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Hablando (también) de Juana

La alegre contumacia de los jueces cuando aplican el derecho de familia. El desproporcionado reparto de poder en las alturas. La complicidad de las Iglesias, religiones y poderes celestiales con la opresión de las mujeres. Bueno… en eso estamos todavía, y por eso, para esclarecer las formas de dominación y cómo se ejerce ésta (vease Juana) y, al mismo tiempo, para denunciar la injusticia de ciertas normas sociales que solo benefician a quienes ostentan el poder es por lo que una servidora se declara completa, abiertamente feminista y sin tapujos.

Así pues, esta servidora ha decidido repensar ciertos aprendizajes sobrevenidos más que nada por si este pequeño esfuerzo pudiera servir de algo y se ha puesto a repasar la huella de esa niña blanca de clase media enseñada a intercambiar obediencia por privilegio; la de esa joven educada para ser una amable monita; la de la mujer que escuchó y analizó por vez primera la palabra opresión durante los Juicios de Burgos, corriendo con sus compañeras y compañeros delante de los grises; la mujer con dos hijos (machos); la feminista que odia no solo la violencia sino también los malos modos, la falta de delicadeza masculina; la mujer con arrugas que ha dejado de menstruar, también cuenta; la escritora que sabe bien que con un bello lenguaje se puede también mentir y lo que es más, que muy a menudo el lenguaje del opresor tiene un hermoso sonido; la mujer que intenta, como parte de su resistencia, actuar limpiamente; la mujer que es una y somos todas (aunque algunas no lo sepan todavía) que hoy declara contra las incoherencias de esa injusticia legal que maltrata a Juana y pide Justicia (verdadera) para ella, consciente de que para que esto suceda tiene que haber una transformación imaginativa de la realidad.

¿Imaginativa? Disculpen, en realidad creo que esto sería pedir demasiado pues para que exista imaginación tendría que existir también cierta libertad de mente (¡JA!), tendría que haber lo que tiene que haber y de “eso” me temo, no hay mucho en esta sociedad de viejos machos ergo… lo tenemos difícil, hermanas. Además, no sé si os habréis dado cuenta que la historia de nuestros esfuerzos ha sido ocultada una y otra vez y que cada una de nuestras batallas tiende a ser enfrentada como si saliera de la nada, como si cada una de nosotras no hubiera vivido, pensado y trabajado con un pasado histórico y un presente de lo más deficiente y que precisamente esta es una de las formas por medio de la cual se ha hecho aparecer nuestro trabajo y nuestras reivindicaciones como algo esporádico, errante, huérfano de cualquier tradición propia o lo que es lo mismo, como si todo nuestros esfuerzos estuvieran siempre cayendo de un guindo, como si siempre estuviéramos empezando o, de hecho, fueran una ocurrencia sin sentido en contra de la patria potestad. De las patrias potestades. Resumiendo: que yo, si fuera Juana, haría cualquier cosa antes de entregar a mis hijos. Y cuando digo cualquier cosa, quiero decir cualquier cosa.

La alegre contumacia de los jueces cuando aplican el derecho de familia. El desproporcionado reparto de poder en las alturas. La complicidad de las Iglesias, religiones y poderes celestiales con la opresión de las mujeres. Bueno… en eso estamos todavía, y por eso, para esclarecer las formas de dominación y cómo se ejerce ésta (vease Juana) y, al mismo tiempo, para denunciar la injusticia de ciertas normas sociales que solo benefician a quienes ostentan el poder es por lo que una servidora se declara completa, abiertamente feminista y sin tapujos.

Así pues, esta servidora ha decidido repensar ciertos aprendizajes sobrevenidos más que nada por si este pequeño esfuerzo pudiera servir de algo y se ha puesto a repasar la huella de esa niña blanca de clase media enseñada a intercambiar obediencia por privilegio; la de esa joven educada para ser una amable monita; la de la mujer que escuchó y analizó por vez primera la palabra opresión durante los Juicios de Burgos, corriendo con sus compañeras y compañeros delante de los grises; la mujer con dos hijos (machos); la feminista que odia no solo la violencia sino también los malos modos, la falta de delicadeza masculina; la mujer con arrugas que ha dejado de menstruar, también cuenta; la escritora que sabe bien que con un bello lenguaje se puede también mentir y lo que es más, que muy a menudo el lenguaje del opresor tiene un hermoso sonido; la mujer que intenta, como parte de su resistencia, actuar limpiamente; la mujer que es una y somos todas (aunque algunas no lo sepan todavía) que hoy declara contra las incoherencias de esa injusticia legal que maltrata a Juana y pide Justicia (verdadera) para ella, consciente de que para que esto suceda tiene que haber una transformación imaginativa de la realidad.