Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Podemos baja a la tierra
¿Por qué no ha celebrado Podemos su espectacular irrupción en la política institucional andaluza? Pues porque, como sus dirigentes no han dejado de repetir desde que pusieron en marcha el partido, Podemos no nació para ser un actor secundario –no nació para ejercer las tareas de oposición ni para integrar o apoyar gobiernos dirigidos por el PSOE, la pata izquierda del bipartidismo–, sino para convertirse en el actor principal de la política española. “Nacimos para ganar”, han insistido siempre. Por eso otros partidos aún estarían dando botes de alegría con 15 escaños –partiendo de cero– en el Parlamento de Andalucía, mientras que Podemos, tercera fuerza política en la comunidad autónoma con el 15% de los votos, ha recibido el resultado con caras largas.
Podemos aspiraba (¿sigue aspirando?) a acabar con el bipartidismo, primero ganando las elecciones generales para evitar que España siga siendo gobernada por la Troika y después conformando un gran bloque para avanzar hacia un proceso constituyente que supere el régimen del 78. Y aspiraba (¿sigue aspirando?) a lograrlo presentándose ante la sociedad –una sociedad con escasa y deficiente formación política– no como un partido de izquierdas, sino como nueva política al margen del eje izquierda/derecha. Pero...
Primero: PSOE y PP sumaron el 62% de los votos y 80 de los 109 escaños a repartir en las elecciones andaluzas, lo que refleja que el bipartidismo puede estar tocado –en las anteriores sumó el 80% de los sufragios y 97 asientos–, pero no está ni mucho menos hundido. Y segundo: es evidente que a Podemos le ha hecho mucho daño que la maquinaria propagandística del régimen del 78 lleve meses criminalizando al chavismo y vinculando al partido de Pablo Iglesias con éste, así como promocionando –y parece que con éxito, a juzgar por sus nueve escaños en las andaluzas– a Ciudadanos, un partido que, como Podemos, también se reivindica como nueva política al margen del eje izquierda/derecha.
El gran objetivo de Podemos no son las autonómicas sino las generales y sería aventurado extrapolar los resultados del domingo al conjunto del Estado –y más teniendo en cuenta que Andalucía no parecía ni parece su mejor plaza–, pero no conviene olvidar que el partido salía “a ganar” las andaluzas y ha tenido que conformarse con 15 escaños de 109. Dicho de otra forma, el 22M no ha acabado con Podemos, pero sí lo ha bajado a la tierra.
Las andaluzas arrojan que, así como Ciudadanos está empezando a ser percibido como lo que es –una especie de Podemos de derechas–, Podemos también está empezando a ser percibido como lo que es: un partido de izquierdas. A partir de ahora, tendrá que valorar cómo influye eso en su determinación de “ocupar la centralidad del tablero político” para llevar a cabo su doble objetivo de ganar las generales y avanzar hacia ese proceso constituyente que deje atrás el régimen del 78. Y tendrá que reconsiderar si continúa recorriendo ese camino en solitario –como tenía previsto, sobre todo tras los resultados de las europeas– o rectifica y apuesta por la convergencia con otras fuerzas de izquierdas.
En cualquier caso, lo primero que debe decidir Podemos es qué hacer ante la investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta de Andalucía. Parece evidente que no votará a favor, pero debe elegir entre facilitar la investidura absteniéndose y no facilitarla votando en contra –tanto en la primera votación como en la segunda–, lo que obligaría a la secretaria general del PSOE andaluz a alcanzar un pacto de investidura más o menos expreso con el PP –o con Ciudadanos–, si no quiere tener que volver a convocar elecciones.
Si Podemos facilita la investidura de Susana Díaz, el establishment elogiará su actitud responsable. Si no la facilita –abocando al bipartidismo a conformar una gran coalición más o menos tácita que evidencie más aún la tramoya del régimen del 78 o a volver a convocar elecciones–, el acoso y derribo contra la formación de Pablo Iglesias no habrá hecho más que empezar. La decisión de Podemos, sea cual sea, entrañará riesgos –de uno u otro tipo– para el partido, pero sobre todo proporcionará muchas claves de futuro.
¿Por qué no ha celebrado Podemos su espectacular irrupción en la política institucional andaluza? Pues porque, como sus dirigentes no han dejado de repetir desde que pusieron en marcha el partido, Podemos no nació para ser un actor secundario –no nació para ejercer las tareas de oposición ni para integrar o apoyar gobiernos dirigidos por el PSOE, la pata izquierda del bipartidismo–, sino para convertirse en el actor principal de la política española. “Nacimos para ganar”, han insistido siempre. Por eso otros partidos aún estarían dando botes de alegría con 15 escaños –partiendo de cero– en el Parlamento de Andalucía, mientras que Podemos, tercera fuerza política en la comunidad autónoma con el 15% de los votos, ha recibido el resultado con caras largas.
Podemos aspiraba (¿sigue aspirando?) a acabar con el bipartidismo, primero ganando las elecciones generales para evitar que España siga siendo gobernada por la Troika y después conformando un gran bloque para avanzar hacia un proceso constituyente que supere el régimen del 78. Y aspiraba (¿sigue aspirando?) a lograrlo presentándose ante la sociedad –una sociedad con escasa y deficiente formación política– no como un partido de izquierdas, sino como nueva política al margen del eje izquierda/derecha. Pero...