Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Y tan felices
Cantabria está en la senda de que la legislatura que termina el próximo año lo haga con 20.000 parados menos. Lo ha dicho el presidente y si lo dice el presidente debe ser así. Es una buena noticia, en el caso de que se cumpla, cosa de lo que no dudo. Lo que no me cuadra es entonces otra noticia: La población de Cantabria se reducirá en 50.000 personas en los próximos 20 años. Y lo dice el Icane, el instituto oficial que se dedica a hacer larguísimas tablas en hojas excel. ¿Dónde está el efecto llamada de tanta agitación del mercado laboral? ¿Tan alto será el crecimiento vegetativo negativo que todos los que se vayan lo harán al otro mundo?
Una de dos: o los que quedemos estaremos todos trabajando; o los que queden serán empleados públicos, jubilados y rentistas y el resto, los que estén en edad de trabajar y que aspiren a algo más que a un contrato de seis horas, se irán. Así todo cuadra. Nada mejor que bajar el paro reduciendo la población activa. Y el último, que apague la luz.
Los dados están echados y Cantabria se sumerge en esa beatífica España rural y de servicios calidad 'high class' que ocupa un rincón del país. Porque somos 'high society' hasta cuando nos dirigimos con estilo al excusado. Lo dicen todos los días los escudos nobiliarios que lucen sobre los portales. Nada malo puede sucederle al pueblo elegido, ese que lleva con orgullo el anagrama familiar en el underwear.
Lo mejor de todo está por llegar y es que nuestros sueños se verán cumplidos: sueños de tranquilidad y esparcimiento, verdes praderas y agrestes ríos de montaña, de 'startups' molonas y ecosostenibles, de pleno empleo de siete a ocho, findes 'low cost' en Marrakesch y clústers de camarería y restauración. Algo así como Marina D'Or pero con tudancas pastando junto a la piscina.
No somos los únicos. Otras regiones y ciudades españolas, ajenas a la batahola de las ruidosas metrópolis y los codiciosos territorios forales, comparten este sueño de placidez en el que los padres devoran el futuro de sus hijos con la misma tranquilidad con la que rellenan una bonoloto.
Cuando me dijeron que la capital de Andalucía ya no es Sevilla, sino Málaga, no me lo podía creer. ¡Pero si solo es una ciudad con 36 museos! Qué gente más atrasada. No como nosotros que tenemos un puñado y los dos más importantes en sedes provisionales, con esa provisionalidad que en Cantabria significa décadas. Pero luego vinieron a incordiarme más diciéndome que Canarias había modificado su modelo de turismo y que estaba creciendo como la espuma. Y qué decir de Barcelona, la gran urbe de España fuera de España, cuyas empresas en fuga se dirigen a Levante y a Madrid y desprecian este vergel del norte al que se tarda en llegar solo ocho horas por autopista de pago (avión y tren, descartados). No me lo podía creer. ¿A dónde iba a ir Tesla cuando saliera de Barcelona? ¡Cómo pueden ser tan obtusos como para quedarse en L'Hospitalet de Llobregat!
Algún día alguien tendrá que darse cuenta de que está dejando escapar este privilegio de acompañarnos. Formar parte de la España que se sumerge en la placidez del noroeste, del campo castellano, extremeño y andaluz, de los páramos de Huesca y Teruel, de los racialmente puros valles de la Cataluña profunda. Ellos se lo pierden. Han preferido el estímulo vacuo de las grandes ciudades a la calidad de vida que nos legaron nuestros ancestros. Han vendido su alma por un puñado de futuro y solo nos dedicarán cortas visitas a este enorme Parque de Cabárceno que engullirá toda la región. Para ellos el PIB, para nosotros el matamoscas tallado en cuerno de mamut. Quedaremos pocos, pero trabajando. Y tan felices.
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