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Literatura y salvación

Si se abre ligeramente un libro y se coloca con el lomo mirando hacia el cielo se crea, en ese momento, algo como una tienda de campaña. Quizá por eso, por complicada que sea la situación en la que me encuentre, hallo siempre una guarida en la literatura. Es la literatura un lugar parecido a la vida pero que no es exactamente la vida. Allí uno coge fuerzas, perspectiva, visión, para arrojarse a vivir de nuevo otra vez con más arrojo, con más inteligencia.

No se puede vivir siempre dentro de la literatura pero la literatura ayuda a desbrozar los caminos de la vida que están enmarañados. Escribir cura y salva. Leer, cura y salva más todavía. Muchos escritores realizan afirmaciones parecidas, es casi un mantra que se repite. La literatura me ha salvado. La literatura me ha salvado. La literatura me ha salvado. De tanto repetirse puede parecer una frase hecha. Pero no.

Carmen Martín Gaite dijo: “De todos los trances amargos que he pasado en la vida, siempre me ha salvado la palabra. La literatura nos salva la vida”. La escritora rumana Herta Müller, Premio Nobel, afirmó: “La literatura me ha salvado de mí misma y quizá del miedo”. La poeta uruguaya Piedad Bonnet asegura: “La poesía me ha salvado la vida” (y lo dice ella que vive con el suicidio de su hijo a cuestas). El autor portugués António Lobo Antunes escribió: “La literatura me ha salvado de la idea del suicidio que tanto me ronda. Yo lo he volcado todo en las palabras”. El poeta Jesús Montiel explica: “La escritura para mí es un puente que me ha salvado. Desde niño he sido muy introvertido. La escritura me ha salvado de ese aislamiento. Es una extremidad con la que llego a los demás”.

Yo no sé explicar bien cómo la literatura me salva pero sé que lo hace. De pequeño, como tantos niños de mi generación, me escondí muchas veces debajo de una manta, acompañado por una linterna y una manzana, a leer 'La historia interminable'. Creo que no he dejado de hacerlo nunca: cada vez que abro un libro, de alguna manera, me echo una manta encima. Cada vez que escribo me siento adentro de algo que, por muy desnudo que yo esté, me da cobijo. Da igual que me encuentre en un bar, en una playa, en el banco de una plaza concurrida o en medio de un conflicto personal. La literatura, sí o sí, me pone a cubierto de las cosas. Dentro de la literatura hallo, sí o sí, luz y alimento.

Si se abre ligeramente un libro y se coloca con el lomo mirando hacia el cielo se crea, en ese momento, algo como una tienda de campaña. Quizá por eso, por complicada que sea la situación en la que me encuentre, hallo siempre una guarida en la literatura. Es la literatura un lugar parecido a la vida pero que no es exactamente la vida. Allí uno coge fuerzas, perspectiva, visión, para arrojarse a vivir de nuevo otra vez con más arrojo, con más inteligencia.

No se puede vivir siempre dentro de la literatura pero la literatura ayuda a desbrozar los caminos de la vida que están enmarañados. Escribir cura y salva. Leer, cura y salva más todavía. Muchos escritores realizan afirmaciones parecidas, es casi un mantra que se repite. La literatura me ha salvado. La literatura me ha salvado. La literatura me ha salvado. De tanto repetirse puede parecer una frase hecha. Pero no.