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Trabajadores, crisis y recuperación

En el capitalismo las desigualdades sociales dependen fundamentalmente de las relaciones de producción, que determinan la existencia de las dos clases sociales protagónicas y antagónicas: la de los burgueses o capitalistas–propietarios de los medios de producción– y la de los obreros o trabajadores, que se ven obligados a vender su fuerza de trabajo a los primeros para poder vivir.

Recordemos que el capitalista paga al obrero una parte del valor producido por el trabajo de éste (salario) y se apropia gratuitamente de la otra parte (plusvalía), y el capital es ese dinero que el capitalista acumula a través del trabajo que no remunera a los obreros y que utiliza para comprar más medios de producción y más fuerza de trabajo con el objetivo de repetir la operación y obtener más dinero que el invertido al principio (beneficios).

Sí, ya sé que todo esto es de 1º de Economía, pero yo no tengo la culpa de que lo cuentes por ahí y siga sonando a chino; y no por casualidad.

El caso es que en el modo de producción capitalista el trabajador no es más que fuerza de trabajo que comprar o de la que desprenderse según convenga al burgués de turno. Por eso el paro masivo, los salarios de miseria o la precariedad y temporalidad en el empleo que nos rodean afectan tan negativamente a los trabajadores, pero no a los capitalistas. A los capitalistas les benefician, aunque les toque decir lo contrario.

El desempleo masivo beneficia a los capitalistas porque aumenta la oferta de fuerza de trabajo y eso abarata los salarios. Los salarios de miseria les benefician porque aumentan la plusvalía, de la que se apropian gratuitamente, y con ella los beneficios. Y la precariedad y temporalidad en el empleo les beneficia porque por un lado aumenta su margen de maniobra para disponer y desprenderse de fuerza de trabajo según les convenga y por otro lado aumenta la inestabilidad de los trabajadores y con ella sus dificultades para organizarse y luchar.

Sí, también sé que el empobrecimiento de los trabajadores puede plantear algunos problemas a los capitalistas –dificulta la comercialización de sus productos e incluso amenaza con acrecentar y acelerar la lucha de clases–, pero el ánimo de lucro inmediato que impulsa al sistema no entiende mucho de estas cuestiones.

Los voceros del establishment ya hablan un día sí y otro también de una incipiente recuperación de la actual crisis económica–la mayor de todas las crisis cíclicas del capitalismo desde la Gran Depresión–, aunque esa recuperación de la que hablan es compatible con el paro masivo, los salarios de miseria y la precariedad y temporalidad en el empleo, incluso en los países del denominado Primer Mundo.

Esté o no relativamente próximo el colapso final del sistema, es evidente que la recuperación de los capitalistas va por un lado y la de los trabajadores por otro, aunque a los aplicados voceros del establishment les convenga confundir y meterlo todo en el mismo saco.

En el capitalismo las desigualdades sociales dependen fundamentalmente de las relaciones de producción, que determinan la existencia de las dos clases sociales protagónicas y antagónicas: la de los burgueses o capitalistas–propietarios de los medios de producción– y la de los obreros o trabajadores, que se ven obligados a vender su fuerza de trabajo a los primeros para poder vivir.

Recordemos que el capitalista paga al obrero una parte del valor producido por el trabajo de éste (salario) y se apropia gratuitamente de la otra parte (plusvalía), y el capital es ese dinero que el capitalista acumula a través del trabajo que no remunera a los obreros y que utiliza para comprar más medios de producción y más fuerza de trabajo con el objetivo de repetir la operación y obtener más dinero que el invertido al principio (beneficios).