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Desprotección oficial

Hará cosa de un año y medio pude visitar, convocatoria de prensa mediante, las obras de las Viviendas de Protección Oficial que el Ayuntamiento de Santander estaba construyendo en la calle General Dávila. Hacía un día estupendo de sur y el alcalde llegó sonriente al punto de encuentro, donde esperaban los representantes vecinales, los fotógrafos, los cámaras y los periodistas. El edificio era poco más que un armazón de cemento armado y vigas al aire, pero De la Serna recorrió encantado lo que el departamento de prensa del Consistorio definía como una VPO de lujo, insistiendo en la calidad de los materiales, en la maravilla de los acabados y en los múltiples locales comerciales que se abrirían aprovechando los bajos.

Para finalizar el recorrido el alcalde, que posee un sexto sentido para encontrar siempre la foto idónea, insistió en subir a la azotea del edificio para mostrar las estupendas vistas de las que gozarían los futuros vecinos. Una vez arriba posó para los fotógrafos con una media sonrisa de Tony Montana en la cima del mundo, respondió a las preguntas de los medios y volvió a recurrir a las vistas primaverales para poner en valor el proyecto. Había que frotarse los ojos para asegurarse de que efectivamente estábamos en General Dávila y no en primera línea de bahía en Puertochico. 

Aquel edificio formaba y forma parte de un ambicioso proyecto del Ayuntamiento de Santander, que a lo largo de los últimos años ha promovido la construcción de centenares de viviendas de protección oficial en los barrios de Peñacastillo, Primero de Mayo, La Albericia y General Dávila. El problema, una vez más, es que en Santander y en todo lo que involucra a su Ayuntamiento, la realidad se empeña una y otra vez en desementir las expectativas y la propaganda. De aquellas VPO de lujo que prometía De la Serna solo quedan las vistas, y solo porque ya estaban ahí antes de que la Sociedad de Vivienda y Suelo, la empresa pública encargada de los proyectos, empezara la construcción de los inmuebles. 

Los propios vecinos explican estos días en eldiario.es Cantabria que sus viviendas son un quebradero de cabeza constante. La lista abarca calamidades de todo tipo: calefacciones que no funcionan, humedades en las habitaciones, garajes que se inundan, filtraciones de aire, rebajas en las calidades de los materiales y errores que afectan a la habitabilidad y seguridad de los edificios, algunos de los cuales incumplen el Código Técnico de Edificación.

La Sociedad de Vivienda y Suelo ha optado por desentenderse de las quejas de los propietarios, algunos de los cuales ya han recurrido a los tribunales, que comienzan a darles la razón. La empresa tuvo que pagar 150.000 euros a los vecinos de las 126 viviendas de protección oficial construidas en el año 2009 en Peñacastillo, en la calle Carmen Bravo Villasante. El Ayuntamiento, por su parte, se limita a culpar a la oposición, a la que acusa de llevar a cabo una campaña de difamación. No hay, de momento, explicaciones a los afectados. Tampoco interés en depurar responsabilidades y esclarecer si los desperfectos en unos edificios recién construidos se deben a la incompetencia o a la mala fe por parte de los constructores.

En Santander nadie conoce mejor que De la Serna como se manejan los mecanismos de la política ficción. El alcalde sabe que una portada en la azotea de un edificio en construcción, abarcando la bahía con un traje y una sonrisa a medida, dura más en la memoria del votante que las quejas vecinales que vendrán después y quedarán diluidas en un mar de desementidos, contrapropaganda y farragosas informaciones judiciales.

El resultado es un modelo de ciudad que se desarrolla a través de infografías, declaraciones solemnes y muy pocas realidades tangibles. En ese camino a un futuro que nunca llega, proyectos como la reforma del Parque Litoral, el Centro Botín o el Archivo Lafuente ya no pueden disimular su carácter de gatillazo en una ciudad que vive dos vidas, la  que intenta vender su alcalde, para quien las VPO General Dávila están en primera línea de playa, y la que enfrentan cada mañana los vecinos que descubren que el edificio al que acaban de mudarse está lleno de remiendos, goteras y costurones. En Santander los sueños de grandeza del alcalde producen monstruos.

Hará cosa de un año y medio pude visitar, convocatoria de prensa mediante, las obras de las Viviendas de Protección Oficial que el Ayuntamiento de Santander estaba construyendo en la calle General Dávila. Hacía un día estupendo de sur y el alcalde llegó sonriente al punto de encuentro, donde esperaban los representantes vecinales, los fotógrafos, los cámaras y los periodistas. El edificio era poco más que un armazón de cemento armado y vigas al aire, pero De la Serna recorrió encantado lo que el departamento de prensa del Consistorio definía como una VPO de lujo, insistiendo en la calidad de los materiales, en la maravilla de los acabados y en los múltiples locales comerciales que se abrirían aprovechando los bajos.

Para finalizar el recorrido el alcalde, que posee un sexto sentido para encontrar siempre la foto idónea, insistió en subir a la azotea del edificio para mostrar las estupendas vistas de las que gozarían los futuros vecinos. Una vez arriba posó para los fotógrafos con una media sonrisa de Tony Montana en la cima del mundo, respondió a las preguntas de los medios y volvió a recurrir a las vistas primaverales para poner en valor el proyecto. Había que frotarse los ojos para asegurarse de que efectivamente estábamos en General Dávila y no en primera línea de bahía en Puertochico.