El actual proceso de adaptación del currículo estatal a Cantabria ha generado preocupación entre el profesorado de Geografía e Historia. De hecho, la Asociación de Profesores de Geografía e Historia de Cantabria ha publicado recientemente un texto en el que aborda esta cuestión. El manifiesto, que circula estos días por los institutos de Cantabria, recoge las ideas que esta organización ha transmitido a la Consejería en el proceso de consulta pública relativo al Decreto que establece el currículo. En él recogen algunos aspectos del Proyecto de Decreto que regula la ESO y el Bachillerato que han suscitado esta alarma.
En primer lugar, preocupa el hecho de que la materia de Historia del Mundo Contemporáneo pueda perder su carácter de asignatura de modalidad obligatoria en los Bachilleratos de Humanidades y Ciencias Sociales. Ya con la LOMCE esta materia no era obligatoria en la normativa estatal, si bien la mayoría de las autonomías, incluyendo Cantabria, la convirtieron de facto en obligatoria. Hoy en día, los alumnos cántabros de esa modalidad del Bachillerato “tienen todos la materia de Historia del Mundo Contemporáneo en primer curso”, señala Miguel Ángel Torío, profesor de Geografía e Historia del IES Ataúlfo Argenta.
Torío valora positivamente esta decisión que la Consejería de Educación de Cantabria tomó en 2015, pues considera que “sin lugar a dudas, la Historia del Mundo Contemporáneo es la materia más vertebradora que hay en ambas ramas”. La Asociación considera que “debería ser obligatoria no solo para los alumnos del Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales sino también para el resto de modalidades”.
Sara González, del IES Marismas, apunta que “es la materia que permite al alumnado comprender un periódico”, algo que considera “clave” en la formación de los ciudadanos. De hecho, es llamativo que el propio currículo de la ESO reconoce su “carácter comprensivo e integrador y su conexión con otras ciencias sociales”, pero parece obviarlo en la organización práctica del Bachillerato.
Fátima Fernández, secretaria de la Asociación de Profesores de Geografía e Historia incide también en esa cuestión: “Cuatro de las competencias clave que contempla la LOMLOE se trabajan desde esta materia y, sin embargo, el borrador del currículo la devalúa”. Desde la Asociación apuntan “la contradicción” que supone que uno de los objetivos específicos del Bachillerato sea precisamente “conocer y valorar críticamente las realidades del mundo contemporáneo y sus antecedentes históricos”, mientras que “no se le da el peso que le corresponde a la materia que garantiza ese objetivo”.
Una Historia de España en riesgo de jibarización
Tampoco ha gustado entre los docentes la carga horaria que el Proyecto de Real Decreto estatal otorga a la Historia de España, que es de 70 horas anuales. Si bien el Proyecto lo que señala es el horario correspondiente a los contenidos básicos de las enseñanzas mínimas para el Bachillerato, y permite a las comunidades autónomas incrementar las horas lectivas, hay un acuerdo unánime entre el profesorado en que el punto de partida es muy bajo.
En realidad, supone solo la tercera parte de lo que el borrador establece como mínimos para Lengua Castellana o Inglés (210 horas), e iguala -en horario- a la Historia de España con la Religión, algo “inasumible” en palabras de un veterano docente. “Si hay una materia sobrecargada de contenidos es precisamente la Historia de España”, señala el mismo profesor, “y por mucho que la ley modifique los contenidos, tenemos el condicionante de la EBAU. No podemos jibarizar esta materia, lo pagarían los chavales y sus medias en la selectividad”. De ahí que la Asociación solicite que se mantengan las cuatro horas semanales de la materia.
Eva Veci, docente del IES San Miguel de Meruelo, señala que la reducción horaria implicaría una “enseñanza sesgada”, pues los contenidos más actuales se soslayan. “Son precisamente esos contenidos los que mejor permiten comprender la España actual. No puede haber una ciudadanía democrática sin haber comprendido la dictadura, sus causas y consecuencias”, abunda otro docente.
