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Leónidas y la repera patatera
No fue lo más grave, ni mucho menos, pero el regocijo facilón, el penoso vacile e incluso la expresión no solo vulgar, sino también errónea de “la repera patatera”, me alteró los nervios cuando la escuché recientemente en boca del director general de la Agencia Tributaria. Se refería a los datos que obran en su poder en torno a la amnistía fiscal y el caso Rato, asuntos que a mí no me parecen en absoluto divertidos, ni susceptibles de broma ninguna.
Comparé estas palabras con otras intervenciones tan inadecuadas o más, no solo en expresión de quienes ostentan el poder, sino en la de muchos otros que aspiran a sucederles. Y la consecuencia dolorosa que extraigo de esta colección interminable de simplezas y actitudes fuera de lugar es que España carece de liderazgo. No somos un pueblo fácil, lo admito, pero aún queda más comprometido nuestro futuro sin la presencia de líderes carismáticos que nos ayuden a conseguir nuestros objetivos.
No me malinterpreten, no estoy pensando en un “querido líder” al estilo de Corea del Norte, esto no es un problema de izquierda y derecha. Tampoco podemos pedir un Leónidas, el rey espartano que no solo contuvo con sus trescientos guerreros a un inmenso ejército persa en el paso de Las Termópilas, sino que fue capaz, con su ejemplo, de unir el destino de los griegos.
De los hechos de Leónidas, nos da cuenta Herodoto en su obra Historias, en la que explora el origen de las guerras médicas. El erudito romano recuerda que el Oráculo de Delfos ya anunció que un rey debería sacrificar su vida para salvar a su pueblo:
Mirad, habitantes de la extensa Esparta, o bien vuestra poderosa y eximia ciudad es arrasada por los descendientes de Perseo, o no lo es; pero, en ese caso, la tierra de Lacedemón llorará la muerte de un rey de la estirpe de Heracles. Pues al invasor no lo detendrá la fuerza de los toros o de los leones, ya que posee la fuerza de Zeus.
España ha sufrido los embates de una fuerza mucho más poderosa que el devastador ejército de Jerjes, como ha sido una crisis descomunal; sin embargo, la forma de encarar ambas amenazas ha sido diametralmente opuesta.
Mientras Leónidas, aún conociendo la siniestra advertencia del Oráculo, se colocó junto a sus espartanos al frente de una alianza de las polis griegas, aquí se han dedicado a saquear a los españoles dejándoles completamente indefensos ante un cataclismo del sistema económico.
Cuando el ejército persa superó los desfiladeros de Las Termópilas gracias a la traición de unos pastores, Leónidas se mantuvo firme al frente de sus trescientos espartanos, ofreciendo el sacrificio de sus vidas para conseguir que sus compañeros pudieran huir y reagruparse. Tal como anunció el Oráculo, Leónidas perdió la vida en el transcurso del combate, pero incluso en sus últimos momentos reciben sus hombres los elogios de Herodoto:
Aquí se mantuvieron hasta el final, aquellos que todavía tenían espadas usándolas, y los otros resistiendo con sus manos y sus dientes.
En España quienes debían liderarnos en este combate frente a la crisis comenzaron negándola, luego se pusieron de perfil y acabaron contando nubes. Pero quienes los reemplazaron incumplieron sus promesas cuando no llevaban siquiera una semana al frente del país. Aquí no necesitamos que nos amenacen con los informes que tienen sobre nosotros, ni queremos que valoren los datos del paro desde una pantalla de plasma. Tampoco ofrece confianza quien mezcla las churras, las merinas, Soria y Machado. Ni mucho menos la nueva revolución que nos cortará a todos la coleta. Lo que de verdad necesitamos es un grupo de líderes carismáticos que nos guíen con su ejemplo.
Estamos hartos ya de ministros que promulgan leyes que ellos mismos no cumplen, de recaudadores que montan empresas consultoras para meter la cuchara o de milagreros económicos que se lo llevan crudo. Estamos cansados de aquellos políticos que vuelven la espalda a los ciudadanos para servir a las grandes compañías y vivir después a la sombra de los consejos de administración. Estamos hasta el pelo de los que “asesoran” a las multinacionales cuando lo que que deberían hacer es defendernos. Si nos piden austeridad, que sean ellos los primeros austeros. Si nos exigen esfuerzo, que prediquen ellos con el ejemplo y si hay que combatir a los persas que conduzcan ellos las primeras filas.
Como dijo un presidente de los Estados Unidos, un líder es aquel que consigue que los demás hagan lo que no desean y que lo hagan contentos. En la colina en la que murió el último de los espartanos, se levantó un montículo funerario -ya perdido- con un epitafio que según Herodoto rezaba así:
Oh, extranjero, informa a Esparta que aquí yacemos todavía obedientes a sus órdenes.
No fue lo más grave, ni mucho menos, pero el regocijo facilón, el penoso vacile e incluso la expresión no solo vulgar, sino también errónea de “la repera patatera”, me alteró los nervios cuando la escuché recientemente en boca del director general de la Agencia Tributaria. Se refería a los datos que obran en su poder en torno a la amnistía fiscal y el caso Rato, asuntos que a mí no me parecen en absoluto divertidos, ni susceptibles de broma ninguna.
Comparé estas palabras con otras intervenciones tan inadecuadas o más, no solo en expresión de quienes ostentan el poder, sino en la de muchos otros que aspiran a sucederles. Y la consecuencia dolorosa que extraigo de esta colección interminable de simplezas y actitudes fuera de lugar es que España carece de liderazgo. No somos un pueblo fácil, lo admito, pero aún queda más comprometido nuestro futuro sin la presencia de líderes carismáticos que nos ayuden a conseguir nuestros objetivos.