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Lombótomizados

29 de octubre de 2020 10:31 h

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Oídas las declaraciones de la consejera de Educación, Marina Lombó (PRC), cada vez está más claro que se ha equivocado de sector: su lugar está en la Consejería de Ganadería. Es lo que se deduce de su concepción de lo que son los centros educativos: unos sitios en los que se apacienta un ganado (el alumnado) por parte de unos trabajadores pecuarios (los docentes) sumisos a la dueña del cortijo.

Lo cierto es que por sonada que haya sido la decisión de anular la semana de descanso de noviembre, en realidad no es sino una muestra más de la “lombotomía” de la Consejería de Educación. Al margen de que se compartan o no los -peregrinos- argumentos aducidos por la consejera, lo cierto es que el hecho de plantear esto con dos días de antelación muestra que la improvisación y la falta de reflexión se han convertido ya en marca de la casa.

Desgraciadamente, suma y sigue en la línea de despropósitos de la Consejería regionalista. A la pedagógica ocurrencia de prohibir los deberes en la etapa de descanso y prohibir realizar exámenes a la vuelta (lo que obliga al alumnado, en la práctica, a comprimir las pruebas en otras semanas, con los perjuicios que ello ocasiona), se le sumaron las “instrucciones” emitidas durante el confinamiento, que azuzaban al profesorado a poco menos que regalar al curso a unos alumnos necesitados de un discurso radicalmente diferente, y no un paternalismo vacuo que poco les va a ayudar en la vida real. Unas instrucciones que, además, se cargaban la autonomía docente.

La nueva medida cierra el círculo, y si antes la semana de descanso total era clave para el buen rendimiento del alumnado, ahora esa necesidad desaparece por arte de magia. Algo a caballo entre el marxiano “estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros” y la orwelliana redefinición continua del presente en función de las necesidades y caprichos del Gran Hermano.

Un compañero decía que todas estas necedades no eran sino otro paso más en la degradación de la educación pública que llevamos años sufriendo, alimentada por un neoliberalismo que busca tanto el suculento negocio del sector como generar futuros empleados sumisos y acríticos, y por una pseudoizquierda dispuesta a comprar cualquier MacGuffin pedagógico que suene moderno (ABP, constructivismo, TICs...).

Me permito disentir: detrás de la política de esta Consejería no hay ni ideología ni planes maquiavélicos; simplemente hay un vacío absoluto. Toda la (indi)gestión de estos meses es una mezcla delirante de improvisación y desconocimiento. Los docentes sabemos que la ignorancia no es sino el primer paso hacia el conocimiento, pero bajo dos premisas: que se reconozca como tal y que se esté dispuesto a superarla. Diría que ni una cosa ni otra se dan en el actual equipo de la Consejería. Miguel Ángel Serna (PP), de infausto recuerdo, al menos tenía la excusa de atender a un plan ideológico de laminación de la escuela pública en favor de la privada-concertada. Pero la errática política educativa actual sólo tiene una explicación: son los efectos secundarios de una “lombotomía”.

Por último, también toca hacer autocrítica: los docentes nos hemos adocenado. Estamos a la defensiva, hemos permitido que se nos moteje de vagos, de “funcionarios” (como si ese término fuera peyorativo) y no hemos sabido poner en valor nuestro trabajo cotidiano, que es mucho, tal y como demostramos la inmensa mayoría durante el confinamiento.

Ahora toca tirar de orgullo profesional, no recurrir al manido “que lo hagan los sindicatos” (que, conviene recordar, son fuertes cuando nosotros nos movemos) y hacernos valer. Y saber comunicar nuestro trabajo, al tiempo que reivindicamos nuestros derechos y nuestra dignidad (y la de la profesión). Arrimar el hombro en este época toca, pero también toca saber decir basta ante los abusos, los ninguneos, las incoherencias y la incompetencia. Y de todo esto, la Consejería de Educación desgraciadamente va servida...

Oídas las declaraciones de la consejera de Educación, Marina Lombó (PRC), cada vez está más claro que se ha equivocado de sector: su lugar está en la Consejería de Ganadería. Es lo que se deduce de su concepción de lo que son los centros educativos: unos sitios en los que se apacienta un ganado (el alumnado) por parte de unos trabajadores pecuarios (los docentes) sumisos a la dueña del cortijo.

Lo cierto es que por sonada que haya sido la decisión de anular la semana de descanso de noviembre, en realidad no es sino una muestra más de la “lombotomía” de la Consejería de Educación. Al margen de que se compartan o no los -peregrinos- argumentos aducidos por la consejera, lo cierto es que el hecho de plantear esto con dos días de antelación muestra que la improvisación y la falta de reflexión se han convertido ya en marca de la casa.