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Curva cerrada
Camino de mi casa hay una curva cerrada muy sospechosa. Es el único lugar en el que poder detenerse después de kilómetros de encajonamiento, y desde ella se accede a una casona y a un camino rural sin asfaltar. En verano suele apostarse allí la Guardia Civil, para aminorar la marcha de la circulación con su sola presencia o en caso contrario aplicar la multa correspondiente. A mí me costó 300 euros y dos puntos del carnet, porque 60 por hora no es 87, hará cosa de un año, y desde entonces la miro con resentimiento. Supongo que por eso me fijo mucho cuando paso a su altura y si hay algún coche parado pienso invariablemente en algo turbio, en un delito: un hombre que espera a otro para pasarle un sobre, una mujer que se juega la custodia de sus hijos con su cuñado, un concejal de urbanismo que debe informar de su tarifa a la parte contratante, o dos camellos que se lanzan la mercancía y la pasta de ventanilla a ventanilla. Eso que Jim Thompson llamaba en '1280 almas' un callejón oscuro a pleno sol y a la vista de todos.
En el campo es importante prestar atención a este tipo de detalles, son como semáforos invisibles que conviene respetar, y una vez detectados hay que convertir esa información en instinto. Yo nunca me he detenido en esa curva, ni pienso hacerlo, después de la multa solo quiero saber de ella durante los escasos segundos que hay desde que la veo llegar hasta que queda en el espejo retrovisor. Perderla de vista es un alivio, y siempre que puedo la evito: en días malos he llegado a coger otra carretera alternativa, más larga y en peor estado, con tal de no encontrarme con ella. Aun así, he calculado que estamos en contacto la curva y yo como poco un minuto al mes. No parece demasiado tiempo, pero ya dice el refrán que el amor fragua en un momento y la desgracia solo necesita la mitad, así que esos doce minutos que hemos compartido durante un año me han puesto a la defensiva. Me preocupa mucho esa curva cerrada, hace que sea supersticioso sin serlo, la asocio con la mala suerte. Además, he preguntado por ahí y parece que los delitos que imagino no son el producto de una mente calenturienta que ha visto demasiadas películas, sino ejemplos representativos de lo que sucede en esa curva casi a diario. Eso y cosas peores, me han dicho.
Tampoco puedo fiarme de lo que me dicen, sé que me mienten, soy de lejos y tengo antecedentes políticos. Aquí todo el mundo es de derechas, menos los de izquierdas, que no somos de aquí. También están los renegados, que marcharon a estudiar fuera y al volver no querían ser de aquí, ni que los de aquí fueran como son, y se unieron a la izquierda para intentar cambiarlos, solo por fastidiar porque eso no tiene sentido. El mundo no cambia, solo se disfraza, es su manera de ser, y si expresas una idea digamos progresista es natural que tu interlocutor te diga: “Tú en realidad no piensas eso”. Sembrar una idea en sus cabezas es inútil porque no la riegan, creen que un pensamiento correcto es el que repite letra por letra un pensamiento anterior. Son reproductores natos, mental y físicamente, pero la ciudad ya no necesita tanta mano de obra en los suburbios y les ha llegado la hora de la extinción. En poco tiempo en estos pueblos ya no quedará gente de pueblo. Ni ellos mismos se van a echar de menos. Pero no hay que engañarse, no son latifundistas andaluces sino minifundistas del norte, dueños de sus tierras. Tienen pasta, diez veces más de la que aparentan, muchos se hicieron ricos durante el boom inmobiliario vendiendo barrancos, cabañas y cobertizos a precios de escándalo. Con todos los permisos de construcción firmados de antemano. Se han levantado edificios donde antes estaba la caseta del perro. Entonces empezaron a funcionar a pleno rendimiento las curvas cerradas como ésta. Cuando el lema era 'robar solo es malo si tú eres la víctima’. Todo líder de la derecha que se precie, se ha entrenado en un sitio parecido: 'Aquí hizo de las suyas, cuando era joven, el Excelentísimo Señor Ministro…'.
Pero hasta los que no trabajan se cansan de estar sentados. Durante varios meses pensé que la curva cerrada se perdería en el paisaje. Se la veía descuidada, desatendida y solitaria. Nadie le cortaba la hierba, no había huellas de neumáticos salvo en dirección a la casona, alguien comenzó a tirar basura cuando pasaba por allí, yo mismo lo hice, y parecía una curva cualquiera de este país tan higiénico. Fue antes de la repetición de las elecciones, como si la zona de negocios municipal hubiera cerrado por traslado. Eran órdenes de arriba, decían, los juzgados del país amenazaban con derrumbarse de tanto expediente por corrupción. Había que declarar una tregua mientras se informatizaba todo para que las pruebas no pesaran tanto y pudieran borrarse con un solo clic. Algo iba a suceder, tal vez huir con lo puesto, sonaban trompetas de cambio, pero en pocas semanas se comprobó que eran turutas. Pitorreo, teatro barato. Los políticos estaban pasando de la incompetencia a la vergüenza ajena, despejando así la duda de que ninguna solución viable lo seguiría siendo si caía en sus manos. Los resultados de la Elecciones repetidas fueron desoladores. Aquí la gente volvía a encender fuego frotándose las manos. Con un poco de suerte, se extendería el pillaje otros cuatro años más. Muchos de nosotros perdimos de golpe la poca ingenuidad que nos quedaba. Se quemaron muchos carnets, de la izquierda activa, yo lo vi con estos ojos.
En la madrugada del pasado domingo, hubo cohetes en el cielo del pueblo. No muchos, con discreción, pero contundentes. Mariano Rajoy volvía a tomar las riendas del gobierno después de llevarse por delante al líder de la oposición y al partido socialista. Una jugada del más inspirado taoísmo, no tuvo que hacer nada, solo dejar que se devoraran entre ellos. Pasará a la historia un Debate de Investidura con la izquierda de verdad ladrándole a la presunta izquierda mientras Rajoy calibraba la distancia que hay desde su ojos al cristal de la gafas. Un Oscar, o al menos un Goya. Cuando lo vi en la tele, como me aburría tanto como él, lo imaginé “con un sombrero Stetson nuevo de sesenta dólares, las botas Justin de setenta y cinco dólares y los Levis de cuatro dólares” igual que el jefe de policía de '1280 almas', Nick Corey, cuya mayor cualidad es no hacer nunca nada, nada de nada, salvo cuidar de su pellejo. Su expresión favorita es: “No digo que te equivoques, sino que no afirmo que hayas dicho la verdad”. Clavadito a Mariano.
Respecto a la curva cerrada, la respuesta municipal ha sido inmediata. El lunes a las ocho de la mañana ya la estaban adecentando para el nuevo ejercicio. Pasé por allí camino del trabajo y al regresar a mediodía lucía radiante al sol del otoño. Puede que la alquilen por horas, son unos emprendedores. Han tenido los huevos de plantarle en una esquina tres abedules plateados, como un indicativo, como una señal para que los foráneos no se equivoquen de curva, se ve que están pensando en expandir el negocio. Si la vez anterior nos lo quitaron todo y nos dejaron en cueros, ahora nos van a despellejar vivos. No se puede consentir, no hay hacia donde rendirse. He intentado reunir a la izquierda activa del pueblo, pero hay mucho desánimo, mucho que te den. Les he dicho que el Mesías trabaja pensando en las próximas elecciones, que su advenimiento está cerca, que no pierdan la fe. Pero aquí ya ni dios cree en dios, se están pasando al nihilismo.
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