No leas esta tribuna, son vacaciones

¿Vacaciones, para quién? Si uno ve o escucha los medios de comunicación generalistas pensará que el país ha parado, que Cantabria ha parado, que todo el mundo está subido al coche dispuesto a esta obsesión cinética que parece marcar el siglo XXI. Imagino la cara de póker de los miles de trabajadoras y trabajadores del sector servicios que se va a deslomar en estos días, la de las y los conductores de bus, la de los servicios de limpieza, la de las personas esclavizadas en los call centers, la de muchas de las 29.661 personas que están desempleadas y no pueden conjugar el verbo vacacionar, la del que tiene días libres y la cuenta bancaria encarcelada, o la de los miembros de los cuerpos de seguridad o de los servicios de emergencias que están pendientes del enésimo accidente o pérdida en esta loma, en aquel risco o aquella carretera comarcal.

¿Vacaciones, para quién? Es probable que nadie lea esta tribuna porque quién carajo va a frenar su furia vacacional para dedicarle tiempo; quién estará de días libres gracias a la imposición religiosa y no la leerá porque la música repetitiva y estridente de los pasos de la autodenominada como “semana santa” mantiene su dolor de cabeza trabajando al 100 por 100, o quién querrá leer a un amargado que piensa que la realidad no es solo de oficinistas con horario y funcionarios con capacidad adquisitiva, sino que miles de personas estarán trabajando o en casa porque no tiene recursos para dedicarlos a viajar en estos días de parón forzado.

Sé que vivo una realidad paralela. Mientras cada día veo noticias (léase, anuncios gratis) de los músicos superestrella que vendrán en verano a ese o este festival, ando preocupado por la dictadura que Trump anda instalando en Estados Unidos o la que ya funciona hace años en El Salvador, Hungría o China; me tiene en desvelo la indolencia general ante este momento histórico y me preocupa cómo las portadas de los diarios (que si la mujer del presidente, que si un edificio municipal sin ocupar en Santander, que si una consulta por el color de los ladrillos de no sé qué parque para turistas y élite…) son claras maniobras de distracción ante lo verdaderamente estructural o ante lo que afecta gravemente a la vida de las personas (el alquiler al que no se llega, la patera que se hunde en intento vano de alcanzar Europa, el imparable avance del feminicidio, la arbitrariedad de la justicia, la difusión de antivalores que socavan la convivencia…); me pregunto por el futuro de Cantabria y no veo un solo plan coherente, sino una suma de inversiones y medidas que, por lo general, benefician a quien no lo necesita; me angustia la falta de servicios públicos básicos en nuestros pueblos que hacen que los derechos dependan de tener un coche y un margen de tiempo para desplazarte antes de morir tratando de llegar a un centro de salud; no entiendo las inversiones milmillonarias en la cultura de las megainfraestructuras mientras cada vez veo más lejos a la mayoría de nuestra población de una oferta cultural diversa y plural…

Me van a perdonar el desahogo, pero es que la semana de la Pasión suele meterme en un frenético laberinto de tristeza individual por la carencia de una mínima preocupación por lo colectivo. No estamos de vacaciones, estamos intentando sobrevivir, comer pescado fresco, pagar la hipoteca o el alquiler, sostener al familiar o al amigo que vive con ansiedad o depresión, animando a un entorno cada vez más deteriorado y ensimismado en sí mismo, buscando recursos inexistentes para proyectos sociales, agitando el pensamiento para ver si de una vez despertamos y hacemos algo por cambiar las cosas. Tengo unas inmensas ganas de no escribir tribunas como esta, aunque, en realidad, da igual. Nadie la leerá porque estamos de vacaciones.