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Pedro, sé fuerte

Hay que reconocer que al Partido Popular le está saliendo bien la estrategia para conseguir revalidar el Gobierno de la nación. Tras el fracaso de la investidura de Mariano Rajoy, dicha estrategia es forzar la ruptura del principal aspirante a ocupar el trono, el Partido Socialista de Pedro Sánchez, para conseguir la abstención con que Mariano Rajoy seguirá al frente de la nación sin necesidad de reválida electoral. 

Esto, que no puede hacerse sin la colaboración necesaria y tartufa de quienes desde dentro del PSOE prefieren mirar a otro lado en aras a una supuesta estabilidad, ha llevado a esta formación a una de las crisis, no por larvada, más feroces de los últimos años.

Lo significativo del caso socialista, y no solo socialista por cuanto pueden aplicarse la misma lectura otros partidos, empezando por el PP, es que pone de relevancia dos cosas: primero, que el reforzamiento del liderazgo interno vía conquista del poder en esta coyuntura no se aplica, dado que el poder se aleja y no se acerca; y segundo, y más importante, pone de relieve la endeblez democrática interna de los partidos, sacando a relucir uno de los muchos cánceres que le aquejan: las 'baronías'.

Cuando un presidente de los Estados Unidos pasa al retiro se le construye una biblioteca y se le pasea por foros y misiones humanitarias, pero de forma tácita acepta no volver a oírse su voz en política. Y lo cumplen. George Bush, padre e hijo, tienen sus bibliotecas, sus fundaciones... y ya no se les oye.

En España, en donde ser exministro es un cargo vitalicio, el 'prestigio' de expresidentes, exministros, exconsejeros y así un largo etcétera arroja continuamente elementos de distorsión de la normalidad democrática en un guirigay de dimes y diretes. En otras palabras, no callan ni bajo la ducha.

Quienes no callan tampoco baja lo ducha son los 'barones' actuales. Lo de barón, que es un título de la baja aristocracia, es un concepto fácil de entender y difícil de explicar en términos democráticos. Un 'barón', un 'notable', en un partido, es aquel que toca el poder, es decir, el cajón del dinero público, y por lo tanto alcanza un 'prestigio' interno que le sitúa en una posición que porfía con los órganos estatutariamente elegidos en los partidos en un ámbito que les queda grande: un líder territorial no tiene por qué ser líder más allá de los límites de su territorio. De lo contrario, créense consejos de notables internos y concédaseles el poder.

En otras palabras: la crisis interna del socialismo saca a la palestra la gran cuestión: ¿quién manda en los partidos?

Desde un punto de vista de la legitimidad estatutaria, el órgano soberano de los partidos es la asamblea, el cónclave de militantes. A partir de ahí, y con todas las variantes posibles, los partidos eligen órganos intermedios y órganos de dirección, con procesos reglados de debate y elección. De ahí emanan las listas electorales y los cargos públicos.

La cadena se pervierte por el enrocamiento de las direcciones y cuando se cuelan eslabones antiestaturarios. El 'prestigio', y no es una palabra baladí, sino que se remonta a las antiguas sociedades primitivas en donde el 'rey' o el 'hombre fuerte' adquiría tal posición mediante guerra, proezas o dádivas, es el pecado original de los partidos españoles.

Y es un pecado (la palabra es desafortunada, lo sé) alimentado por las propias direcciones, que precisamente no brillan por transparencia y accesibilidad. Surgen así pequeños reyezuelos venidos de provincias, que han alcanzado el poder precisamente en el contexto de un partido, aunque ellos estén convencidos de que el mérito es suyo al más puro estilo alcaldón, y que irrumpen en la vida interna de los partidos cuando la dirección pone en cuestión algo importante, cuando cruza un Rubicón.

¿Cuál es el Rubicón en este caso? Poner en riesgo el statu quo. Con Podemos soplando en las orejas, y las grandes empresas y entidades financieras haciéndose cruces ante una posibilidad de acceso al poder de la formación morada, lo que está en juego, y los 'barones' lo han cogido a la primera, no es tanto la unidad de España, sino un sistema político y económico que tiene cautiva a la mayor parte de la población. Un 'barón' territorial lo entiende a la primera y prefiere tener un Gobierno enfrente de signo contrario que no tener a nadie.

¿Quién nombró a Pedro Sánchez?

El PSOE.

¿Cuál es el crimen de Pedro Sánchez?

No hacer presidente a Rajoy.

¿Qué pasaría si Pedro Sánchez cede y permite a Rajoy gobernar?

Una buena noticia para Podemos.

¿Cuál es el futuro del PSOE en ese contexto?

La irrelevancia o la extinción. Pasó en Grecia y en Italia. ¿Por qué no iba a pasar aquí?

En toda formación ha de haber un equilibrio entre liderazgo y partido. Cuando hay liderazgos fuertes por lo general la estructura es débil. Y a la inversa, partidos fuertes tienen liderazgos relativos. Pedro Sánchez, que aspira a presidir el país, ve cómo se le quema la casa. Tendrá que apagar primero el fuego antes de aspirar a nada. Pedalear y cambiar la rueda de la bicicleta es imposible. Apagar el fuego es pacificar el partido y establecer un nuevo statu quo en donde quede claro el papel de liderazgo y el papel de la estructura. Ahí es nada.

Hemos pasado del 'Luis, aguanta', el 'cariñoso' SMS de Mariano Rajoy a su extesorero, al 'Pedro, sé fuerte', de Iceta a Pedro Sánchez. Al menos, me reconocerán que, independientemente de filias y fobias, hay una diferencia.

Siempre hemos oído que ser coherente con las ideas, mantenerse en ellas, ser firme, es algo elogiable, aunque esconda cabezonerías suicidas. Churchill, cuando se le hacían ver sus contradicciones, decía que rectificar entraba en su dieta. Pedro Sánchez se ha mantenido en su negativa a abstenerse para investir presidente a Mariano Rajoy. Y está siendo coherente con lo dicho. Todo el mundo tiene derecho a acertar y también a equivocarse. Y, por lo demás, en ningún sitio está escrito que militar en un partido sea obligatorio.

Hay que reconocer que al Partido Popular le está saliendo bien la estrategia para conseguir revalidar el Gobierno de la nación. Tras el fracaso de la investidura de Mariano Rajoy, dicha estrategia es forzar la ruptura del principal aspirante a ocupar el trono, el Partido Socialista de Pedro Sánchez, para conseguir la abstención con que Mariano Rajoy seguirá al frente de la nación sin necesidad de reválida electoral. 

Esto, que no puede hacerse sin la colaboración necesaria y tartufa de quienes desde dentro del PSOE prefieren mirar a otro lado en aras a una supuesta estabilidad, ha llevado a esta formación a una de las crisis, no por larvada, más feroces de los últimos años.