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Memorias de Kenia

El escenario de una matanza es lo de menos, qué importa si tiene lugar en una plaza concurrida, en unos grandes almacenes o en la redacción de una revista. Sin embargo, confieso que la masacre de Garissa me ha horrorizado profundamente, tanto por su crueldad como por lo enrevesado y simbólico del objetivo. Como profesor universitario, entiendo que el asesinato de los estudiantes es un ataque a la propia esperanza de los jóvenes keniatas que solo intentaban mejorar sus vidas y mejorar su propio país a través de la formación. Esa mezcla de estudiantes cristianos y musulmanes en las aulas –y probablemente con jóvenes de otras religiones- demuestra que la universidad es aún un bastión cultural frente a la barbarie y la intolerancia.

Viendo las fotos de los chicos y chicas asesinados, amontonados en el suelo del campus, necesitaba recuperar la verdadera esencia de Kenia, así que recurrí a Karen Blixen, la escritora danesa que describió las maravillas de esta tierra en Memorias de África. En el año 2000, otra escritora, Else Brundbjerg, publicó un interesante libro sobre la baronesa, titulado Conversaciones con Karen Blixen, que reúne una serie de entrevistas con ella. En sus páginas no se tarda en encontrar numerosas líneas sobre los musulmanes:

El hecho de que los asesinos separasen a los estudiantes según su religión y ejecutasen a los cristianos ha llamado mucho la atención en Europa y Estados Unidos, pero no responde más que a una intención de radicalizar el conflicto, de provocar el odio y encender los recelos, de dividir a la sociedad en bandos. Por eso, cuando he visto las fotografías de musulmanes somalíes manifestando su repulsa en las calles de Nairobi, he pensado que el atentado no ha tenido éxito, que aún queda esperanza para los jóvenes keniatas.

La propia escritora mencionaba a menudo a los somalíes en sus cuentos.

 Ningún atentado alcanzará su objetivo si la sociedad se mantiene firme, si los lazos de solidaridad ante el horror no se desatan, si evitamos la tentación del odio religioso, si trabajamos todos juntos en busca de la paz. Pero todos juntos: cristianos, musulmanes, budistas, judíos, ateos, europeos, africanos, blancos, negros, asiáticos, etc… porque sean cuantos sean los que se empeñan en que la única salida para sus ideas es el asesinato, los que no pensamos así somos muchos más.

Y aquí cobra gran importancia la labor de la universidad; como centro difusor del conocimiento, sí, pero sobre todo como faro que proporcione la luz de los valores humanos para iluminar un mundo cada vez más oscuro. Sobre la Universidad de Garissa se ha desplomado una nube negra y solo el coraje de los profesores y los alumnos supervivientes podrá volver a encender la luz, pero necesitan un fuerte apoyo aunque solo sea a través de nuestro reconocimiento.

En el transcurso de las conversaciones recogidas por Else Brundbjerg, Karen Blixen responde a la pregunta de un grupo de jóvenes deseosos de saber qué le había enseñado la vida:

El escenario de una matanza es lo de menos, qué importa si tiene lugar en una plaza concurrida, en unos grandes almacenes o en la redacción de una revista. Sin embargo, confieso que la masacre de Garissa me ha horrorizado profundamente, tanto por su crueldad como por lo enrevesado y simbólico del objetivo. Como profesor universitario, entiendo que el asesinato de los estudiantes es un ataque a la propia esperanza de los jóvenes keniatas que solo intentaban mejorar sus vidas y mejorar su propio país a través de la formación. Esa mezcla de estudiantes cristianos y musulmanes en las aulas –y probablemente con jóvenes de otras religiones- demuestra que la universidad es aún un bastión cultural frente a la barbarie y la intolerancia.

Viendo las fotos de los chicos y chicas asesinados, amontonados en el suelo del campus, necesitaba recuperar la verdadera esencia de Kenia, así que recurrí a Karen Blixen, la escritora danesa que describió las maravillas de esta tierra en Memorias de África. En el año 2000, otra escritora, Else Brundbjerg, publicó un interesante libro sobre la baronesa, titulado Conversaciones con Karen Blixen, que reúne una serie de entrevistas con ella. En sus páginas no se tarda en encontrar numerosas líneas sobre los musulmanes: