Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Nos queremos libres e iguales
Algunas de las personas más importantes de mi vida son mujeres. Todas y cada una de ellas son inteligentes, independientes y aspiran a ser libres en su vida y en sus decisiones, al igual que los hombres más importantes de mi vida.
Mis amigas son físicas, periodistas o ingenieras y, quizás, en un futuro, no las contraten en un puesto de trabajo por estar en edad de poder o querer ser madres. Quizás no puedan optar a una carrera profesional que les llene y para la que les ha costado mucho trabajo formarse porque la conciliación se sigue planteando en clave femenina.
O quizás consigan un trabajo, pero tengan que renunciar a él para ser madres o para cuidar de un familiar dependiente, porque el peso de la maternidad y los cuidados siguen recayendo de forma mayoritaria en las mujeres. En España, por ejemplo, casi la mitad de las mujeres en edad activa están en casa al cargo de las tareas domésticas y los cuidados. Esto también forma parte del patriarcado en el que vivimos porque a mis amigos físicos, periodistas o ingenieros, probablemente no les pasará eso.
Mis amigas y el resto de las mujeres, además, como consecuencia del peso de los cuidados, tienen más posibilidades de trabajar de forma precaria o a tiempo parcial, porque dos de cada tres empleos precarios en España están ocupados por mujeres. La precarización del trabajo se traduce en una brecha salarial de género del 15% por hora trabajada, por lo que mis amigas cobrarán unos 5.000 euros menos al año que mis amigos.
Quizá tengan suerte y ocupen un puesto de dirección, aunque solo el 10% de esos puestos los ocupan mujeres. Tendrán que trabajar y esforzarse el doble para obtener la mitad de reconocimiento que ellos y, además, quizá tengan que soportar comentarios sobre la maternidad o el hogar; se sigue entendiendo que estas son las prioridades femeninas.
Por supuesto, mis amigas también pueden ser víctimas del machismo criminal y ser violadas, vejadas o insultadas. Por ser mujeres están condenadas a vivir con miedo. No queremos vivir teniendo cuidado, queremos vivir libres e iguales. No estamos locas ni somos unas paranoicas, el machismo mata a cientos de mujeres cada año y miles son víctimas de cualquier tipo de acoso.
Además, si mis amigas fueran racializadas, migrantes o musulmanas las desigualdades que ya sufren o pueden sufrir a lo largo de su vida se multiplicarían. Si hubieran llegado a España tras cruzar el Mediterráneo, con toda seguridad hubieran sido violadas en el camino. O si, por ejemplo, vinieran del este de Europa, tendrían muchas posibilidades de terminar en algún prostíbulo, víctimas de trata, satisfaciendo a los hombres que alimentan la prostitución y sustentan a las mafias.
Mis amigas, por supuesto, son feministas, este movimiento imparable al que algunos intentan, como a las mujeres, maltratar, vejar y desacreditar a golpe de datos y acusaciones falsas. Ellas me enseñan cada día, como lo hacéis todas las mujeres, el sentido de la sororidad. Juntas somos más fuertes y juntas paramos para dar un golpe en la mesa y reclamar nuestro lugar. Gritaremos fuerte también por las silenciadas, las que tienen miedo y las que ya no están.
Estamos orgullosas de ser mujeres, pero hartas de vivir en inferioridad por ello. Este 8 de marzo las mujeres paramos y nos manifestamos contra la violencia, los abusos, la brecha salarial, el techo de cristal, la trata de mujeres y todas las formas de machismo que la sociedad más rancia se resiste a derribar. Queremos que la movilización sin precedentes que se consiguió en 2018 se traduzca en hechos y políticas reales que consigan que, por fin, se nos trate como a iguales.
Algunas de las personas más importantes de mi vida son mujeres. Todas y cada una de ellas son inteligentes, independientes y aspiran a ser libres en su vida y en sus decisiones, al igual que los hombres más importantes de mi vida.
Mis amigas son físicas, periodistas o ingenieras y, quizás, en un futuro, no las contraten en un puesto de trabajo por estar en edad de poder o querer ser madres. Quizás no puedan optar a una carrera profesional que les llene y para la que les ha costado mucho trabajo formarse porque la conciliación se sigue planteando en clave femenina.