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Vonnegut, Kurt
Kurt Vonnegut, estadounidense, nacido en 1922 y muerto en 2007, ascendencia alemana y veterano de la II Guerra Mundial, fue un gran escritor. Nos dejó una narrativa libre que difumina los límites entre lo real y lo ficticio, que juega con los géneros y se mantiene viva gracias a su voluntad satírica y a su habilidad para retratar una condición humana que nunca termina de salir favorecida en la foto. Un ejemplo: en su novela más conocida, Matadero Cinco, Vonnegut mezcla su experiencia en la guerra con una trama de viajes en el tiempo y una civilización extraterrestre capaz de percibir la realidad en cuatro dimensiones.
La novela, uno de los alegatos antibélicos más crudos que se hayan escrito nunca, es famosa por muchas cosas pero es inmortal por su descripción del bombardeo aliado sobre Dresde. Vonnegut estaba allí, prisionero de los alemanes en un búnker subterráneo, y pudo comprobar de primera mano los destrozos de las bombas incendiarias que acabaron con la vida de más de 25.000 personas y redujeron la ciudad a ceniza y escombros. Resulta admirable que alguien siga siendo capaz de utilizar el sentido del humor después de sobrevivir a una experiencia como aquella.
Ocurre que cuando aparece doblando la esquina del horror el humor trasciende la categoría de recurso estilístico para convertirse en algo mucho más serio y necesario: un arma con la que acercarse de frente a la tragedia sin caer en el cinismo. Vonnegut, que vio cosas terribles, recurrió una y otra vez a la sátira para armar metáforas y contrapuntos con los atrapar el espíritu salvaje de la segunda mitad del siglo XX.
En su novela Cuna de Gato, sobre los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, Vonnegut inventó el Bokononismo, una religión basada en el principio de que los seres humanos necesitan escuchar mentiras para ser felices. La historia, resumida, es más o menos así: en un isla ficticia un dictador ficticio echa mano de su ficticio amigo Bokonon para que le ayude a mantener su sistema político. Bokonon diseña una religión y después sugiere al dictador que prohíba su práctica para que los creyentes tengan algo contra lo que rebelarse y no ataquen los cimientos del sistema.
Es el axioma de Marx y el opio del pueblo llevado al extremo gracias a la caricatura y la farsa. El juego consiste en calcular cuánta amargura se esconde detrás de la ironía y averiguar el sentido último de un mundo alegórico donde lo ficticio es ficticio solo en apariencia. Y si yo tuviera que explicar qué es la literatura diría lo siguiente: es un milagro que ocurre todos los días. Nos permite caminar a través de caminos abiertos por otros que tuvieron la lucidez suficiente para comprender el mecanismo secreto que mueve el mundo.
Vonnegut, que algo sabía de religiones y de la condición humana, hizo que Bokonon recogiera sus enseñanzas en una decena de libros que se van citando a lo largo de la novela. El primer libro comienza con el siguiente versículo: “Todas las cosas verdaderas que estoy a punto de contarles son una insolente mentira”. El momento cumbre del profeta Bokonon, sin embargo, llega en el libro decimocuarto, titulado ¿Qué puede esperar un hombre sensato de los hombres del planeta, dadas las experiencias del último millón de años? El libro decimocuarto, advierte Vonnegut, se lee rápidamente. Consta de una única palabra y un punto. Dice así: Nada.
Kurt Vonnegut, estadounidense, nacido en 1922 y muerto en 2007, ascendencia alemana y veterano de la II Guerra Mundial, fue un gran escritor. Nos dejó una narrativa libre que difumina los límites entre lo real y lo ficticio, que juega con los géneros y se mantiene viva gracias a su voluntad satírica y a su habilidad para retratar una condición humana que nunca termina de salir favorecida en la foto. Un ejemplo: en su novela más conocida, Matadero Cinco, Vonnegut mezcla su experiencia en la guerra con una trama de viajes en el tiempo y una civilización extraterrestre capaz de percibir la realidad en cuatro dimensiones.
La novela, uno de los alegatos antibélicos más crudos que se hayan escrito nunca, es famosa por muchas cosas pero es inmortal por su descripción del bombardeo aliado sobre Dresde. Vonnegut estaba allí, prisionero de los alemanes en un búnker subterráneo, y pudo comprobar de primera mano los destrozos de las bombas incendiarias que acabaron con la vida de más de 25.000 personas y redujeron la ciudad a ceniza y escombros. Resulta admirable que alguien siga siendo capaz de utilizar el sentido del humor después de sobrevivir a una experiencia como aquella.