Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Gorros rojos
Es requisito indispensable dominar el biciclo autoequilibrado. Conviene además no tener el cuero cabelludo muy sensible, porque los gorros son asiáticos y de tinturas dudosas. Se graban las presentaciones individuales de los candidatos y se almacena todo para atesorar presencias tan sumisas como esforzadas. La imagen es muy importante para el cultivo de lo idéntico. Es imprescindible el consentimiento escrito de los aspirantes para el uso global de la imagen y la palabra. No vaya a ser que por animar el consumo nos metamos en un lío.
El cursillo obligatorio de formación dura media hora y su contenido, letánico, recuerda vagamente a los “koans”, esas preguntas zen que tienden a reemplazar la razón con la ensoñación y que sobre todo prescriben la infalibilidad de los maestros como única forma de conocer la verdad. Todo sigue pautas recursivas: ¿Se puede ser feliz sin empleo? ¿Se puede tener empleo y no ser feliz? ¿Existe tu trabajo cuando estás en el paro o en el ERE o en el ERTE o en cualquier otro estado del cuerpo laboral? Tu trabajo va contigo, es tu vida, la felicidad es tu vida, el empleo es la felicidad. No hay en ello ningún misterio. Sólo necesitas tu necesidad.
Sabemos que el empleo en nuestra empresa proporciona felicidad y que la labor que va acompañada de alegría no es tortura, es uso, cultura de lo útil, elevación del cuerpo y del alma hacia la posición del líder. Nadie es explotado si no se siente explotado. Aquí no hay seguidismo: cada empleado es un microlíder fundido en el equipo. Dejemos claro de una vez que somos los mejores y nos dirigen los mejores.
Podemos apreciar que la felicidad que parece interrumpirse con el fin de temporada permanecerá si comprendemos la naturaleza de los ciclos económicos en un mundo que (¡estad seguros de esto!) no puede ser de otra manera. Vuestra labor va a ser grande porque los folletos y promociones los repartís en una gran superficie tan grande como la vida. No es necesario explicaros qué expresión debéis llevar en vuestras caras: fijaos en los anuncios.
Sed sabios. Preparaos para la aventura de no salir de estos pasillos en un mes. Sed asertivos, receptivos, flexibles y, en caso de duda, consultad las terminales punto de venta, y nunca olvidéis que la empresa siempre tiene soluciones. Por eso es empresa.
Bolas envueltas en anacondas de espumillón. Cielos de láser surcados por ofertas. La guerra es juego. El juego es el consumo. El consumo es la paz. Música extrusiva sale a ráfagas de botellas de champán renderizadas y cae como lava sobre los cerebros-cromas. Sólo hay tres marcas en el compás: fun, fun, fun. Trineos ardiendo cerca de la Cola del Perro. El gorrito reglamentario que inventó Coca-Cola (los ilusos pretenden boicotearla por incumplir las sentencias de la justicia laboral; pónganos unos cubatas, señor ministro) permite seguir tanto las evoluciones de los reponedores como las de las máquinas pulidoras entre las secciones que han ocultado las cosas de primera necesidad para abrir el mundo a la ortodoxia festiva. La primera necesidad también alcanza precios navideños. Duplique su miseria, no sea vulgar.
Miles de gorritos rojos con ribetes de espuma sintética blanca van a llover, están lloviendo ya, sobre las resignadas cabezas de otros tantos trabajadores en precario. Las horas son muchas; los horarios, arbitrarios, y el sueldo es una mierda. Además, la apropiación de la imagen por la empresa, la imposición de disfraces, rituales y villancicos tecno a toda pastilla deberían contar como abusos, pero los avestruces cotidianos que husmean el sucedáneo de mazapán lo aplauden como tradición. Esta es la cornucopia hueca del mercado, lo más natural, dicen, lo estacional, el ciclo de las festividades que se siguen celebrando con oropeles de plástico para mantener el consumo, camuflar la escasez y consolidar la desigualdad.
Chicos y chicas con uniformes de paradigmas deportivos aguantan cualquier cosa para tratar de paliar su sed de futuro. Ofrecen grasas de palma bajo tocados del refresco sodado (no olviden el boicot) y ruedan por los pasillos enarbolando promociones. Puede que muchos piensen que les están estafando para que estafen. Pero es lo que hay, se dicen: es lo que hay.
Es requisito indispensable dominar el biciclo autoequilibrado. Conviene además no tener el cuero cabelludo muy sensible, porque los gorros son asiáticos y de tinturas dudosas. Se graban las presentaciones individuales de los candidatos y se almacena todo para atesorar presencias tan sumisas como esforzadas. La imagen es muy importante para el cultivo de lo idéntico. Es imprescindible el consentimiento escrito de los aspirantes para el uso global de la imagen y la palabra. No vaya a ser que por animar el consumo nos metamos en un lío.
El cursillo obligatorio de formación dura media hora y su contenido, letánico, recuerda vagamente a los “koans”, esas preguntas zen que tienden a reemplazar la razón con la ensoñación y que sobre todo prescriben la infalibilidad de los maestros como única forma de conocer la verdad. Todo sigue pautas recursivas: ¿Se puede ser feliz sin empleo? ¿Se puede tener empleo y no ser feliz? ¿Existe tu trabajo cuando estás en el paro o en el ERE o en el ERTE o en cualquier otro estado del cuerpo laboral? Tu trabajo va contigo, es tu vida, la felicidad es tu vida, el empleo es la felicidad. No hay en ello ningún misterio. Sólo necesitas tu necesidad.