombre y le pongan coto. Para alimentar colectivamente al lobo bueno, no al otro. Para ser modestamente felices en medio del horror no se trata de mirar a otro sitio, de convencernos de que es ficción. Se trata de combatirlo, en primer lugar, y de dar importancia a quienes han alimentado a su lobo bueno todos los días. No bastan para acabar con el horror, desde luego, pero nos recuerdan que también hay un lado bueno disperso y activo, que hace lo que puede por paliar la desgracia.
El sábado pasado presencié una muestra: Irene, David y otros voluntarios de Cantabria Acoge, organización que ayuda a gente en situación difícil, armaron en el auditorio del Sardinero un cuentacuentos que disfrutamos pequeños y mayores. Alberto nos explicó por qué el gallo llama cada día al sol; había fruta, cuadernos y lápices. No había comida industrial ni nada que se enchufara. La bondad existe y es sencilla. Y se encuentra en cualquier sitio. Hay que darle importancia.
Un niño y una niña muestran su alegría en un vídeo de Twitter porque han salvado a sus peces. Hay que leer despacio: todo el horror que convoca la frase queda fuera de ella. Toda la alegría, por el contrario, está contenida en la pequeña pecera. Los niños son de Gaza, la ciudad nuevamente bombardeada por la aviación israelí. Muy lejos de allí, pero también hace un par de días, una niña colombiana se suicida tras ser violada por un grupo de militares.
Enterarte de las noticias cada día es un ejercicio casi heroico. ¿Cómo puedes trabajar después, querer a tus hijos, tomarte un café…? ¿Cómo puedes decirte que tienes derecho a la felicidad, por lo menos a una felicidad de andar por casa, y a la banalidad, a no estar obligado todo el tiempo a ser consciente de los problemas?