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Con Vox pero sin foto o la política como simulacro

Conozco a una persona que fue correctora de las páginas amarillas sin por ello, como dice el bolero, perder el juicio. Solo algo en este mundo, y en el otro también, puede ser más homérico: corregir las antiguas guías de horarios de ferrocarril.

En 1847 apareció la primera Bradshaw's Continental Railway Guide (Guía Bradshaw del Ferrocarril Continental), en la que ofrecía los horarios de la red de trenes de la Europa continental. Llegó a tener unas 1.000 páginas que incluían los horarios mencionados, pero también directorios de hoteles y una guía turística con lo más destacado que visitar. Todo ello con una letra muy, muy pequeñita.

La guía, que se actualizaba cada año, era muy meritoria no sólo por su volumen (y el coraje de Bradshaw y sus samuráis tipográficos) sino porque los trenes llegaban a la hora, exactamente a la hora, cosa pasmosa si se tiene en cuenta que en España se puede presumir de cuándo sale un tren pero difícilmente aproximarse al horario de llegada.

(Digresión: El mixto de Santander fue alcanzado en Valladolid por el convoy del tren correo procedente de Irún un infausto día de 1917 en que el conductor del primero paró la máquina por cansancio. El tren discurría con notable retraso, lo que era habitual, y a lo que contribuyó que escaseara el carbón en la máquina, pero el cansancio del ferroviario fue determinante. No podía más y paró. La parada se saldó con 14 muertos, en su mayoría cántabros.

El ministro de Fomento (no confundir con el de ahora, sino el de 1917, don Luis Marichalar, vizconde Eza), habló sobre lo ocurrido de esta guisa:

“En un país donde los ciudadanos hacen casi siempre lo que les viene en gana, sin someter su conducta ni a los suaves códigos municipales, nada de extraño tiene que las empresas ferroviarias falten diariamente a sus compromisos con el Estado y con el público”.

Esto causó una gran conmoción en la opinión del momento y la prensa santanderina (todavía no se había inventado Twitter) llegó a reflexionar así: “Donde se venden cerillas que no arden y tabaco que no se puede fumar bajo la protección del Poder Público, no nos debe sorprender que hasta sea preciso viajar en trenes que no corren”).

Meterse entre pecho y espalda miles de números y que el usuario suba al tren que corresponde y/o llame realmente al teléfono que aparece en páginas tan icterícicas es un mérito que debiera ser recompensando con un monumento con pedestal en la plaza del pueblo.

A la primera hora de corregir, el número '0' se parece sospechosamente a la 'o' mayúscula. A la hora, no se distingue el número '1' de la letra 'l'. A las dos horas, el '2' y la 'W' tienen sospechosos parecidos. Al término de la jornada, tan sufrido corrector acaricia la idea de sacarse un billete de ida para Vladivostok... Pero al día siguiente vuelve al trabajo. Incomprensible. Loor a los correctores.

Lo de las erratas tiene su misterio y su magisterio. Un grupo de investigación de la universidad debiera mirarlo porque tiene su miga. Yo sostengo la hipótesis de que están vivas y que deberían de llamarse con más propiedad e-ratas. Al igual que las biológicas, las e-ratas tienen un humor de perros, pero humor al fin y al cabo. Uno, como corrector aficionado, puede pasarse media vida matando 'huérfanas' y 'viudas' (no se inquieten, se llaman así ciertos errores ortotipográficos), y persiguiendo e-ratas. Pero con estas no hay manera. Como están vivas, corretean por filas y columnas, se esconden detrás de 'filetes' y 'lutos', hacen de las 'cajas' su madriguera y el día menos pensando, por lo general cuando se respira tranquilo, sereno y confiado en la tarea finiquitada, aparecen de manera clara y ostensible, diríase que sonriente.

He visto la fotografía publicado por este medio de una presentación de simpatizantes de Vox y pensé que era una errata (o-rata). Las imágenes también las tienen. Las hay defectuosas, truncadas, con aberraciones ópticas. Pero no, es así en el original. Unos cuantos de los que aparecen en la imagen lo hacen con el rostro desfigurado... a petición propia. Y esto es sorprendente porque yo creí que estas cosas solo ocurrían en las imágenes de sucesos o en las que aparecerían militantes de izquierdas a los que no les apetecía dormir en una comisaría. Pero los simpatizantes de Vox, partido de orden y de derechas 'come il faut', se ven sujetos a los patrones actuales de la comunicación 2.0 en donde todo está abierto y objeto de opinión, mayormente insultante.

No aparecen porque no quieren tener problemas en su vida cotidiana, que es la vida de verdad. Es comprensible. Pero tampoco es obligatorio militar en nada, ni aparecer en una foto. Así que me parece un ejemplo bastante ilustrativo de la política 2.0 o 3.0 o 4.0 que nos corroe: la del estar pero sin estar, la del hacer pero como que no, la del apoyar pero sin pasarse, la de mojarse pero en seco.

Ya me imagino parlamentos con la mitad de los escaños ocupados con diputados con pasamontaña y presentadores de televisión con las máscaras de luchadores mexicanos. 

Hay revoluciones que son meramente simbólicas y traiciones que se hacen con el corazón, pero a la hora de la verdad todos volvemos al redil. No se sale en los periódicos pero se vive más tranquilo, sobre todo si se vota a Vox.

Conozco a una persona que fue correctora de las páginas amarillas sin por ello, como dice el bolero, perder el juicio. Solo algo en este mundo, y en el otro también, puede ser más homérico: corregir las antiguas guías de horarios de ferrocarril.

En 1847 apareció la primera Bradshaw's Continental Railway Guide (Guía Bradshaw del Ferrocarril Continental), en la que ofrecía los horarios de la red de trenes de la Europa continental. Llegó a tener unas 1.000 páginas que incluían los horarios mencionados, pero también directorios de hoteles y una guía turística con lo más destacado que visitar. Todo ello con una letra muy, muy pequeñita.