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Sobre este blog

Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Elogio de la cartera

Cartero francés, principios siglo XX.
22 de julio de 2020 07:00 h

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Quede claro, desde el principio, que le veo más inconvenientes que ventajas a que el servicio de Correos admita niños pequeños para su envío. Hubo un tiempo en que se hizo, e incluía ofertas que debieron resultar muy tentadoras para muchos usuarios. Por ejemplo, pagando diez centavos de franqueo podías asegurar al chiquillo en 50 dólares, de modo que si se perdía resultabas bien compensado. A pesar de ello mucha gente debió compartir mi punto de vista, o los gastos crecieron más que los ingresos, y el servicio acabó desapareciendo. Más información y alguna foto aquí.

Pero, dejando a la infancia al margen, hace años que tengo gran admiración por el servicio de Correos y sus profesionales. La mayor parte de lo que se les confía llega a su destino cumplidamente, en perfecto estado, aunque con velocidad variable. Compárese ese comportamiento con el de muchos de los servicios por los que debemos pasar en un momento u otro de nuestra vida social (aseguradoras, administración pública, bancos…) y se verá lo que quiero decir.

Desde Maratón, pasando por Miguel Strogoff, el compromiso de los mensajeros con la tarea que se les confía es proverbial. A pie, a caballo, en vespa o con zancos, como el francés de la foto, los carteros sobrellevan la adversidad, algunas veces hasta el heroísmo, con tal de entregar sus recados. Entrega que frecuentemente se acompaña con una sonrisa: en una sociedad que adora a notorios evasores de impuestos, nuestra felicidad depende sobre todo de humildes trabajadores que saben que su tarea debe hacerse bien.

Por supuesto, nada humano es perfecto. A lo largo de los años ha habido decepciones, cosas que no llegan debido a accidentes varios y desconocidos, entre ellos seguramente alguna falta de honradez en uno de los muchos puntos implicados en el trayecto. Pero su número es pequeño con relación no sólo al total de los envíos con resultados correctos. También es mucho menor que el de los que requieren un esfuerzo extra de los trabajadores implicados. Verá usted, yo envío y recibo muchos libros por correo, con una tarifa más barata que la ordinaria. Pues es frecuente que alguno no recogido se me devuelva con indicación clara del problema que hubo para su entrega; no rara vez tras meses de respetuosa espera en la estafeta.

El caso de hoy me ha tenido perplejo un rato. Me llega el sobre de la foto, con membrete de la librería que lo envía. Detrás pone que no se ha encontrado al destinatario. Hasta ahí, una devolución más. Lo curioso es que no tengo nada que ver con esa librería. Librería que indica en el exterior del envío su página web, pero no su dirección postal. Y alguien, sabiendo que el contenido es un libro porque así está indicado en el sobre, lo abre, copia la dirección de la editorial con la indicación remite y…, el libro vuelve a la editorial que lo produjo. Si eso no es eficacia y esfuerzo extra, que venga Hermes y lo vea.

Así que, con cierto estremecimiento, encuentro una razón más para oponerme al envío postal de criaturas. A los editores nos asfixia la devolución de ejemplares invendidos de las librerías. Pero ¿qué sería de nosotros si además alguien pusiera nuestra dirección como remitente de cualquier niño que no pueda entregarse?

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