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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Charlie Hebdo, Stromae y los límites del humor

Cuentan las crónicas que los vikingos llegaron al norte de la península ibérica, desembarcaron, robaron, violaron, mataron, se desplazaron hacia el oeste, bajaron siguiendo la costa de la actual Portugal, desembarcaron, robaron, violaron, mataron y siguieron bordeando la piel de toro hasta llegar a los territorios gobernados por los musulmanes.

Ante la carta de presentación de los bárbaros, Abderramán II decidió enviar un emisario al rey de los nórdicos con el afán de estrechar lazos y de evitar que la parte del desembarco, robo, violación y muerte (y no siempre en el mismo orden) tuviera lugar en su reino.

Para ello, eligió al guapo e inteligente (según dicen) Al-Ghazal. Este Historiador y poeta (profesiones que van de la mano más de lo que nos creemos, incluso, en nuestros días) embarcó en el puerto de Silves con su comitiva y, acompañado de un Knörr vikingo, llegó a las frías tierras de Dinamarca.

Su rey, Horik I, les recibió bien, agasajándoles como a amigos y preparando minuciosamente su primer encuentro en el salón del trono. Durante la gestación del acto, el encargado del protocolo de los musulmanes le pidió a su majestad que no obligase a Al-Ghal a hacer una reverencia ante él porque no era costumbre entre su pueblo. El rey le contestó (esto es una versión libre) “no problem, my friend.”

Sin embargo, cuando Al-Ghazal se disponía a entrar en la sala, se dio cuenta de que el dintel de la puerta había sido bajado de tal manera que se hacía imposible rebasarlo sin agacharse. El rey había ideado una manera de que su invitado le hiciera una reverencia quisiera o no. En ese momento, sin pensárselo dos veces, nuestro emisario se sentó y avanzó hacia Horik con el torso completamente erguido, enseñándole la suela de su calzado y mirándole a los ojos.

Horik, lejos de enfadarse, aceptó la astucia del poeta y se rió. Probablemente, se rieron juntos ante aquella situación que bien pudo terminar en decapitación, esclavitud o, a saber, en águila de sangre.

Lo cierto es que el tiempo que estuvo en la corte del rey danés, Al-Ghazal siguió siendo un invitado de honor gracias a su inteligencia, al buen rato que pasó con el rey y la gran amistad que entabló con la reina (algo que, seguramente, no lo hizo tanta gracia al monarca).

El humor

Ésta es la naturaleza del humor. Reírnos de situaciones jocosas, tensas, difíciles, absurdas… reírnos de todo para superar, para quitar trascendencia y, en definitiva, para hacernos humanos. Es lo que nos diferencia del resto de las especies de este planeta, quizá, hasta del resto de los habitantes de esta galaxia.

Tenemos monólogos, películas, libros, cómics, los chistes de los bares, las intervenciones de Rajoy, la nominación al Nobel de la Paz de Ángela Merkel o de Vladimir Putin, los politólogos de Twitter, las suegras, los de Lepe, el inglés, el francés y el español que… tenemos tantas cosas con las que reírnos.

El humor es la herramienta que nos permite vencer la realidad, seguir viviendo cada día y hacer la vida de los demás y la nuestra más agradable y entretenida. Un gol puede dar una victoria, un empate o no servir de nada, pero una sonrisa… una sonrisa siempre es un triunfo.

La delgada línea roja

Para Horik y para Al-Ghazal hubiera sido más fácil haber provocado un conflicto que podría haber añadido más litros de sangre al activo del balance de los muertos de la cofradía de las situaciones tensas y tontas (CSTT). A pesar de ello, el humor les hizo superar la situación.

El problema se nos plantea cuando llegamos a esa línea (generalmente, la del humor negro) en la que no sabemos si reírnos o no porque, seamos sinceros, nos afecta directamente a nosotros o a nuestros valores irrenunciables. Ya sabéis, hay límites en la libertad de expresión, los demás son unos radicales, qué maleducado, hemos sufrido mucho para esto…

Charlie Hebdo

Esta semana, la publicación francesa Charlie Hebdo (la de #JeSuisCharlie) no ha hecho sus habituales viñetas sobre Mahoma o Jesús. Su humor negro e irreverente se ha encarnado en una portada sobre los atentados de Bruselas. En ella podemos ver al cantante Stromae sobre una bandera de Bélgica y con trozos de una persona a su alrededor. El artista (parafraseando una de sus canciones más conocidas) pregunta “¿Dónde estás, papá?” y diferentes partes de un ser humano contestan “aquí”, “aquí también” y “por aquí.”

La portada, ya de por sí, está sobre la línea roja (por no decir que se ha pasado varios pueblos, valles y cordilleras). Aún así, yo sigo defendiendo el derecho de alguien a hacerla. No me hace gracia la viñeta ni me ha hecho gracia nunca la publicación (aunque he de reconocer que me divirtió mucho ver a los dirigentes europeos solidarizándote con ella cuando en muchos países estaría prohibida o cubierta bajo un montón de demandas).

Stromae

Sin embargo, lo que puede parecer un dibujo provocador y de mal gusto (en su línea), se convierte en una barbaridad sin medida cuando conoces un poco de la vida de Stromae. En pocas palabras, gracias a un colonialismo lamentable (como todos los colonialismos), los belgas quisieron crear una especie de raza aria de africanos en Ruanda que terminó en una guerra civil (entre los tutsis y los hutus). Un terrible conflicto donde las mutilaciones, los crímenes y las violaciones fueron más habituales que las informaciones sesgadas de TVE.

En fin, que una de las víctimas de este conflicto fue el padre de Stromae (al que encontraron desmembrado). Sí, ahora volved a mirar la portada y pensar un poco en cómo le habrá sentado a la familia toda esta controversia. Quiero creer, que en Charlie Hebdo nadie conocía estos datos pero… ¿cómo se lo explicas ahora a la familia? ¿Cómo reparas el dolor causado?

Quizá la mejor manera de superar la barbarie (y la vida en general) sea reírnos de ella pero… me cuesta mucho pensar que reírnos de absolutamente todo tenga espacio en nuestra humanidad. ¿O sí? Lo único que sé es que si yo fuera Stromae no me gustaría nada de nada de nada de nada ver algo así en una publicación. Quizá es que yo no tenga el suficiente sentido del humor…

Cuentan las crónicas que los vikingos llegaron al norte de la península ibérica, desembarcaron, robaron, violaron, mataron, se desplazaron hacia el oeste, bajaron siguiendo la costa de la actual Portugal, desembarcaron, robaron, violaron, mataron y siguieron bordeando la piel de toro hasta llegar a los territorios gobernados por los musulmanes.

Ante la carta de presentación de los bárbaros, Abderramán II decidió enviar un emisario al rey de los nórdicos con el afán de estrechar lazos y de evitar que la parte del desembarco, robo, violación y muerte (y no siempre en el mismo orden) tuviera lugar en su reino.