Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Escribir
Al escribir, en los días mejores, parece como si el teclado del ordenador fuera de pronto un piano. Tiene el lenguaje su música, aunque no estén demasiado claras sus partituras, que también las hay. En la escritura el ritmo es ese algo un tanto misterioso que hace que unas cosas fluyan y otras no. Lo escrito gusta no sólo por lo que dice sino, también, por cómo suena eso que se dice. Cuando leemos bailamos al compás de las palabras que se pronuncian adentro de nosotros.
Escribir es un ejercicio fascinante. Uno no escribe como habla y, quizás por eso, la escritura nos ilumina con una forma de pensar distinta. No se piensa igual cuando se escribe que cuando no. Mientras uno escribe el pensamiento avanza de distinta manera por los recovecos de la mente. A determinadas ideas uno solo puede llegar escribiendo, como determinados lugares solo se pueden alcanzar buceando. Escribir es un remolino en el que se entremezcla lo que uno busca de forma premeditada con lo que uno, sin esperarlo, encuentra. Escribir es ir a la caza de palabras en las que hemos pensado pero, también, es dejarse sorprender por palabras que salen a buscarnos para anunciarnos cosas de las que no nos habíamos percatado. El oficio es elegir con acierto qué, en medio de ese torbellino, formará parte del texto y qué no.
La escritura está, por lo tanto, a medio camino entre la iluminación y la toma de decisiones racionales y frías. Esa frialdad a la hora de elegir no resta verdad a lo escrito porque la verdad, la verdad literaria sobre todo, no sólo está en la emoción sino también en la inteligencia. Para escribir hay que saber dejar a un lado al apasionamiento. No se escribe arrastrado por las emociones aunque las emociones pueden estar en la base de lo que uno escribe. Hay filtros, muchos, que decantan las cosas que uno siente o piensa antes de que pasen al papel. La escritura es un trabajo que oscila entre la intuición, la sorpresa y el conocimiento. En ese cruce de caminos, algunas veces, vibra de pronto la literatura.
Al escribir, en los días mejores, parece como si el teclado del ordenador fuera de pronto un piano. Tiene el lenguaje su música, aunque no estén demasiado claras sus partituras, que también las hay. En la escritura el ritmo es ese algo un tanto misterioso que hace que unas cosas fluyan y otras no. Lo escrito gusta no sólo por lo que dice sino, también, por cómo suena eso que se dice. Cuando leemos bailamos al compás de las palabras que se pronuncian adentro de nosotros.
Escribir es un ejercicio fascinante. Uno no escribe como habla y, quizás por eso, la escritura nos ilumina con una forma de pensar distinta. No se piensa igual cuando se escribe que cuando no. Mientras uno escribe el pensamiento avanza de distinta manera por los recovecos de la mente. A determinadas ideas uno solo puede llegar escribiendo, como determinados lugares solo se pueden alcanzar buceando. Escribir es un remolino en el que se entremezcla lo que uno busca de forma premeditada con lo que uno, sin esperarlo, encuentra. Escribir es ir a la caza de palabras en las que hemos pensado pero, también, es dejarse sorprender por palabras que salen a buscarnos para anunciarnos cosas de las que no nos habíamos percatado. El oficio es elegir con acierto qué, en medio de ese torbellino, formará parte del texto y qué no.