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El Bosque de Secuoyas sufre las consecuencias del turismo descontrolado: “La corteza de estos árboles es rugosa y ahora está lisa”

Bosque de Secuoyas en Cabezón de la Sal.

Celia Álvarez

Santander —

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El Bosque de Secuoyas situado en el municipio cántabro de Cabezón de la Sal es un enclave único en España, no solo por la insólita presencia de esta especie en el territorio peninsular, sino también por su tamaño, puesto que es el más extenso de Europa. Sin embargo, la singularidad de este paraje no parece suficiente para propiciar su conservación. Los cada vez más visitantes que acuden a este espacio natural lo ensucian, pisan su superficie dejando a la vista las raíces de los árboles o arrancan su corteza como recuerdo, lo que permite apreciar a simple vista una evidente erosión en los troncos que transforma la apariencia original del bosque.

La arboleda, de 2,5 hectáreas y ubicada cerca del Parque Natural de Oyambre, cuenta con 848 ejemplares de secuoya roja, una especie que puede alcanzar los 100 metros de altura y una longevidad de 1.000 años. A pesar de que el origen de esta especie se sitúa en la costa oeste de Estados Unidos, su rápido crecimiento hizo que llegase a Cantabria en los años 40 como remedio a la “gran deforestación que había sufrido la comunidad autónoma las décadas previas debido a la tala masiva de los bosques autóctonos para el aprovechamiento de la madera, del pastoreo extensivo de la vaca tudanca y de una plaga que acabó con más de 10.000 robles”, relata Laura San Miguel, guía del Parque Natural de Oyambre en el marco del programa de Educación Ambiental de Naturea.

Lo que en un inicio fue una plantación experimental, narra San Miguel, “quedó relegada” y hoy en día se ha convertido en uno de los muchos atractivos turísticos naturales con los que cuenta la comunidad. Si alzas la vista al cielo, la altura de estos ejemplares –que ya supera los 45 metros en sus primeros 80 años de vida– crea caminos verticales que parecen llegar a las nubes, haciendo sentir a las personas que merodean entre ellos muy pequeñas.

Según apunta la educadora ambiental, este paraje alóctono, que no adquirió ningún valor ambiental hasta que en 2003 fue declarado Monumento Natural por el Gobierno de Cantabria, por lo que desde entonces forma parte de la Red de Espacios Protegidos de Cantabria, no se popularizó hasta 2017 y ahora “a la gente le fascina”. Tanto, que en las secuoyas ya se percibe “el paso del tiempo y de la gente”. La corteza de estos árboles, que “es muy compacta, rugosa, con hendiduras y esponjosa al tacto”, ahora “está lisa” en muchos casos.

Pero este desgaste, cada vez más extendido entre los ejemplares, afecta sobre todo aquellos que están situados en la parte más accesible del bosque, ya que “los de abajo se mantienen más grandes, frondosos y espectaculares” gracias a que la entrada de luz del sol es mayor. “Antes las ramas llegaban prácticamente hasta el suelo, como los abetos de Navidad, pero ya nos hemos encontrado alguna tronchada y eso no ha sido el viento”, alerta la guía de Naturea, que también echa en falta una señalización con recomendaciones ambientales a lo largo del bosque para concienciar a los visitantes sobre el lugar atípico y extraordinario en el que se encuentran.

En este sentido, también el alcalde de Cabezón de la Sal, Óscar López (PP), manifiesta su preocupación por daños que está sufriendo el Bosque de Secuoyas del municipio, ocasionados por los 200.000 visitantes que recibe al año. El regidor achaca este elevado número de visitas, que comenzó a percibirse los años previos a la pandemia, al “boom de las redes sociales” y al auge del turismo en Cantabria tras el confinamiento.

Una de las propuestas del Ayuntamiento para paliar el problema que está generando la “masificación” turística en este enclave natural es “hacer pasarelas elevadas, como las que ya hay para las personas con movilidad reducida, con el fin de evitar que la gente toque las raíces de los árboles, así como miradores para que las personas no abracen los ejemplares”.

Además, el regidor considera que hace unos años “tuvimos una buena experiencia” con la organización de visitas guiadas por grupos llevada a cabo por guías turísticas, a través de talleres de empleo, desde la oficina de turismo de Cabezón de la Sal. “Es lo que queremos llegar a desarrollar”, añade.

Para ello, el Consistorio se ha puesto en contacto con la Consejería de Turismo para abordar cómo gestionar el control de acceso al recinto, “explotándolo como recurso turístico”, y prevé hacer lo mismo con la Consejería de Desarrollo Rural, puesto que se trata de un monte de utilidad pública.

Protección vacía

La formación política Cantabristas ya denunció el deterioro del Bosque de Secuoyas en 2021, antes de la construcción de un nuevo aparcamiento junto a este entorno natural, puesto que el espacio “se popularizó unos años antes”, pero “todavía no era una zona demasiado masificada”, afirma el portavoz, Paulu Lobete.

Ante este panorama, el partido propuso establecer una limitación de aforo y horarios de visita, así como la contratación de personal encargado de vigilar el recinto para controlar, de este modo, el comportamiento de los visitantes. La formación volverá a poner estas sugerencias sobre la mesa al recién elegido alcalde de Cabezón de la Sal y al Gobierno de Cantabria.

Sin embargo, más allá de que los visitantes dejen este rincón “en un estado lamentable”, Cantabristas considera que el problema “gordo” es la falta de un Plan de Gestión de este espacio, ya que aún “no se ha desarrollado” a pesar de que “la previsión legal es que se haga”. “Ser Monumento Natural y pertenecer a la Red de Espacios Protegidos de Cantabria es una figura de protección vacía mientras no haya un Plan de Gestión”, concluye Lobete.

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