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El fin del bipartidismo
Según las últimas encuestas, las próximas elecciones generales podrían suponer el fin del turnismo bipartidista de PP y PSOE. Nuevas formaciones podrían arrebatar el Gobierno español a esos dos partidos o al menos abocarlos a conformar una gran coalición –al estilo de la grosse koalition alemana– que evidenciaría ya del todo una tramoya cuidadosamente diseñada cuarenta años antes.
La transición del franquismo a la monarquía parlamentaria consistió en reemplazar el andamiaje de la dictadura nacionalcatólica por otro, homologable con los regímenes liberales del entorno, que permitiría involucrar plenamente a España en las estructuras políticas, económicas y militares del capitalismo internacional, conservando y consolidando el estatus de las clases dominantes. ¿Cómo? Sustituyendo el partido único del franquismo por dos grandes partidos de centro –uno de centro-derecha y otro de centro-izquierda–, encargados de protagonizar la mascarada que garantizaría la paz social del régimen del 78 y del sistema capitalista.
Tuteladas por el jefe del Estado designado por Franco y por los poderes fácticos interiores y exteriores –empezando por el Departamento de Estado norteamericano y la CIA–, cuatro fuerzas políticas –la AP del exministro franquista Manuel Fraga, la UCD del también exministro franquista Adolfo Suárez, el PSOE de Felipe González y el PCE de Santiago Carrillo– protagonizaron la reforma de la dictadura, que sentó las bases del bipartidismo imperfecto que rige la política institucional española desde entonces.
El papel de partido de centro-derecha ha correspondido a UCD de 1977 a 1982, a AP de 1982 a 1989 y al PP desde 1989 (el año en el que Alianza Popular, que ya integraba a numerosos cuadros de la extinta UCD, se refundó como Partido Popular) hasta la fecha. Por contra, el papel de partido de centro-izquierda ha correspondido siempre al PSOE, con cuyo control se hicieron González y su equipo en el congreso celebrado en la localidad francesa de Suresnes en 1974.
El bipartidismo –desde la UCD de Suárez y el PSOE de González hasta el PP de Mariano Rajoy y el PSOE de Pedro Sánchez– se ha caracterizado por los grandes consensos y la identificación de las principales políticas de los dos partidos que en cada momento lo han vertebrado, empezando por una política económica marcadamente neoliberal.
Como instrumento concebido y puesto en marcha para conservar y consolidar todo un estado de cosas, el bipartidismo ha contado con un sistema electoral diseñado ad hoc y una potente maquinaria propagandística que –con el voto útil como axioma– han impedido que cualquier otra formación ponga en peligro el turnismo. Al menos, hasta la crisis económica y la gestión neoliberal de ésta por parte tanto del PSOE como del PP. Y es que, según las encuestas, un partido de izquierdas, Podemos, y otro de derechas, Ciudadanos, (ni Podemos se dice de izquierdas ni Ciudadanos se dice de derechas, pero lo son) podrían amenazar un bipartidismo que ni IU ni UPyD llegaron nunca a poner en peligro.
Pero no conviene olvidar que una cosa es amenazar las posiciones de PP y PSOE, otra cosa es amenazar el bipartidismo, otra cosa es amenazar el régimen del 78 y otra cosa es amenazar el sistema capitalista, entre otras cosas porque el sistema capitalista puede sobrevivir sin el régimen del 78, el régimen del 78 puede sobrevivir sin el bipartidismo e incluso el bipartidismo puede sobrevivir sin el PP y el PSOE. Y tampoco conviene olvidar que la esencia del bipartidismo español no es que esté constituido por dos partidos –podría estarlo por tres o por cuatro, sin que cambiara nada más que su nombre–, sino su condición de instrumento de las clases dominantes para garantizar su dominio. Por ello, la cuestión principal no es si se acerca el fin del bipartidismo, sino si se acerca el fin de las políticas y del estado de cosas que el bipartidismo se ha encargado de garantizar. En este sentido, Podemos plantea más de una incógnita, pero de Ciudadanos hay pocas dudas de que sólo cabe esperar más de lo mismo. Probablemente, mucho o muchísimo más, pero de lo mismo.
Según las últimas encuestas, las próximas elecciones generales podrían suponer el fin del turnismo bipartidista de PP y PSOE. Nuevas formaciones podrían arrebatar el Gobierno español a esos dos partidos o al menos abocarlos a conformar una gran coalición –al estilo de la grosse koalition alemana– que evidenciaría ya del todo una tramoya cuidadosamente diseñada cuarenta años antes.
La transición del franquismo a la monarquía parlamentaria consistió en reemplazar el andamiaje de la dictadura nacionalcatólica por otro, homologable con los regímenes liberales del entorno, que permitiría involucrar plenamente a España en las estructuras políticas, económicas y militares del capitalismo internacional, conservando y consolidando el estatus de las clases dominantes. ¿Cómo? Sustituyendo el partido único del franquismo por dos grandes partidos de centro –uno de centro-derecha y otro de centro-izquierda–, encargados de protagonizar la mascarada que garantizaría la paz social del régimen del 78 y del sistema capitalista.