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La crisis de la energía

Javier San Martín

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Durante estos últimas semanas hemos visto cómo la guerra de Ucrania servía como excusa para justificar una crisis energética, viendo al alza todos los precios de los carburantes y la energía eléctrica que consumimos. 

Hay que tener en cuenta varios precedentes, como por ejemplo que el precio del MWh lleva en niveles de 200-300 euros todo el año 2021 y solo se ha relajado la subida cuando han sonado las palabras, que no amenazas, ni planes concretos, de intervención del mercado eléctrico. 

Se aduce la subida al precio del gas, que, si bien es cierto se ha incrementado bastante en el último año, el Estado español no depende del gas importado desde Rusia, sino de Argelia en su mayoría, junto con otros proveedores. Además, Europa sigue financiando a Rusia comprando el gas que necesita para no caer en bancarrota energética. 

Ahora bien, lo que no nos cuentan es que todo esto está sustentado por las grandes energéticas (tanto eléctricas como de combustible) desde hace tiempo, y basado en maximizar, año tras año sus cuentas, sin importar las consecuencias (tanto sociales como ambientales), ya que su único objetivo son los beneficios. 

Hay un término en inglés, el Peak Oil, que nos muestra el pico de extracción de petróleo a nivel mundial en función de las inversiones de las empresas en recursos de extracción. Este punto se alcanzó en 2017 y desde entonces las inversiones de las empresas petroleras están centradas en transferir sus activos a servicios eléctricos. Por lo tanto, y a pesar de que siguen insistiendo en los combustibles fósiles, ya han iniciado la transición, estrangulando de forma consciente el mercado y elevando los precios. Todos podemos recordar la compra de Viesgo (la parte comercializadora) por Repsol. 

Obviamente, tenemos la solución al alcance, la cual pasa por la inversión en renovables (contando que tiene que ser de forma descentralizada) y sus sistemas de almacenamiento, ya que la producción de las mismas no es contante. Además de la electrificación de los vehículos en todos lo niveles que puede ser mediante batería o pila de hidrógeno (que al final siguen siendo de tracción eléctrica).

Partiendo del autoconsumo, tanto individual como colectivo (en bloques de viviendas y los polígonos industriales), de los grandes sistemas de producción y creando una eléctrica pública para obtener un control del mercado, teniendo una fuente pública de datos instantáneos para poder hacer una auditoría en tiempo real de los costes junto con el cambio del funcionamiento del mercado eléctrico, podremos amortiguar la crisis energética que ya tenemos encima.

También tenemos que ser conscientes de que hasta terminar la transición energética a energías renovables no vamos a poder sostener el ritmo de crecimiento actual en el que se basa el sistema de energías fósiles. Tenemos que tomar las riendas de la economía y basarnos en la economía circular, junto con la reducción, reutilización y el reciclaje.

Sabemos lo que hay que hacer, pero esto no significa que sea sencillo y que tengamos muchos escollos que salvar.

Durante estos últimas semanas hemos visto cómo la guerra de Ucrania servía como excusa para justificar una crisis energética, viendo al alza todos los precios de los carburantes y la energía eléctrica que consumimos. 

Hay que tener en cuenta varios precedentes, como por ejemplo que el precio del MWh lleva en niveles de 200-300 euros todo el año 2021 y solo se ha relajado la subida cuando han sonado las palabras, que no amenazas, ni planes concretos, de intervención del mercado eléctrico.