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Reportaje

Ser homosexual en una comunidad pequeña: sexualidad sin referentes en un entorno especialmente heteronormativo

ALEGA considera que la visibilidad en Cantabria es "muy baja" respecto a otros lugares de España. |

Blanca Sáinz

Por cada diez matrimonios heterosexuales que se celebraron en 2016 en España, algo más de 0,25 eran homosexuales, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). En Cantabria, este dato alcanza datos todavía más bajos y solo 0,16 son de parejas gais. Extrapolado a porcentajes, España se sitúa casi un punto por encima de Cantabria y, lejos de que sea un hecho casual, comparte parámetros con los años anteriores, por lo que, mientras algunas comunidades aumentan el porcentaje global, otras como Cantabria lo disminuyen.

La conversación transcurre en una reunión en Santander en la que los componentes de Alega tratan diferentes temáticas.

Algunos de los componentes de la Asociación de Lesbianas, Gais, Bisexuales, Trans e Intersexuales de Cantabria (ALEGA) no consideran que esto sea pura casualidad. La conversación con ellos transcurre en una reunión en Santander en la que los componentes de esta asociación cuentan sus propias experiencias sobre las dificultades a las que se han tenido que enfrentar a lo largo de su vida por no cumplir con los parámetros heteronormativos marcados en nuestra sociedad.

A raíz de la cuestión de los matrimonios, surge el tema de la visibilidad. “Al igual que Cantabria está por encima de otras comunidades como Castilla y León, también está por debajo de otras, y estos datos lo demuestran”, debaten entre ellos.

La presidenta de la agrupación, Kiara Brambilla, considera que, aunque es “evidente” que la institución del matrimonio está bajando, “que esta visibilidad sea tan baja en Cantabria, sin duda afecta a la hora de casarse”, señala.

Otra de las presentes en la reunión en la que se realizó la entrevista considera que el dato “no es casual”. “Todos mis amigos homosexuales y yo misma estamos dentro del armario con alguien. Así que quizá sea porque no se casan aquí y prefieren elegir otro sitio para sentirse más liberados”, indica.

Dentro de la generalización de la comunidad autónoma, existen diferencias entre vivir en ciudades a vivir en pueblos. “Yo soy de Santoña, y allí no he salido del armario porque todo el mundo te conoce, y eso implica que todo el mundo te va a juzgar, e igual que me pasa a mí les pasa a muchos de mis amigos”, comenta una de las socias de ALEGA.

Esa misma chica, que lleva acudiendo poco tiempo a las reuniones de la asociación, admite que con su familia sí que dio el paso, aunque también tuvo algunos contratiempos. “Me acuerdo de un día que mi hermano me llamó lesbiana y me sentí súper ofendida. Para mí, que me llamasen lesbiana era un insulto”, declara dubitativa.

Los referentes también juegan un papel importante, ya que, así como en las ciudades es más sencillo encontrar ejemplos tanto en el entorno cercano como por la calle, en una comunidad pequeña es más complicado. “No tener ejemplos cerca te hace ser tu única referencia. En mi caso, solo me conocía a mí como lesbiana, y así hasta los 18 años”, argumenta otra de las componentes.

Con los años, esos ejemplos comenzaron a aparecer en televisión y dejaron de sentirse “los únicos gais, bi, trans y lesbianas del mundo”. “Yo me acuerdo de Xena, la princesa guerrera, y de las lesbianas de Hospital Central”, manifiesta una de las chicas presentes en la reunión.

A pesar de eso, y de la 'normalización' que se fue sucediendo a medida que pasaban los años, algunos de ellos confiesan que en algún momento han llegado a desear ser heterosexuales “porque la vida es más fácil”, sostienen. “El problema es que no puedes escogerlo, pero la heteronormatividad es tan potente que a veces hace que ni te cuestiones. Yo era súper hetero, me iba a casar con un hombre, iba a tener hijos... Y si no me llego a enamorar de una compañera de colegio, probablemente ahora mismo sería heterosexual”, afirman desde ALEGA.

Otra de las chicas admite que también ha pensado en cómo sería ser 'hetero', “pero nunca más de unos minutos”. “Estoy orgullosa de ser lesbiana y de lo que he construido gracias a eso, pero he tenido momentos en los que he estado mal por mi condición sexual y ahí si que he pensado que si hubiese nacido heterosexual me podría ahorrar estos disgustos”, mantiene la joven.

“Si hubiese podido elegir mi sexualidad, no hubiese escogido ser lesbiana”, apuntala una de las presentes. Poco después rectifica: “En realidad, la solución no reside en ser heterosexual, sino en que deje de haber homofobia”, concluye mientras reflexiona.

Parece indudable que esa presión y ese miedo a no encajar aumenta enormemente a medida que los habitantes de tu pueblo o ciudad se reducen, aunque según otro participante en la reunión, “tampoco es algo generalizable”. “No es lo mismo ser gay en San Roque de Riomiera que en Santander, estoy de acuerdo. Pero todo depende de la experiencia personal de cada uno”, incide.

Otra de las chicas reitera la afirmación de su compañero, aunque insiste en que dentro de la generalización, los lugares con menos habitantes “acrecientan” esa falta de normalización respecto a la homosexualidad. “Estás acostumbrado a conocer a la lesbiana o al gay del pueblo y tú no quieres ser como ellos. No porque no quieras ser homosexual, porque lo eres, sino porque tu quieres ser tú, sin que tu nombre siempre vaya acompañado de la palabra 'lesbiana' detrás”, ratifican.

El futuro y la aceptación

Pese a esa falta de visibilidad a la que aluden constantemente, muchos de los presentes en la reunión reconocen conocer a personas con doble vida por no querer mostrar su condición sexual. “Aunque a mí me gustaría que se mostrasen como son porque eso contribuiría a visibilizarlo, no hay que exigir a alguien hacer algo que no quiere hacer. Es un camino complicado y no podemos caer en obligar a nadie. Por mucho que nos duela”, señala la presidenta.

Desde el punto de vista de la bisexualidad, tal y como relatan, es más “sencillo” ya que tienen “más facilidad” para encajar en la sociedad. “Si eres bi siempre puedes escoger el camino normativo, así que tu no deseas ser hetero porque siempre puedes serlo”, argumentan. Por el lado contrario, la parte negativa es el “gran estigma” al que se tienen que enfrentar. “La gente reacciona muy mal a la bisexualidad y a veces te dicen que te gusta todo, que le das a todo... Y no. Como a ti, a mí tampoco me gusta todo”, afirman.

En lo que todos parecen estar de acuerdo es en que esta brecha geográfica cada vez es menor. “Tú comparas ser gay hace 20 años en Madrid y serlo en Cantabria y la diferencia era grandísima. Ahora sigue habiéndola, pero cada vez es menor”, anuncia uno de los veteranos del grupo.

Por último, todos anuncian que, si hay una conclusión que extRaer, esta es que los niños cántabros homosexuales de hoy en día “sufrirán menos” de lo que sufrieron ellos. “Ahora estás en el Orgullo y ves a padres comprándoles banderas a sus hijos con total normalidad, cosa que antes era impensable. Pero vamos, que si estuviese todo hecho no estaríamos aquí reunidos y no sería necesaria una asociación como la nuestra”, concluyen.

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