Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Una de sardinas en Pedreña y un poco de dios, por favor
Nunca he contado ovejas. Mi abuela sí. Ella se dormía rezando el rosario, o recitándolo, no sé. Yo le escuchaba bisbisear y así me iba quedando dormida. Ruega por nosotros. El rosario y las ovejas son para mí la misma cosa. Pecadores. Es lo que tenemos los ateos. Quizá agnósticos, mejor. Que yo no niego la existencia de nada, va la cosa de que no acabo de ubicarla dentro de los límites de mi breve entendimiento.
Pero había una vez. Padre nuestro, que estás en los cielos. Me dormía en misa. Eso era a los 16, claro. Antes me habían pasado cosas fascinantes en la iglesia: por ejemplo, me enamoré de un monaguillo allá por los doce años. Vivía en un ostracismo de palabras y siempre, siempre, se me escapaba la risa fuerte que vive dentro de mí en algún momento grave de la ceremonia. Sentía algo cercano al éxtasis en los cementerios. Si alguno de aquellos adultos jugaba al despiste, me colaba dentro de un nicho en busca de muertos vivientes.
El tema es que, en el fondo y en la forma, no entendí yo nunca nada de aquello.
Tampoco me peleé mucho. Me confirmé y todo. Supongo que conté ovejas, o proyectos de novios, estando despierta. Ave María, llena eres de gracia. Y después me olvidé. Me llevó tiempo, porque la educación católica se te pega en las tripas como una leyenda urbana protagonizada por un chicle. Pero salí indemne de complejos espirituales (y terrenales).
Allahu Akbar.
Los niños de seis años le darán a Dios las gracias por su amistad. Los nuevos textos básicos de Religión publicados en el BOE para Primaria, Secundaria y Bachillerato han sido elaborados por la Conferencia Episcopal Española. Los profesores valorarán si los alumnos memorizan y reproducen fórmulas sencillas de petición y agradecimiento, entre otras cosas. Mamá, ¿me compras un Spiderman? No, ya tienes cuatro. ¡Que me compres el Spiderman! Te he dicho que no. ¡Maldita seas, mamá! Algo de eso.
Este país tiene cosas muy bobas con el tema de la religión. Nos ponemos en plan hijo bastardo y se nos escapan las perturbaciones por los cuatro costados. Mirad los australianos qué salados son. Salitre puro. Más de 40.000 personas se declaran jediístas. Unos cachondos, vaya. A estos fervientes seguidores de un movimiento religioso que sí, basa sus principios fundacionales en La Guerra de las Galaxias y en La Fuerza, seguro que se suma sin dudarlo mi amigo David Remartínez. Él es muy caballero Jedi. Lo mismo me convierte.
Porque esto de los cultos tiene su miga. A los alumnos de Primaria creo que les gustaría más el rollo de los aesires. Los islandeses adoran a Thor, por ejemplo. Pues oye, cada uno a lo suyo. Pero no se lo vamos a contar en clase. Los nuevos contenidos de la LOMCE incluyen los rezos como estándares de aprendizaje evaluables, pero descalzan las referencias a otras creencias religiosas, que anteriormente sí aparecían en el currículo.
El asunto es que en los reinos del frío van a construir el primer templo dedicado a los dioses de la mitología nórdica desde los tiempos de los vikingos. Que quizá sea más sencillo orar a un fortachón de melena rubia con capa roja y un martillo de vete y ven que a un señor que no tiene cara, a lo Alá.
No hay más dios que mi dios no me parece un punto de partida razonable. El pensamiento único y la ausencia de debate llenan las bancadas de jóvenes bostezantes. Mientras tanto, llega la primavera. Las hormonas recorrerán los pupitres bajo el verdadero pensamiento único, que es el que se desata en la pubertad.
Quizá comprendamos un poco mejor a nuestro señor que todo lo puede cuando, con el sol poniéndose, dejemos lo que queda de día frente a una botella de Carrasviñas y una promesa de sardinas asadas en Pedreña.
El sol siempre ha sido un buen dios al que adorar, de eso sabían mucho nuestros ancestros, algo más en sintonía con la naturaleza que estas existencias actualizadas. Y si no que se lo digan a mi compañero de columna. Miguel Ángel Chica toca el tambor y baila la danza del sol mirando al cielo. En algún momento comprendido entre un suspiro y el que le sigue tomará el barco de Jufu, nuestra pedreñera, para alcanzar el otro mundo. Que es El Puntal. Y allí sentado, con una cerveza bien fría y una de rabas en el chiringuito de Tricio, comprenderá que ésta sí es la tierra prometida.
Que al final no sé yo si llegaremos a vislumbrar en qué consiste la naturaleza divina. Lo que está claro es que dios es siempre predecible con estas nubes. Con estas lluvias. Pero siempre, siempre, termina saliendo el sol en Santander.
Nunca he contado ovejas. Mi abuela sí. Ella se dormía rezando el rosario, o recitándolo, no sé. Yo le escuchaba bisbisear y así me iba quedando dormida. Ruega por nosotros. El rosario y las ovejas son para mí la misma cosa. Pecadores. Es lo que tenemos los ateos. Quizá agnósticos, mejor. Que yo no niego la existencia de nada, va la cosa de que no acabo de ubicarla dentro de los límites de mi breve entendimiento.
Pero había una vez. Padre nuestro, que estás en los cielos. Me dormía en misa. Eso era a los 16, claro. Antes me habían pasado cosas fascinantes en la iglesia: por ejemplo, me enamoré de un monaguillo allá por los doce años. Vivía en un ostracismo de palabras y siempre, siempre, se me escapaba la risa fuerte que vive dentro de mí en algún momento grave de la ceremonia. Sentía algo cercano al éxtasis en los cementerios. Si alguno de aquellos adultos jugaba al despiste, me colaba dentro de un nicho en busca de muertos vivientes.