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Fraude democrático: el caso Ganemos

Corría el año 2015 y la política nacional estaba en plena ebullición. El fenómeno Podemos irrumpió con fuerza en las elecciones europeas de 2014, arrastrando la ola de indignación que llenó las calles en 2011, redireccionando el discurso impugnatorio hacia lo institucional. Asaltando los cielos, aunque luego se hayan quedado en la casilla de salida. Pero esa es otra historia y merece ser contada en otra ocasión.

Ada Colau y su equipo, al igual que sucedió en otros puntos del territorio español, canaliza ese ímpetu ciudadano hacia el municipalismo y encabeza lo que en un principio se denominó Guanyem Barcelona. Y es entonces cuando hace su aparición lo que podríamos denominar como el 'Ganemos Fantasma'. Dos días antes de que la plataforma catalana se inscribiese en el Registro de Partidos Políticos, Juliá de Fabián -recuerden este nombre- a través de tres testaferros, se adelanta. Provenientes del también partido Hartos, sin ningún tipo de estructura ni aval ciudadano, se hacen con la marca al rechazar el MIR las alegaciones del equipo de Colau, obligándoles a cambiar el nombre: Barcelona en Comú. Primera partida ganada. Deberíamos preguntarnos por qué se rechazan esas solicitudes, dando manga ancha al 'Ganemos Fantasma', si ya había otros partidos con esa denominación inscritos anteriormente, o si un tiempo después abrieron la mano a inscripciones con la misma denominación. La posible connivencia de un gobierno del Partido Popular, interesado en desbaratar las iniciativas municipalistas ante la más que posible fuerza de su aterrizaje en el escenario político, planea sobre esas decisiones. Las cloacas en este Estado son muy profundas y realmente apestan.

Con la proliferación de las múltiples plataformas ciudadanas por todo el Estado de cara a las elecciones municipales de 2015, la gente de Juliá encuentra el filón que estaban buscando. Crean una web en la que ofrecen la herramienta legal, el paraguas electoral, con la cual, quienes no tengan partido o no puedan constituirse como agrupación de electores, puedan presentarse a las elecciones. “Ganemos es un partido instrumental, sin afiliados y sin estructura que cede la marca sin contraprestación alguna, así como la independencia de las candidaturas” y “la renuncia de la marca desde todo punto de vista político y jurídico”. O eso vendían en su web.

Así, nos encontramos con 29 candidaturas y 49 concejales controlados por el 'Ganemos Fantasma' repartidas por España después de las elecciones. El resto fueron, como ya he comentado, otro tipo de Ganemos o coaliciones con IU y otros colectivos, donde el partido fraude solo prestaba su marca. Supongo.

En Santander, lo sucedido con Ganemos forma ya parte de la historia política de esta ciudad. Lo que se conoció como el 'Tatianazo' acabó con Antonio Mantecón en el banquillo de los no adscritos y con un proceso judicial que ha terminado dando la razón al edil de Santander Sí Puede, aunque esta aún abierto el recurso ante el Tribunal Supremo. Otras candidaturas sufrieron situaciones similares (Hospitalet, Camargo, Azuqueca…) por no plegarse a los chantajes y extorsiones del dueño de la marca. Entre todas creamos la plataforma DesmontandoGanemos, donde se ha ido recopilando toda la información y testimonios que dan fe de la estructura mafiosa de un partido creado con la única intención de sustraer el dinero público de las instituciones para beneficio de unos pocos.

Pero las elecciones de 2019 están escribiendo un nuevo capítulo en la negra historia de esta formación, que solo aparece en los procesos electorales, saliendo del cajón de los indignos. Como dijo su fundador, Juliá de Fabián, “Ganemos es una empresa política” y este año están llevando esa premisa hasta sus últimas consecuencias.

Han presentado candidaturas fantasma en varios municipios del Estado. Curiosamente allí donde ya hay colectivos fuertes y con representación trabajando durante estos cuatro años bajo el nombre de Ganemos, los otros Ganemos, los de verdad, los buenos. Jerez, Córdoba, Bilbao, Toledo, Albacete, Sabadell, Hospitalet, Erandio, Tres Cantos, Pinto…y, cómo no, Santander. En todos ellos, las personas que conforman las candidaturas son completos desconocidos, que no provienen del mundo de la política, pero tampoco de los movimientos sociales o el activismo en cualquiera de sus formas. Eso tendría su aquel si compramos la idea de la “gente corriente haciendo política”, pero nada más lejos de la realidad. La mayoría no residen en los municipios donde se presentan, ni siquiera en la comunidad autónoma –en el caso de Bilbao el 80% reside en Cantabria, incluso el cabeza de lista- y muchos de ellos han sido captados mediante anuncios por internet ofreciendo trabajo y un buen sueldo durante cuatro años. O directamente engañados presentándoles por municipios diferentes a los que se supone que optaban.

Me gustaría decirles que esto es un fábula, que realmente no existe esta trama corrupta cutre y casposa, que nuestra democracia no es un coladero para gente sin escrúpulos. Me gustaría decirles que es un grupo de activistas antisistema que se burlan de nuestro sistema representativo, que por otro lado hace aguas desde hace mucho tiempo. Pero no puedo. Solo espero que en alguna parte exista un resquicio de dignidad y alguien con mucha más capacidad y responsabilidad que todas nosotras decida tomar cartas en el asunto y hacer lo que debe: acabar con uno de los mayores fraudes políticos de este país. Y mientras tanto, si me leen, tengan cuidado a la hora de escoger su papeleta este 26M, no sea que alguien se pegue la vida padre a costa de su voto.

Corría el año 2015 y la política nacional estaba en plena ebullición. El fenómeno Podemos irrumpió con fuerza en las elecciones europeas de 2014, arrastrando la ola de indignación que llenó las calles en 2011, redireccionando el discurso impugnatorio hacia lo institucional. Asaltando los cielos, aunque luego se hayan quedado en la casilla de salida. Pero esa es otra historia y merece ser contada en otra ocasión.

Ada Colau y su equipo, al igual que sucedió en otros puntos del territorio español, canaliza ese ímpetu ciudadano hacia el municipalismo y encabeza lo que en un principio se denominó Guanyem Barcelona. Y es entonces cuando hace su aparición lo que podríamos denominar como el 'Ganemos Fantasma'. Dos días antes de que la plataforma catalana se inscribiese en el Registro de Partidos Políticos, Juliá de Fabián -recuerden este nombre- a través de tres testaferros, se adelanta. Provenientes del también partido Hartos, sin ningún tipo de estructura ni aval ciudadano, se hacen con la marca al rechazar el MIR las alegaciones del equipo de Colau, obligándoles a cambiar el nombre: Barcelona en Comú. Primera partida ganada. Deberíamos preguntarnos por qué se rechazan esas solicitudes, dando manga ancha al 'Ganemos Fantasma', si ya había otros partidos con esa denominación inscritos anteriormente, o si un tiempo después abrieron la mano a inscripciones con la misma denominación. La posible connivencia de un gobierno del Partido Popular, interesado en desbaratar las iniciativas municipalistas ante la más que posible fuerza de su aterrizaje en el escenario político, planea sobre esas decisiones. Las cloacas en este Estado son muy profundas y realmente apestan.