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Colesterol

En unos análisis de sangre me ha dado alto el colesterol. Bueno, no es que me haya dado alto. Dicen que es normal pero tirando a alto. Hace no mucho tiempo hubiesen sido normales a secas pero como el colesterol es peligrosísimo han bajado los niveles y lo que antes era normal ahora se considera una amenaza para mi salud. Analítica alterada. Te lo dicen, te lo escriben en un informe médico, te ponen los asteriscos y ya sientes depositarse al colesterol (que te lo imaginas como un petróleo blanquecino) en las paredes de tus arterias. Si prestas atención puedes llegar incluso a sentir en el pecho y en el brazo una ligera opresión, algo parecido a un amago de infarto.

Me alimento más o menos bien (la dieta mediterránea y todo eso), no fumo, no bebo (casi) alcohol y hago ejercicio moderado. Hace unas semanas me comí unos callos riquísimos, es cierto, pero en general soy un aburrido ciudadano que se comporta de forma cardiovascular responsable: aceite de oliva, verdura, fruta, legumbre, pescado, poca carne, poca ansiedad, paseos y un poco de deporte. Pero, pese a todo, ahí está el colesterol, el puñetero, como una sombra circulando por dentro de mi sangre. Me encuentro estupendamente (qué placer que a uno no le duela nada) pero es como si tuviera de pronto una mancha. Peor aún que una mancha porque comienza a aflorar tímidamente un atisbo de culpabilidad. Así que me siento no sólo amenazado sino también un poco avergonzado porque parece que el culpable soy yo, que no me cuido lo suficiente.

El colesterol, temporalmente, se ha convertido en una pequeña obsesión para mí (me da por semanas y luego se me pasa). Así que he pasado unos días hablando de ello  en casa, en el trabajo, con mis vecinos, con mis padres, con mis compañeros de trabajo, con mis amigos. No alcanzáis a imaginar el despliegue. La campaña ha dado sus frutos porque me han comenzado a llegar testimonios, artículos de revistas especializadas, enlaces a Wikipedia y documentales en los que prestigiosos científicos consideran que el colesterol es una gran estafa promovida por otros prestigiosos científicos financiados por la malvada industria farmacéutica. De pronto estoy en mitad de un complot internacional, en una encrucijada entre el queso curado y el danacol.

Tener más información no me ha aclarado las cosas sino que lo ha hecho todo más confuso (es lo que ocurre cuando uno se informa: que se caen los dogmas pero no llegan las certezas). Los que defienden que el colesterol es un asesino silencioso me meten miedo. Los que dicen que el colesterol es bueno y que los medicamentos contra el colesterol son tóxicos desde el punto de vista neuronal parece que me quieren asustar también.

Lo bueno es que mis niveles alterados son normales tirando a altos así que no hace falta que tome medicamentos. Mis neuronas están a salvo. Sólo tengo que reducir el consumo de grasas saturadas (que están por todas partes, como un ejército del mal). Para tranquilizarme pienso en los que dicen que las grasas saturadas, pese a su mala fama, son muy necesarias y que los que afirman lo contrario sólo quieren hacer caja. Le trato de quitar importancia al asunto y creo que funciona pero en realidad no me funciona del todo porque he de confesar que han logrado que, en lo más profundo de mí, no sienta una viva alegría cada vez que contemplo fijamente un torrezno.

En unos análisis de sangre me ha dado alto el colesterol. Bueno, no es que me haya dado alto. Dicen que es normal pero tirando a alto. Hace no mucho tiempo hubiesen sido normales a secas pero como el colesterol es peligrosísimo han bajado los niveles y lo que antes era normal ahora se considera una amenaza para mi salud. Analítica alterada. Te lo dicen, te lo escriben en un informe médico, te ponen los asteriscos y ya sientes depositarse al colesterol (que te lo imaginas como un petróleo blanquecino) en las paredes de tus arterias. Si prestas atención puedes llegar incluso a sentir en el pecho y en el brazo una ligera opresión, algo parecido a un amago de infarto.

Me alimento más o menos bien (la dieta mediterránea y todo eso), no fumo, no bebo (casi) alcohol y hago ejercicio moderado. Hace unas semanas me comí unos callos riquísimos, es cierto, pero en general soy un aburrido ciudadano que se comporta de forma cardiovascular responsable: aceite de oliva, verdura, fruta, legumbre, pescado, poca carne, poca ansiedad, paseos y un poco de deporte. Pero, pese a todo, ahí está el colesterol, el puñetero, como una sombra circulando por dentro de mi sangre. Me encuentro estupendamente (qué placer que a uno no le duela nada) pero es como si tuviera de pronto una mancha. Peor aún que una mancha porque comienza a aflorar tímidamente un atisbo de culpabilidad. Así que me siento no sólo amenazado sino también un poco avergonzado porque parece que el culpable soy yo, que no me cuido lo suficiente.