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Las etiquetas naranjas y azules

Tiene lógica… El grupo municipal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Santander se quedó solo para votar en contra de la propuesta del PRC de poner en marcha un Plan de Choque contra el Desempleo. No es un tema tan importante para el PP, al menos… no tanto como el de las papeleras de la ciudad. Un poco antes, ese grupo (el del PP, les recuerdo) también se quedó solo (pero esta vez con su poder lo sacó adelante) en la votación a favor de la ridícula propuesta de nuestros amigos David González y Cora Vielva, protagonistas indudables de una época de despiste político donde lo más espurio se torna fundamental y lo fundamental se queda en… las papeleras de 160 euros en las que tiramos los chicles ya mascados.

Recuerden que David González y Cora Vielva fueron los indignados concejales que vieron en un concierto de recuerdo del Rock Radical Vasco una confabulación de ETA para infiltrar las inocentes almas de los santanderinos y ofender con guitarras la noble memoria de las víctimas. Ahora, siguiendo con sus hitos políticos, han propuesto (y el PP los apoyó, ese PP que no quería un plan de choque contra el desempleo) que se etiqueten papeleras, farolas y contenedores con sus precios para que los ciudadanos tomen conciencia del valor que tienen y no se líen a patadas contra estos elementos del mobiliario urbano (un suculento negocio para los proveedores, por cierto). Pedro Nalda, concejal de Personal y Protección Ciudadana, estaba entusiasmado con la propuesta de los concejales ¿naranjas?, aunque a mí se me ponga la cara roja, no por rojo sino por vergüenza ajena.

Visto bien el asunto, quizá habría que ampliar la propuesta de Ciudadanos (el partido que nos va a sacar de la corrupción, la ineptitud y el aburrimiento) y etiquetar también a concejales y políticos varios poniendo el valor que nos cuestan al año (unos 3.000 euros brutos al mes en 14 pagas, en el caso de los concejales, o dietas de 215,46 euros por día sin necesidad de justificación para el resto) para que nadie se líe a patadas con ellos cuando le llegue la carta de despido, o cuando se le acabe la prestación por desempleo, o cuando no pueda pagar la cuenta de la energía y sus hijos tiriten de pobreza.

Sigamos poniendo etiquetas, que como dice David González, las campañas de sensibilización son buenas. Podríamos etiquetar a las mujeres golpeadas o maltratadas sicológicamente e indicar el dolor en el que viven o, siguiendo la lógica Ciudadanos, poner el valor de la atención médica que reciben y lo que nos podríamos ahorrar sin violencia de género; o etiquetemos la mierda de perro que haya por la ciudad indicando cuánto gastamos en comida para mascotas para dedicarlo a comprar papeleras; o etiquetemos el vial que le costó la vida a Amparo Pérez (¿Cuánto nos costó matarla en pro del desarrollo inerte de la ciudad de cemento?); o etiquetemos los sensores de la smart city del exalcalde exiliado en Madrid para saber cuánto le pagamos a Telefónica o a IBM por este costoso juguete que quita empleos humanos para invertir el dinero en mantenimiento tecnológico; o etiquetemos los sobrecostos en las obras públicas y quién se ha quedado con el billete…

Podríamos etiquetar tantas cosas… De momento, y ante su carácter anónimo, deberíamos etiquetar a David González, a Cora Vielva o a Pedro Nalda para que cuando vayan por la calle sepamos quiénes son y les agradezcamos su dedicación generosa a la ciudad antes de patear alguna papelera, o de quemar algún contenedor, o de subirnos a las farolas para orinar desde la altura y demostrar que la música radical vasca ha hecho de los santanderinos y santanderinas unos indomables y salvajes seres animalizados.

Mientras, el grupo municipal del Partido Popular debe separar el polvo de la paja y, aunque la oposición haya obligado a la alcaldesa al Plan de Choque contra el Desempleo (los concejales de Ciudadanos igual estaban tomando el pincho de tortilla), debe poner las máquinas a funcionar para imprimir miles de etiquetas que nos hagan reflexionar sobre el destino de nuestros impuestos (ya saben: mundiales de vela, viales inútiles, turbo-rotondas galácticas, Gürtel varias, vacaciones reales… las cosas importantes de la vida). Igual así, en vez de patear papeleras, decidimos tirar a la basura la estupidez y la vacuidad que nos atenaza en un sistema tan absurdo como dañino.

Tiene lógica… El grupo municipal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Santander se quedó solo para votar en contra de la propuesta del PRC de poner en marcha un Plan de Choque contra el Desempleo. No es un tema tan importante para el PP, al menos… no tanto como el de las papeleras de la ciudad. Un poco antes, ese grupo (el del PP, les recuerdo) también se quedó solo (pero esta vez con su poder lo sacó adelante) en la votación a favor de la ridícula propuesta de nuestros amigos David González y Cora Vielva, protagonistas indudables de una época de despiste político donde lo más espurio se torna fundamental y lo fundamental se queda en… las papeleras de 160 euros en las que tiramos los chicles ya mascados.

Recuerden que David González y Cora Vielva fueron los indignados concejales que vieron en un concierto de recuerdo del Rock Radical Vasco una confabulación de ETA para infiltrar las inocentes almas de los santanderinos y ofender con guitarras la noble memoria de las víctimas. Ahora, siguiendo con sus hitos políticos, han propuesto (y el PP los apoyó, ese PP que no quería un plan de choque contra el desempleo) que se etiqueten papeleras, farolas y contenedores con sus precios para que los ciudadanos tomen conciencia del valor que tienen y no se líen a patadas contra estos elementos del mobiliario urbano (un suculento negocio para los proveedores, por cierto). Pedro Nalda, concejal de Personal y Protección Ciudadana, estaba entusiasmado con la propuesta de los concejales ¿naranjas?, aunque a mí se me ponga la cara roja, no por rojo sino por vergüenza ajena.