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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Gracias, Santander

He leído con mucha atención los tuits que los cántabros hemos pagado a Enrique Iglesias por su inserción en la cuenta del artista y compartidos igualmente en otras dos redes sociales de su titularidad.

Francamente, nos ha salido cada palabra a precio de trufa negra de Perigord, solo que puestos a elegirlas (las palabras, no las trufas), hubiera esperado un golpe de ingenio un poco más creativo que ese lacónico “gracias, Santander”. Tengo razones más que fundadas para sospechar que los tuits de Enrique Iglesias no los redacta Haruki Murakami, pero teniendo en cuenta el alcance y el impacto, bien le podríamos haber soplado algo un poco más agudo.

“Gracias, Santander por una noche mágica” y ocho signos de exclamación ha sido lo más florido que hemos conseguido arrancarle, si bien el video que lo acompaña acredita más de cuatrocientas mil reproducciones. Examinando las imágenes, apenas se ve la bandera española de Puertochico y unas imágenes pasadas a toda velocidad en las que cuesta ver lo que parece Castelar y quizá la calle Francisco Palazuelos o puede que la calle Gándara en vertiginoso descenso de la cámara.

Todo ello ha costado algo más de cien mil euros y ha llegado, aparentemente, a un numeroso público que -suponemos- lo ha valorado de forma muy positiva, asociando la imagen de la ciudad con la del cantante e influencer, como se dice ahora. Se me ocurre pensar que quizá podríamos haber empleado un poco mejor el espacio con un mensaje que, en tanto que pagado, podría haber resultado más atractivo e impactante que ese educado pero escueto “gracias, Santander”.

No quiero imaginar lo que nos hubiera costado que Iglesias hubiera colocado en sus redes una imagen de sí mismo tomando unas rabas en Peña Herbosa, posando con la mirada perdida en el horizonte desde los acantilados de Mataleñas o paseando, foulard al viento, por las arenas de El Sardinero. Pero sin poner al hijo de Julio en ninguna de estas tesituras, estarán de acuerdo conmigo en que seguramente podría haber dicho algo más sembrado sobre las bondades de nuestra tierra.

Dicen las autoridades que el impacto del concierto en la ciudad ha superado los 17 millones de euros y lo valoran como un rotundo éxito, aunque quienes asistieron le ponen algunos peros a la calidad del espectáculo. Todo es opinable, la ciudad ha recibido una importante afluencia de turistas este verano y aunque no cabe imputarle más que una parte a Enrique Iglesias, lo cierto es que todo suma.

Ahora bien, si el artista se ha llevado más de 100.000 euros por tres tuits de los de aquella manera y las consiguientes reproducciones en Instagram y Facebook, imagínense lo que ha cobrado por el concierto. No me extraña que diga -y no pare de repetir- a todo el que le quiera escuchar, aquello de “gracias, Santander, por una noche mágica”.

He leído con mucha atención los tuits que los cántabros hemos pagado a Enrique Iglesias por su inserción en la cuenta del artista y compartidos igualmente en otras dos redes sociales de su titularidad.

Francamente, nos ha salido cada palabra a precio de trufa negra de Perigord, solo que puestos a elegirlas (las palabras, no las trufas), hubiera esperado un golpe de ingenio un poco más creativo que ese lacónico “gracias, Santander”. Tengo razones más que fundadas para sospechar que los tuits de Enrique Iglesias no los redacta Haruki Murakami, pero teniendo en cuenta el alcance y el impacto, bien le podríamos haber soplado algo un poco más agudo.