Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
El transfuguismo vuelve a casa por Navidad
Se presenta una cena de Navidad dura. En los viejos tiempos, diríase antiquísimos, manuales de urbanidad establecían dos líneas rojas a la hora de sentarse a la mesa, dos temas tabú, vamos: política y religión. No era una imposición pero sí lo más recomendable para que los filetes no acabaran volando ni el benjamín recibiera un cachete del pater familias.
Esta Navidad, sin embargo, se promete dura. Con Puigdemont en la boca de todos es seguro que se desate una estampida de ternera y langosta sobre el mantel. Y ya que no se puede desterrar a cuñaos y opinadores (de lo cual me alegro) no habrá tregua, por lo que se promete una noche movida en los servicios de urgencias y trabajo acumulado para las compañías de seguros a terceros. Es lo que tiene la Navidad.
Para que no falte tema de conversación, y darle un toque cantabrista a la cena, el Gobierno de Cantabria y el Parlamento de ídem están preparando una buena: un presupuesto tan voluntarista en lo económico (lo que toca todos los años por estas fechas) como vergonzoso en lo político. Si el dirigente socialista Pablo Zuloaga y los podemitas no lo impiden, daremos la bienvenida al niño Jesús con un menú rico en colesterol y transfuguismo. Nada como empezar el año con tan buenos deseos como malas acciones.
Como no tengo bola de cristal no sé lo que se votará mañana durante el debate en el Parlamento del Presupuesto de 2018, pero me temo que no hay dieta que se salte este menú adobado con un par de mentirijillas, o de postverdad como se estila ahora. Vivimos en un terruño en donde un día hay que subir los impuestos porque es justo y necesario y además hay que pagar la renegociación de pacto de gobierno con más pasta para cada consejería y a las dos semanas se retira porque se conoce que ya pasó la urgencia. Un día se habla de reuniones sin trascendencia con tránsfugas y dos semanas después se reconoce que, bueno, vamos, quiá, se negoció un poquito, pero solo un poquito... y se alcanzó un acuerdo.
Y Zuloaga chinchando para revolver el corral.
Porque va a tener razón el presidente Revilla: el Parlamento de Cantabria es un gallinero.
“No me alborote el gallinero”, le espetó, in absentia, a Zuloaga durante la comida de dirigentes regionalistas el presidente de todos los cántabros. El mensaje no es sutil, pero muy ilustrativo no solo del parecer presidencial, sino de cómo está este patio de Monipodio en que agoniza la legislatura cañí.
Con su gallo, sus gallinas y su comedero, el Parlamento ya dispone de todo el kit para la desconexión cántabra de la moralidad política, una DUI hacia el pasado. Desechemos los obsoletos Nacimientos domésticos y sustituyámoslos por el Hemiciclo Avícola. Vuelve la nostalgia por las navidades pasadas, pero con un toque de I+D+i . Ya veo el recibidor de la abuela con el corral montado sobre el sinfonier en donde no faltarán gallos, con o sin espolones rebanados, un sexador, un capador, un controlador de puestas, un suministrador de pienso, el perro guardián y hasta una comadreja. Y al lado, más pequeñito, otro belén para el Ayuntamiento de Santander que abrió camino con otro presupuesto aprobado con el apoyo tránsfugas. La capital, siempre a la vanguardia smart.
Pero seamos positivos y convirtamos la cena de Navidad, no en un motivo de lamento, sino de regocijo. Preparémosnos para lo que viene, porque los presidentes tienen suerte. Un corral lleno de tréboles de cuatro hojas. Le pasa a Rajoy, quien sin mover una ceja, ha visto cómo baja el precio del barril de petróleo a la mitad, el yihadismo convierte en desiertos los tradicionales destinos turísticos menos España, Merkel afloja la mano y deja que los PIGS asomen la nariz del pozo de la austeridad, e incluso ha domesticado a los españoles, que se han puesto a ahorrar como locos y generar un superávit de país. 2018 va a ser lo más, el prolegómeno de grandes gestas electorales. La deuda baja, la balanza de pagos se dispara y hasta el ladrillo vuelve por Navidad como el transfuguismo. Que los sueldos sigan estancados es un detallito sin importancia.
Y el presidente de Cantabria tiene más suerte aún porque tiene todo lo que antecede y algo que no tiene Rajoy: una oposición suicida.
Pero antes de tanta felicidad, pasemos con 'politesse' el mal trago de la Navidad.
Se presenta una cena de Navidad dura. En los viejos tiempos, diríase antiquísimos, manuales de urbanidad establecían dos líneas rojas a la hora de sentarse a la mesa, dos temas tabú, vamos: política y religión. No era una imposición pero sí lo más recomendable para que los filetes no acabaran volando ni el benjamín recibiera un cachete del pater familias.
Esta Navidad, sin embargo, se promete dura. Con Puigdemont en la boca de todos es seguro que se desate una estampida de ternera y langosta sobre el mantel. Y ya que no se puede desterrar a cuñaos y opinadores (de lo cual me alegro) no habrá tregua, por lo que se promete una noche movida en los servicios de urgencias y trabajo acumulado para las compañías de seguros a terceros. Es lo que tiene la Navidad.