Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Gafas
Perdí las gafas de sol y el sol no dejaba de molestarme, se ponía delante de mi parabrisas a primera hora de la mañana o última de la tarde y me cegaba y yo me acordaba de mis gafas de sol y las echaba de menos. Eran horribles pero hacían su función. Así que fui a la óptica para comprarme unas y me graduaron la vista. Llevaba cinco años sin hacerlo y mi miopía había aumentado un poco en el ojo izquierdo y considerablemente en el derecho. El óptico me explicó que el ojo está diseñado para mirar a lo lejos, para localizar bisontes o gacelas desde lo alto de una colina, y no para enfocar una letra del cuerpo doce en un teléfono móvil, en un libro o en un ordenador. Así que tuve que comprarme unas gafas normales también.
No me resulta fácil escoger unas gafas. Llevaba cinco años con las anteriores y cambiarlas era como ponerme otras cejas, otros ojos, otra boca u otra nariz. Con todas me veía raro. Me probaba unas y otras y me sentía Mister Potato quitándome y poniéndome cosas de la cara; me miraba inseguro al espejo de la óptica y como las gafas de prueba no están graduadas me tenía que pegar al espejo para poder ver algo con unos ojillos que vistos de cerca me parecieron tristes. Probé a hacerme fotos con el teléfono móvil para verme desde una perspectiva más adecuada. El óptico me miraba con una mezcla de ternura y desesperación mientras yo estiraba mi brazo y miraba a la cámara un tanto incómodo. Al final escogí unas sin estar demasiado convencido.
El día que las recogí me las puse, me miré en el espejo y no me vi demasiado mal: una mezcla entre Harry Potter y John Lennon. De las de sol prefiero no hablar aquí… Luego salí a la calle con mis cristales limpios y sin rayar, con la vista bien afilada, y era como si el mundo hubiese pasado de reproducirse en un viejo vídeo VHS a un aparato de alta definición. De pronto, los contornos estaban definidos, las luces al atardecer no se dispersaban. Yo, que normalmente tiendo a ver un milagro en todo lo que miro, ando emocionado desde entonces. Si me quito las gafas la realidad se vuelve un cuadro impresionista, si me las pongo me invade el gozo de ver tan bien todo lo que veo. Todo lo miro y por mucho que lo mire nada se desgasta. Sólo hay una cosa que no entiendo: no sé cómo la gente que ve con nitidez no va mostrando su júbilo por la calle, no sé cómo no van dando saltos de alegría ante el espectáculo que se despliega incansablemente ante nosotros.
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