Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Una vaca en Notre-Dame
Una vaca europea recibe a diario una subvención de entre dos y tres euros. Mil millones de seres humanos tienen que sobrevivir con un euro al día. A veces ni eso. 1.000 millones de seres humanos pasan hambre en el mundo y muchos de ellos mueren.
La colecta mundial para reconstruir Notre-Dame ha recaudado en tiempo récord más de 900 millones de euros y alcanzará sin duda los 1.000 millones de euros. Filántropos, empresas e individuos han contribuido a esta cifra en una suerte de competición por ver quién da más y quién da antes.
Inmediatamente ha surgido la cuestión de cómo el dinero aparece por arte de magia cuando interesa. Acabar con el hambre en el mundo está claro que no alcanza tanto interés. Empresas que realizan donaciones cuando negocian a la baja el salario de sus trabajadores, filántropos que obtienen en Francia desgravaciones de entre el 75% y el 66% de sus aportaciones, sin contar la valoración del marketing y prestigio que conlleva un acto de generosidad de tal calibre. Individuos que aportan parte de sus ahorros por las más variadas razones, pías o culturales, pero no se conmueven en igual medida cuando la desgracia se ceba con la carne y no con las piedras.
Sin embargo, no hay que engañarse. Pensar que esos mil millones de euros deberían ir destinados a paliar el hambre en el mundo esconde una suerte de pensamiento mágico que obvia que el hambre tiene una estructura política y económica de fondo que no se alteraría con tal gesto de beneficencia. El hambre en el mundo es otra cosa.
The Giving Pledge, el artefacto creado por Bill Gates y Warren Buffett para que las 168 mayores fortunas del universo donen miles de millones de dólares, lleva años funcionando, lo que no ha impedido que en 2018 el hambre en el planeta alcanzara un repunte. El hambre es otra cosa.
Aunque no se reconstruyera Notre-Dame, aunque los mil millones fueran destinados a África, América y Asia, el hambre seguirá existiendo. Porque el hambre es otra cosa.
¿Qué son los mil millones de la catedral comparados con los dos billones que ha recibido la banca internacional de los gobiernos? ¿Qué comparación resiste con los 67.000 millones del rescate bancario español hecho con dinero público y que ni los bancos se han molestado en devolver? Y aun así, el hambre sería otra cosa.
La crisis financiera, el uso de la agricultura para producir biocombustibles que ha disparado el precio de algunos alimentos, los conflictos armados y el cambio climático están detrás del resurgir de la hambruna. Pero el hambre es mucho más que eso.
El hambre es un factor necesario en una economía global. El fracaso de los predicadores de la buena nueva de la globalización es evidente cuando las diferencias dentro y entre países no solo se han reducido sino que aumentan. Mientras el darwinismo social con ribetes teológicos impere no faltará quien justifique el mal de muchos para el beneficio de unos pocos.
En 2018 las 26 personas más ricas del mundo tenían tanto como la mitad de la población mundial, según Intermon Oxfam. 26 tanto como 3.800 millones de seres humanos. Y ya se pueden caer 100 catedrales que con el dinero que se recaude tampoco acabará. Es capitalismo, es economía globalizada, es estructural, es necesario para que las élites nacionales y mundiales continúen su actividad depredadora. Y este edificio levantado sobre los pilares del expolio y el hambre no tiene la cubierta de madera.
Una vaca europea recibe a diario una subvención de entre dos y tres euros. Mil millones de seres humanos tienen que sobrevivir con un euro al día. A veces ni eso. 1.000 millones de seres humanos pasan hambre en el mundo y muchos de ellos mueren.
La colecta mundial para reconstruir Notre-Dame ha recaudado en tiempo récord más de 900 millones de euros y alcanzará sin duda los 1.000 millones de euros. Filántropos, empresas e individuos han contribuido a esta cifra en una suerte de competición por ver quién da más y quién da antes.