Cantabria es la cuarta comunidad autónoma con menor tasa de nacimientos de España (7,3 por cada 1.000 habitantes), solo por delante de Asturias (6,12) y Castilla y León (6,82), y muy cerca de Galicia (7,02). Además, las tasas brutas de mortalidad son muy superiores a las de la media española, por lo que Cantabria se encuentra con lo conocido como saldo vegetativo negativo. Este se produce cuando el número de defunciones es mayor que el número de nacimientos, un hecho que se viene produciendo desde 1989.
La vicepresidenta del Gobierno, Eva Díaz Tezanos, realizó unas preocupantes declaraciones en las pasadas Jornadas de Despoblamiento Rural: “Si no tomamos medidas, Cantabria podría perder 40.000 habitantes para 2031”. Dichas jornadas, celebradas en Puente Viesgo, contaron también con la participación de la subdirectora de Innovación y Modernización del Medio Rural, Lourdes Barona, que declaró que “el 84% del territorio de nuestro país es rural, pero que solo el 17% de la población vive en él”.
Según el último estudio de población elaborado por el INE (Instituto Nacional de Estadística), Cantabria se encuentra en una situación grave de riesgo de despoblación, ya que por cada siete niños que nacen, fallecen diez personas. El informe publicado el pasado año por el ICANE (Instituto Cántabro de Estadística) revela que la población cántabra podría descender en 50.000 habitantes en 20 años, un dato muy aproximado al dado por la vicepresidenta del Gobierno, y que reafirma el estudio del INE.
Las consecuencias del despoblamiento son muchas y variadas, aunque la principal es la falta de ingresos en la comunidad por falta de población joven y activa y los grandes gastos que supone tener una población envejecida e inactiva. De continuar esta progresión, resultaría especialmente insostenible en un país como España, en el que varias comunidades autónomas se encuentran en la misma situación que Cantabria, por lo que el Gobierno central no podría mantener servicios básicos en tantos lugares sin gente, según advierte el estudio del INE.
Pedro Reques, catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Cantabria, considera que en la actualidad hay dos tipos de despoblación: la que tiene que ver con los lugares de montaña y los valles interiores, y la de los núcleos urbanos. El primero responde a un despoblamiento histórico que comenzó en el siglo XIX por la emigración de sus habitantes hacia las ciudades, y que actualmente continúa a través de las altas tasas de mortalidad.
El segundo se corresponde con un proceso de periurbanización. “Es como si las grandes ciudades se estuvieran esponjando y yéndose hacia esas periferias que antes eran rurales. Ahora lo llamamos espacio periurbano”, explica. Reques señala también que este nuevo proceso lleva produciéndose desde hace dos décadas. “Carandía, Sámano o Sarón son esas segundas areolas metropolitanas que han sido cambiadas por Astillero o Camargo. Lo que antes era el mundo rural ahora es un espacio urbano funcional en torno a la ciudad de Santander”, apunta.
De este modo, ciudades como Santander o Torrelavega, que antes eran centros neurálgicos de la vivienda cántabra, ahora son los principales focos de emigración. Según el geógrafo, esto se debe principalmente al transporte individual, ya que “los coches han revolucionado el territorio”. “Ahora mismo el eje que más está creciendo en términos demográficos en toda la región es el que está entre la autovía Solares-Torrelavega”, subraya.
Para el sociólogo Juan Carlos Zubieta, el principal problema se encuentra en el precio de la vivienda. “Es lo que expulsa a la población de las ciudades. Ahora las personas prefieren tener transporte y buenas comunicaciones para desplazarse al lugar de trabajo, que vivir en la ciudad en la que se trabaje”, afirma. Sin embargo, el medio rural, pese a tener precios mucho más competitivos, no acaba de convencer al ciudadano medio que “evalúa mucho la pérdida de calidad de vida, como el tardar mucho en no llegar al trabajo, el no tener colegio, el no tener actividades de ocio próximas…”.
