Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
La dolorosa belleza de la insurrección
En Nicaragua están masacrando a un 15M desde hace cien días, y pocos parecen darse cuenta. Están golpeando, deteniendo, secuestrando, violando y asesinando a personas que, como yo y usted, o seguro alguna de sus conocidas o conocidos, estuvimos en las calles en aquellos días de mayo en los que nos dijimos que ya no aguantábamos más, en que decidimos dotar de pleno sentido la actitud democrática y la dignidad social. Y lástima que nos volvimos a casa, pues dejamos la tarea a medio hacer. Continuará, estoy segura, y no por mis dotes adivinatorias, sino porque sigue sin quedar otro remedio.
Como en la Primavera árabe, como en Occupy Wall Street, como en la Nuit Debout francesa… en Nicaragua nos encontramos con uno de esos movimientos, promesas cargadas de futuro, que van floreciendo en cada lugar del planeta en que la gente, más allá de ideologías concretas o conocidas, a menudo por fuera de sindicatos y partidos tradicionales, pillando a traspiés a la izquierda y la derecha tradicional, y harta de unas estructuras políticas que acaban con sus condiciones de vida, se levanta, se pone en pie y exige y ejerce la democracia: democracia como actitud radical a la mano de cualquiera, no como mera herramienta representativa, a la postre patrimonio de unos pocos. Y, por hacerlo, fuerzas de seguridad y bandas paramilitares les están masacrando: ya son más de 350 personas asesinadas, de 2.000 heridas, de 300 secuestradas, más la multitud de familias desplazadas por el terror.
En esta semana, a cien días del estallido de abril, tuvimos la suerte de poder hablar en directo con uno de tantos activistas nicaragüense inmersos en la insurrección, poniendo el cuerpo en ella día tras día, uno cuya fiabilidad nos consta y que estuvo, justamente, participando en el Estado español en el 15M, y que nos contó su visión de lo que está ocurriendo. Un proceso amplio que parte del año 2007, año en que Daniel Ortega gana las elecciones y pone en marcha su plan de patrimonialización del partido sandinista y del país entero. Un Ortega ciego de ambición y borracho de poder que ha establecido, con el apoyo de su vicepresidenta y esposa, Rosario Murillo, un exclusivo diálogo con las elites —el Consejo Superior de la Empresa privada (COSEP), la Iglesia y la embajada de EE.UU.— con el fin de apuntalar su propia aristocracia, y que ha ido desviando todo capital a los negocios de esta élite del FSLN, ya nada sandinista a juzgar por la respuesta de buena parte de su hoy ofendida militancia, en pie y en su contra en las calles.
Para todo ello, Ortega y Murillo han acabado con la disidencia de raíz, impidiendo toda expresión de crítica en su partido y en la propia sociedad, que no puede ya ni siquiera salir a celebrar una victoria de beisbol en las calles sin encontrarse con muertos como resultante. No hablemos, claro, de movilizaciones siempre ilegales en un Estado carente de separación de poderes. Fueron los estudiantes los que encendieron la mecha y se encontraron con la solidaridad de buena parte del país, pero también con la respuesta sanguinaria de Ortega y sus adeptos. El movimiento feminista nicaragüense capitanea buena parte de las movilizaciones, pues en Nicaragua no deja de empeorar la situación para las mujeres, con una vicepresidenta que dejó desprotegida a su propia hija de los abusos de su padrastro —Ortega—, poniéndose del lado del abusador. Las protestas no han cesado de crecer, por redes sociales, sí, pero también por el boca a boca y la necesidad urgente de justicia de, por ejemplo, campesinos sin redes sociales que también se autoconvocan. El incendio provocado en la reserva de la biosfera Indio Maíz y la reforma del seguro social fueron los dos hitos que acabaron de provocar un estallido que hoy sostiene el pueblo nicaragüense en lo que gustan, pese a lo que duele, de llamar “insurrección”.
De la conversación con el activista, cuyo nombre no revelo por motivos obvios, me pareció admirable su apuesta decidida por la paz y la democracia, más allá del cálculo —imposible— de lo que pueda advenir tras una revolución que, como debe ser, habita en el ahora, y se debe al acontecimiento. Mucho activista de salón y dogmático de ideología a rosca ha tratado de desprestigiar la insurrección nicaragüense haciéndola sospechosa de ser financiada por el imperialismo. Otros amenazan con un fracaso de sus reivindicaciones más allá de la retirada de Ortega, que lleve a la derecha al poder. Poca sorpresa: el 15M lo financiaba Soros o lo impulsaba el PSOE y la Primavera Árabe no existió para quienes son incapaces de entender y amar las insurrecciones que vienen, los vientos de democracia que soplan de cuando en cuando a lo largo y ancho del planeta y que autoconvocan a la gente, los cualquiera, unidos en las calles por un bien común por definir.
En #SOSNicaragua se autoconvocan gentes de todas edades y condiciones: estudiantes, campesinos, feministas, motociclistas, patinadores, comerciantes, profesionales varios, artistas, músicos… un plural movimiento de resistencia que aúna el impulso de la juventud con una sabiduría popular cargada de un pasado de lucha, todos juntos apostando por el futuro. Y le apuestan a la democracia: democracia como promesa de futuro aquí y ahora, en una insurrección que no puede ser sometida a cálculo, que provoca una interrupción en el orden de lo posible, de lo hasta ahora imaginable, y altera la forma de estar en el mundo tanto, de un modo tan emocionante y conmocionante —y, por supuesto, muy doloroso— que no puede dejar de unirte a quien está junto a ti.
¿Recuerdan cuando salimos a las calles y nos encontramos tanta gente diferente? ¿Recuerdan aquella sensación de que se nos podía ocurrir “algo”, algo simplemente mejor? Ahí está Nicaragua, pero con muertos, heridas, perseguidos, violentadas, desplazados y desaparecidas que necesitan de la solidaridad internacional. No les dejemos solos mientras siembran libertad.
En Nicaragua están masacrando a un 15M desde hace cien días, y pocos parecen darse cuenta. Están golpeando, deteniendo, secuestrando, violando y asesinando a personas que, como yo y usted, o seguro alguna de sus conocidas o conocidos, estuvimos en las calles en aquellos días de mayo en los que nos dijimos que ya no aguantábamos más, en que decidimos dotar de pleno sentido la actitud democrática y la dignidad social. Y lástima que nos volvimos a casa, pues dejamos la tarea a medio hacer. Continuará, estoy segura, y no por mis dotes adivinatorias, sino porque sigue sin quedar otro remedio.
Como en la Primavera árabe, como en Occupy Wall Street, como en la Nuit Debout francesa… en Nicaragua nos encontramos con uno de esos movimientos, promesas cargadas de futuro, que van floreciendo en cada lugar del planeta en que la gente, más allá de ideologías concretas o conocidas, a menudo por fuera de sindicatos y partidos tradicionales, pillando a traspiés a la izquierda y la derecha tradicional, y harta de unas estructuras políticas que acaban con sus condiciones de vida, se levanta, se pone en pie y exige y ejerce la democracia: democracia como actitud radical a la mano de cualquiera, no como mera herramienta representativa, a la postre patrimonio de unos pocos. Y, por hacerlo, fuerzas de seguridad y bandas paramilitares les están masacrando: ya son más de 350 personas asesinadas, de 2.000 heridas, de 300 secuestradas, más la multitud de familias desplazadas por el terror.