Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Consecuencias de género
La educación en la igualdad empieza desde pequeñas. Repasemos los tramos de edad y cuáles son las consecuencias hasta el final de nuestras vidas como consecuencia del género, aquellas funciones, comportamientos o atributos que cada sociedad asigna a los hombres y las mujeres.
Nada más nacer, nos califican como hombres y mujeres, aunque esto vaya cambiando. Cuando vas a comprar cosas para un bebé, las de niño están llenas de azul y las de niña de rosa. Aunque pueda parecer menor esta diferenciación por colores que ha cambiado a lo largo de la historia, la realidad cultural vigente ha elegido el color azul para los niños porque representa la fuerza y la decisión, mientras que el rosa se asocia a la delicadeza. La calificación de género al nacer continúa cuando a las niñas se las marca haciéndoles agujeros para ponerles pendientes, una costumbre que viene de los romanos y se cree que se debe a que creían que tenían que marcar a las mujeres para que sintieran dolor por el hecho de haber nacido mujeres. Hay otras manifestaciones con similar enfoque de marcaje, sometimiento y/o diferenciación, siendo una las más agresivas la ablación del clítoris de las recién nacidas que aún continúa en otras latitudes del planeta.
En la niñez, les compramos a los niños y niñas juguetes que les van marcando: a las niñas se las va inculcando los cuidados, las tareas del hogar, las profesiones u ocupaciones “predestinadas” a las mujeres; y a los niños se les regala juguetes pensando en que se encarguen del bricolaje, medios de transporte o deportes. En esta etapa, clave en el aprendizaje, no sabemos distinguir lo que nos inculcan y creemos que eso es lo que tenemos que hacer. Además, lo reforzamos con las actitudes en el hogar, pues lamentablemente aún en muchos hogares las tareas de casa son desarrolladas por la mujer y el hombre no es corresponsable.
Si la base educativa no ha sido la igualdad, esta carencia se ve reflejada en la forma de relacionarse y de gestionar las emociones que tienen los jóvenes, a través de relaciones tóxicas, celos, posesividad… El cómo nos relacionamos a esa temprana edad marcará nuestras relaciones futuras incluso cuando se nos presupone cierta madurez.
Cuando llega el momento de acceder a un trabajo, las profesiones se ven claramente feminizadas y masculinizadas. Ahora ya no hablamos de juguetes, sino del curro real. Por ejemplo, los servicios de limpieza, las profesiones enfocadas al cuidado, las de atención al cliente, maestras de educación infantil y primaria, profesionales de cocina. Por el contrario, los hombres se dedican más a profesiones de la construcción y obra, mecánica, conductores de medios de transporte, ingeniería o ciencia. A esto le debemos de sumar el techo de cristal, ya que los cargos de responsabilidad son mayoritariamente desarrollados por hombres por el solo hecho de ser hombres. Es el llamado efecto Matilda: muchos avances importantes para la sociedad fueron descubiertos por mujeres, pero nunca se les dio su lugar por el simple hecho de serlo.
Las mujeres pagamos doblemente las crisis. Así sucedió con la de 2008 y está sucediendo en la actualidad con la crisis sanitaria y económica provocada por la pandemia del COVID. Según el informe ‘El impacto de los ERTE en el empleo de las mujeres’, de CCOO, las mujeres suponen el 51% de las personas incluidas en ERTE, a pesar de que solo suponen el 48% de la población asalariada según la EPA y un 48,5% según la afiliación al régimen general de la Seguridad Social, incluso siendo las profesiones feminizadas consideradas esenciales. Además, sin crisis o con ella, las mujeres son las que mayoritariamente solicitan permisos de conciliación frente a los hombres y también son las que más solicitan excedencia. Según el Instituto de la Mujer, en 2019, el 90.93% de las excedencias solicitadas fueron de mujeres y el 9.07% de los hombres. Las mujeres en edad reproductiva son menos contratadas que los hombres. Una vez más la sociedad nos castiga por querer y poder ser madres.
Las mujeres que están en edad de ser pensionistas en bastantes casos se encuentran en situación de pobreza en un período vital de especial vulnerabilidad. En el pasado, estas mujeres se quedaban en casa desarrollando las tareas del hogar y el cuidado de los hijos. Este trabajo, a pesar de ser mucho, no es ni remunerado, ni cotiza a la Seguridad Social, por lo que generalmente dependen de las pensiones de sus parejas, viudedad o incluso se quedan sin ingresos si se han divorciado. Una buena proporción de las que tienen sus propias pensiones son mínimas, ya que han cotizado los años justos para cobrarlas y el porcentaje de cotización ha sido bajo, por estar relegadas a trabajos peor pagados y precarios.
Este breve resumen vital nos indica que el género, en gran parte, toma decisiones por nosotras y nos marca para siempre. Por ello, es esencial que sigamos avanzando hacia la consecución de la igualdad real.
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