Sobre las bajas tasas de natalidad, Zubieta las vincula a la falta de trabajo estable “que provoca un retraso en la edad de emancipación y un retraso en la edad de tener el primer hijo”. Así, en muchas ocasiones “no se llega ni a tener el segundo”, lo que también viene estimulado por el cambio de valores. “La forma de ver el mundo ha cambiado; antiguamente los hijos eran muy importantes y se tenía en un valor muy elevado el realizarse como padre o madre. Ahora la gente joven quiere viajar, pasarlo bien…”, manifiesta.
Nueva distribución geográfica
Respecto a por qué las áreas metropolitanas están copando la economía y el empleo autonómico, Pedro Reques es tajante: “Antes las ciudades medias tenían un papel más importante, pero ahora mismo hay una nueva geografía de trabajo en la que estas áreas van a tener más protagonismo”.
Y precisamente por esa nueva distribución de la geografía del trabajo, la despoblación sigue muy vinculada al mercado laboral. “En el momento histórico en el que el ciclo era agrario y ganadero, la población rural tenía un peso muy grande. A medida que fue pasando el tiempo, ese modelo fue gravitando hacia el sector secundario -industria y construcción- y la población se concentró en las ciudades. Últimamente el modelo ha gravitado de nuevo, pero esta vez hacia el sector terciario -servicios- que es mucho más urbano y metropolitano”.
Sobre esos cambios, y aplicándolos a la sociedad actual, Juan Carlos Zubieta considera que si hubiera más empleo en la comunidad, la gente no se marcharía. Según subraya, “cuando la gente quiere migrar es porque en su territorio no tiene los recursos necesarios”. “Si en mi tierra no tengo un empleo de mediana calidad, el territorio me está expulsando, por lo que tengo que emigrar a otro lugar donde tengo posibilidad de encontrar un empleo mejor”, incide.
Por lo que la idea de la pertenencia quedaría reafirmada con los argumentos del sociólogo: “En general a la gente le gusta vivir en su tierra trabajar en su tierra, estar con sus amigos y familiares cerca…”.
Diversificar la economía
Sin embargo, para Reques cada momento histórico ha tenido, tiene y tendrá un modelo demográfico territorial adaptado, por lo que considera que la despoblación rural es “poco reversible” debido a que es consecuencia de procesos históricos de larga duración.
La solución para él reside en tomar medidas igualitarias en lo que a nivel de vida se refiere. “Hay que revitalizar los espacios rurales, diversificar la economía en el mundo rural y evitar la brecha digital entre el mundo rural y el mundo urbano”, demanda. Para el geógrafo, estas pautas son las únicas soluciones para frenar los desajustes en cuanto a calidad de vida entre un espacio y otro, y de llevarse a cabo frenarían que se agravase esa despoblación o emigración hacia áreas más urbanizadas.
Por su parte, Juan Carlos Zubieta apuesta por potenciar el transporte público entre las zonas rurales y las áreas urbanas. “Esto quizá favoreciese vivir en el entorno rural ya que se tendría la tranquilidad que aporta vivir ahí y la facilidad de estar a 20 minutos de la ciudad”, sostiene. Así, para el profesor de la Universidad de Cantabria, la potestad principal para paralizar este problema estaría en la Administración. “La gente busca estrategias para tener una buena calidad de vida y si la población se va es un indicador de que hay problemas, lo que se traduce en que los dirigentes de la sociedad no están resolviendo este problema”, afirma.
Además, señala la importancia de trasladar un mensaje más optimista sobre lo que es vivir en el medio rural. “Habría que dar muchas más oportunidades y realizar muchas más acciones para prestigiarle”, defiende. Sin embargo, Zubieta no cree en que las subvenciones sean la solución: “Dar dinero ayuda, pero no es lo fundamental”. En su opinión, es prioritario que haya equipamientos en el pueblo y hacer una política integral con respecto a las zonas rurales y al conjunto de la población, y apela directamente “a la necesidad de que haya igualdad de oportunidades entre personas que nacen en ciudades y en el medio rural”.