Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Unidad Popular: modelo para armar
Uno de los problemas fundamentales para conseguir una movilización real de la ciudadanía que impugne los aspectos más injustos y desiguales de lo existente es conseguir que estos dejen de ser considerados partes inevitables del paisaje social. Es lo que se llama conseguir un cambio en el sentido común social de la gente, expresión que afortunadamente se ha puesto de moda, conforme la radicalidad de la crisis social y política del sistema ha ido generando mucho sufrimiento y una relativa respuesta. Respuesta insuficiente todavía, pero muy superior a la conocida antes de la situación actual. Pero un cambio de sentido común social, implica también que amplios sectores de la ciudadanía identifiquen medidas de transformación social (de programa social), posibles y radicales que puedan cambiar lo existente. Al identificarlas, identifican también a los perjudicados por esas medidas: las élites, la casta, la oligarquía, no hay diferencias.
La Unidad Popular, política y electoral, debería ser la expresión organizada de la formulación de ese nuevo sentido común social, acorde con la realidad de movilización y enfrentamiento social real que se ha producido estos años. En parte, eso se ha conseguido con las candidaturas municipales de Unidad Popular que han triunfado en las elecciones del 24 de mayo. Sin embargo, las posibilidades de extender ese ejemplo exitoso a las elecciones generales de diciembre parecen alejarse. Se alejan no tanto por los hegemonismos y sectarismos existentes, que también. Fundamentalmente lo hacen porque no abordan la formulación movilizadora de esa lucha por un nuevo sentido común social, de la lucha por la hegemonía social contra la del poder dominante en España.
En su análisis de las elecciones catalanas, Íñigo Errejón y Pablo Iglesias dicen que “nuestros adversarios quieren encajonarnos en el margen izquierdo del tablero y encerrarnos a hablar de nosotros mismos”, lo que indica, en mi opinión, parte importante del (des)enfoque con el que se aborda la construcción de la Unidad Popular.
En España nunca ha habido, desde 1978, un margen izquierdo del tablero ocupado. La izquierda política emancipadora ha sido marginal en el régimen bipartidista, siempre ha ido por detrás de un movimiento social que nunca fue capaz de encontrar una expresión política que se correspondiera con su realidad. Cabe recordar, sin exagerarlas, la importancia de las movilizaciones sindicales que dieron lugar al medio estado de bienestar en los ochenta y noventa, las movilizaciones contra la OTAN y las dos guerras del Golfo o la lucha contra el servicio militar obligatorio y por la insumisión. Todas ellas tuvieron importancia y consecuencias, todas ellas se hicieron contra el régimen del PSOE-PP y nunca consiguieron generar una propuesta política que cuestionara ese régimen. Eso no es ocupar ningún espacio. Cuando lo que se escucha cada vez más es cambio, gente, o propuestas ilusionantes de izquierda, o feminismo o república como entes genéricos e identitarios, es cuando nos encerramos a hablar de nosotros mismos.
Pelear por el centro del tablero, es generar un espacio ofensivo por la emancipación que ofrezca una alternativa que la gente considere creíble, posible y necesaria en su radicalidad, no hacerse de centro.
Esa alternativa para generar un nuevo sentido común social debe hablar con la gente, con los de abajo, con los oprimidos. Hay que desarrollar una política fiscal progresiva que revierta esa situación y proporcione recursos públicos. El rescate ciudadano, la pobreza, la exclusión y la pérdida de derechos laborales y sociales impuestas por el régimen bajo el paraguas de la crisis, deben ser identificadas y corregidas, como hacen ya los nuevos ayuntamientos. Y dentro de la regeneración democrática, hay que derogar la legislación liberticida y antisocial que está reduciendo peligrosamente el estado de derecho: leyes mordaza, reformas laborales, Ley Wert, las reformas sanitarias que acaban con la sanidad universal, etc.
El régimen de 1978 ha perdido mucha de su legitimidad, es necesario plantear un nuevo escenario constitucional con propuestas claras sobre la ampliación de los derechos de ciudadanía, la organización territorial del Estado y a favor de la república.
Con esos mimbres, las elecciones podrían ser un proceso de movilización ciudadana en el que hubiera un programa soportado en una candidatura unitaria peleando por el centro del tablero, peleando por un nuevo sentido común social. Los resultados lo que desde luego harían, sería consolidar un polo sociopolítico nuevo, con fuerza y capacidad de irradiación social. Sin duda tendría gran capacidad de influencia y de negociación y blindaría a las instituciones municipales y autonómicas conseguidas en las elecciones de mayo. Significaría abrir una situación completamente nueva, que podría facilitar una mayor implicación y movilización de sectores sociales desencantados y marginados, los más perjudicados por las políticas antisociales. No es el cuento de la lechera, es el único camino.
No es el propósito de estas líneas ir más allá en las razones que han impedido acuerdos unitarios de carácter general, sino contribuir a explotar las posibilidades de Unidad Popular que todavía puedan quedar en Cantabria, en consonancia con los acuerdos a los que se ha llegado en otras regiones. En estos días, y si la generosidad y el buen sentido se impusieran, debería ser posible un acuerdo-llamamiento que integrase, al menos, a dos fuerzas políticas como Podemos y Ahora en Común. Cito a ambas, por ser las más implicadas en el próximo proceso electoral y en torno a las que han pivotado los intentos fallidos de acuerdo estatal.
¿Por qué podría ser posible un principio de acuerdo? Porque podrían protagonizar una campaña por ese nuevo sentido común social, que fuera el altavoz de la ciudadanía que se ha movilizado y se moviliza hoy en Cantabria. Porque significaría un golpe de ilusión, una inyección de adrenalina moral en los movimientos, las organizaciones sociales y la gente que esperan propuestas de movilización electoral como las de Ahora Madrid o Barcelona en Común. Porque la propia evolución de la situación estatal, da un margen de acuerdo posible tanto a Podemos como Ahora en Común a nivel regional. Porque supondría la única posibilidad, difícil pero cierta, de disputar por primera vez con el bipartidismo a tres de Cantabria en unas elecciones de la importancia de estas, esa posibilidad galvanizaría también a mucha gente que sentiría que su voto puede valer para algo.
Impulsar, apoyar y presionar en esa dirección, es una obligación de toda la ciudadanía que quiere acabar con la vieja política, con la exclusión social, con la corrupción, quienes se movilizan en luchas diversas, deben hacerse oír también en esta. Nuestra exigencia debe basarse, en la transparencia, la democracia para la toma de decisiones y en el programa expresión de un nuevo sentido común social.
Ninguna lucha es la final, pero perder la oportunidad de cuestionar y cambiar de manera significativa este régimen que deriva hacia la opresión y el autoritarismo, sería una grave irresponsabilidad en la que no deberíamos incurrir.
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