Los contenidos: de la inflación a lo etéreo
La “inflación de contenidos” que se mencionaba anteriormente es otro de los aspectos que la LOMLOE aborda, y que también está siendo objeto de debate en los institutos. Desde la LOCE (2002) la queja referente al exceso de contenidos en las materias de Ciencias Sociales se ha repetido en todas las reformas educativas. “Cuando yo era chaval vi caer el muro de Berlín por televisión; hoy día, los temarios incluyen todos los contenidos que tenía como alumno, y se le añaden cinco temas más”, se queja un docente.
En la misma línea, otro profesor alude a la máxima de Pierre Bourdieu, conocido sociólogo francés que dirigió una comisión del Ministerio de Educación de Francia para abordar los contenidos escolares: “Todo contenido agregado deberá ser compensado mediante supresiones”, algo que no se ha tenido en cuenta en las reformas de los últimos 20 años.
Además de las materias de Bachillerato, el problema también está presente en la ESO, en particular en el cuarto curso. Con la LOMCE el profesorado ha de impartir toda la Historia Contemporánea Universal y de España en tres horas semanales. Ello obliga a los docentes a condensar notablemente, o a apartar algunos aspectos. La tendencia mayoritaria es minorizar la Historia de España, lo que lleva a que muchos alumnos acaben la ESO sin haber estudiado la guerra civil, el franquismo o la transición. Al igual que en el Bachillerato, buena parte de los alumnos se van de las aulas sin abordar una etapa clave de nuestra historia.
En este sentido la LOMLOE supone un cambio, y retoma la tradición de la LOGSE, que apostaba por una formulación de los contenidos mucho más general y abierta. La LOGSE planteaba un marco amplio de contenidos, que se iría concretando progresivamente (Ministerio, comunidades autónomas, centro docente). El currículo propuesto sigue esa misma línea, pero muchos docentes consideran que peca de haber caído en el otro extremo. La Asociación de Profesores de Geografía e Historia critica tanto la secuenciación como “la vaguedad de la redacción de los saberes básicos”. El manifiesto cree la falta de concreción “podría generar desigualdad en la formación y en la movilidad de los alumnos no solo entre diferentes puntos del país sino también dentro de una misma Comunidad Autónoma”.
Un somero vistazo al currículo muestra un cambio notable en la concepción de la materia. En Bachillerato, el acento se pone en la contemporaneidad, y se prioriza la comprensión de los grandes procesos (la formación del Estado y de las identidades nacionales y regionales, por ejemplo). Se recalca, además, que la aproximación a la historia se hace desde el presente, recogiendo la idea de la LOGSE de la “historia-problema”, una historia más enfocada a hacer comprensible el presente.
En este sentido, las opiniones de los docentes son diversas. Para algunos, es un enfoque “más rico, actual y significativo”, que permitiría orillar el carácter memorístico que muchas veces sigue teniendo la materia. Y es que, pese a que todas las leyes educativas incidían en los aspectos como el pensamiento crítico o el análisis, el exceso de contenidos constreñía mucho la posibilidad de utilizar otras metodologías, tal y como han señalado en repetidas ocasiones expertos en didáctica de la Historia y catedráticos, como Rafael Valls o Juan Sisinio Pérez Garzón.
Otros docentes, a las potencialidades que este nuevo enfoque permite, le añaden el desafío que supone. Sara González señala que será clave un cambio metodológico, que debe “empezar en cada uno de nosotros, y en nuestra clase”. Eva Veci apunta a que “los cambios metodológicos deben venir de la mano de la formación del profesorado”. En general, una sensación compartida entre muchos docentes parece ser que en los últimos tiempos la formación se centra en exceso en los procesos de evaluación y en las TICS, pero no en la práctica real del aula. Veci señala que posiblemente muchos profesores sean reacios al cambio de metodología (un problema al que ya tuvo que enfrentarse la LOGSE), por lo que considera que, junto a la formación de los docentes, hace falta pedagogía y “convencimiento”.
Esta y otras propuestas han sido presentadas a la Consejería durante los últimos días, tanto por parte de la Asociación como de diversos institutos de Geografía e Historia de Cantabria.