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El cuento de la lechera racinguista
La legislación española, en una pirueta propia de los tiempos que corren, permite pedir un Expediente de Regulación de Empleo, temporal o no, con solo presumir pérdidas futuras, lo que es igual a permitir mandar a los empleados a casa por el artículo 23, dado que la capacidad premonitoria puede estar justificada pero también ser tan caprichosa como el pie con que se levanta uno.
Ahora el Gobierno de Cantabria, en una cabriola no menos espectacular, va a hacer lo contrario: inyectar dinero en una empresa morosa con Hacienda y la Seguridad Social con solo presumir unos resultados espectaculares, lo cual da pie a que, como en el cuento de la lechera, basta con que el potencial beneficiario se venga arriba en sus no menos potenciales expectativas para que le rieguen la huerta de euros.
Diez meses lleva el Gobierno de Cantabria preparando un convenio con el Racing para rescatar al club con dinero público y está a punto de aprobarlo, si no lo ha hecho ya cuando escribo estas líneas. Hay que reconocer que el Gobierno cuando se pone, se pone, y que en términos espacio-temporales dedicarse al noble arte balompédico es como apretar el botón del hiperespacio en el 'Halcón Milenario' de Han Solo.
Es lo que tiene la camiseta de fútbol, un poder taumatúrgico que ya quisieran los que se ponen el buzo de obra, el guardapolvos del almacén o el chaleco reflectante. Estos han de cabalgar de planeta en planeta montados en autobús sideral y ahí siguen esperando, sentados en la parada, mano sobre mano, empresarios, proyectos culturales y educativos y convenios de todo tipo cuyo único inconveniente es no darle patadas a un balón.
Para armar jurídicamente esta decisión se han provisto de la fórmula de convenio publicitario y para no dejar resquicio se ha pedido a la Universidad de Cantabria un informe sobre el valor de mercado de la marca racinguista. Esto no es nuevo. Ya pasó antes y todavía están buscando el dinero en alguna alacena perdida.
Pero el informe no deja de tener su cosa. No solo justifica una inyección de un millón de euros anual durante cuatro años por el rendimiento publicitario que las diferentes consejerías puedan obtener de camisetas de jugadores y vallas en el estadio, sino que encima parece ser algo justificado en el presente y una ganga a futuro. Lo dice la Universidad y si lo dice la Universidad debe ser cierto.
Yo no he leído el informe de la Universidad de Cantabria, pero sí he oído, como todos, sus conclusiones. Y mi conclusión es que debemos felicitarnos por disponer de una gran bola de cristal para predecir el futuro que, como todo el mundo sabe, es un método científicamente comprobado. Si no lo he entendido mal, el Racing de Santander, que deambula por el subsótano del futbol español sin derechos televisivos y juega en campos que hay que localizar con Google Maps, vale un millón de euros publicitariamente. Vale. No creo que haya un club en Segunda B que ingrese ese capital, pero un servidor sigue contando con los dedos debajo de la mesa y los expertos deben saber de lo que hablan. Supongamos que sea así. Lo que ya me parece delirante es plantearlo como una ganga a futuro dependiendo de unos resultados que están por concretar. Así, se da por seguro que a corto plazo suba a Segunda División, lo que puede ser… o no.
En el cuento de la lechera, un jarrón de leche da mucho juego, pero hace falta que el jarrón no se rompa como en la historia. Como no quiero que me tachen de aguafiestas, yo propongo que el convenio no sea por cuatro millones sino por 400. Y lo justifico así:
Temporada 2016-2017: ascenso a Segunda División.
Temporada 2017-2018: ascenso a Primera División.
Temporada 2018-2019: Copa de la UEFA.
Temporada 2019-2020: Champions League.
Ahora, toda empresa o colectivo que presuma de ilusión y optimismo podrá desfilar por el Gobierno de Cantabria, previo paso por el campus universitario, para pedir ayuda económica. Da igual que esté al corriente o no en sus obligaciones tributarias. Eso son minucias. Ni siquiera pesará que sus resultados empresariales sean deprimentes y con menos esperanza de futuro que un enfermo terminal. Ni siquiera tendrán sus equipos directivos y trabajadores que ponerse una camiseta deportiva. Bastará que tengan ilusión y que encuentren unos cuantos amigos que les jaleen todos los domingos.
Ilusión, mucha ilusión. Yo conocí a una persona que estaba convencida de que el cáncer se curaba con cariño. ¿Quién le hubiera llevado la contraria? Habría que ser un desalmado para hacerlo. Así que, ánimo, hasta el infinito y más allá.
La legislación española, en una pirueta propia de los tiempos que corren, permite pedir un Expediente de Regulación de Empleo, temporal o no, con solo presumir pérdidas futuras, lo que es igual a permitir mandar a los empleados a casa por el artículo 23, dado que la capacidad premonitoria puede estar justificada pero también ser tan caprichosa como el pie con que se levanta uno.
Ahora el Gobierno de Cantabria, en una cabriola no menos espectacular, va a hacer lo contrario: inyectar dinero en una empresa morosa con Hacienda y la Seguridad Social con solo presumir unos resultados espectaculares, lo cual da pie a que, como en el cuento de la lechera, basta con que el potencial beneficiario se venga arriba en sus no menos potenciales expectativas para que le rieguen la huerta de euros.