La larga espera de la familia de Eloy Campillo prácticamente ha concluido esta semana. Fernando Serrulla, forense de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y antropólogo, ha entregado a la familia los restos que fueron recuperados el pasado mes de octubre en la Sima Topinoria (Bejes). El sencillo acto tuvo lugar en el hogar familiar en Oviedo, y a él asistió también el investigador Antonio Brevers, uno de los principales impulsores de todo el proceso de recuperación.
La familia ha querido agradecer a todos los participantes el esfuerzo realizado a lo largo de esta compleja tarea, que comenzó en el verano de 2018, cuando un grupo de espeleólogos madrileños y valencianos descubrieron restos humanos en la Sima Topinoria. Tras ponerlo en conocimiento de la Guardia Civil, el espeleólogo Vicent Martínez acompañó a miembros del Grupo de Rescate Especial de Intervención en Montaña (GREIM) al lugar del hallazgo, procediéndose a recoger 25 huesos, un diente y parte de un correaje.
Los posteriores análisis de ADN confirmaron que se trataba de los restos de Eloy Campillo, y de una niña de corta edad, de cuya desaparición no se tienen noticias en la comarca. La larga búsqueda de la familia Campillo parecía haber concluido, poniendo fin a la historia de este alcalde pedáneo y guarda forestal desaparecido hace 74 años como medida de represalia de los guerrilleros que se escondían en las montañas en plena posguerra tras una emboscada de la Guardia Civil de la que lo culparon.
Pese a la aparición, quedaba la ardua tarea de obtener todos los permisos legales para poder extraer los restos de la sima, labor en la que han contado con la colaboración del despacho de abogados Rodríguez Palomares y de Antonio Brevers. En septiembre de este año se pusieron en contacto con la Sociedad de Ciencias Aranzadi, entidad que cuenta con una amplia experiencia en la exhumación de fosas de la Guerra Civil, y con la Agrupación Espeleológica Ramaliega, que ya había colaborado años atrás en la búsqueda de los restos de Eloy por las minas de Picos de Europa.
La colaboración institucional prestada posteriormente por Pablo Zuloaga y Zoraida Hijosa, vicepresidente del Gobierno de Cantabria y directora general de Memoria Histórica, respectivamente, fueron clave en la última etapa de este proceso, lo que permitió que el 26 de octubre se pudieran extraer los restos óseos de Eloy y de la niña. La Sociedad de Ciencias Aranzadi se hizo cargo de ellos, para proceder a su análisis, tarea que ha realizado en un tiempo récord. Serrulla señala a eldiario.es que han querido “acelerarlo lo máximo posible, pues ya era hora de que Mercedes, José Manuel y el resto de la familia pudiera poner punto final a esta dolorosa historia”.
Restos pendientes de entrega
Sin embargo, y pese a la entrega por parte de la Sociedad Aranzadi de estos restos, queda aún pendiente que el Juzgado de San Vicente de la Barquera devuelva un maxilar de Eloy a la familia. Se trata de uno de los restos que fueron extraídos de la sima en agosto de 2018, y que permitieron determinar, mediante análisis de ADN, que correspondían al desaparecido. La familia está a la espera de recibirlo para poder proceder a la inhumación de todos los restos en el nicho familiar.
Por otra parte, queda también conocer los resultados de la analítica que de los huesos de la niña se está haciendo en Estados Unidos, si bien Fernando Serrulla espera poder tenerlos en breve, lo que quizá pudiera aportar algo de luz en este aspecto.
Historia documentada
Que las oquedades de estas montañas se han tragado a un buen número de víctimas a lo largo de los años no es ningún secreto: todos los paisanos saben que el maridaje entre la garma y la bruma es traicionero. Sin embargo, el caso de Eloy fue diferente. No se precipitó en la sima, sino que fue arrojado.
La fecha, el 24 de abril de 1945. Fue la última víctima de un drama que había comenzado no muy lejos, en Traselprado, al pie de Peña Maín, cuando la Guardia Civil emboscó a los guerrilleros de la Brigada Machado. Estos se habían reunido con varios de sus enlaces para celebrar la caída de Berlín en manos de los soviéticos; pero la fiesta acabó en tragedia.
El cerco al que los guardias sometieron a los guerrilleros solo pudo ser roto gracias a la acción de Gildo, otro de los componentes del grupo. Sin embargo, durante la refriega resultó muerto Ceferino Roiz, jefe de la Brigada; también dos guardias civiles, abatidos por Gildo.
Los compañeros de Ceferino se presentaron después en casa de Eloy, al que consideraban culpable del chivatazo, si bien José Rodríguez, uno de sus nietos, recalca que “hasta el final él se declaró inocente”, y lo cierto es que los interrogantes al respecto nunca se cerraron. Sacado de casa, nunca más se volvió a saber de él. Al menos, hasta finales de agosto de 2018, cuando un grupo de espeleólogos valencianos dio con sus restos. No tardó mucho en extenderse el rumor entre algunos de los vecinos de Sotres, y la pregunta estaba en el ambiente: “¿Será Eloy?”
Pero el encuentro de esos restos solo ha sido un capítulo de una ardua tarea de búsqueda que se ha alargado durante décadas. Una parte de la misma fue recogida por Antonio Brevers en su obra 'La Brigada Machado', con un final abierto; tan abierto que ni siquiera con el descubrimiento de los restos ha concluido esta historia de la que se acaba de escribir un capítulo más esta semana.