“Estábamos, estaban / sumidos en el tiempo. / Desvelados, nostalgia. / Primavera, despiértalos”. La invocación de Hierro nos recuerda nuestro letargo, pero él sabía cómo salir de ese estado de embelesamiento. “Restituye, regresa / las sombras a su reino. Dales vida. Recobren la verdad que tuvieron”. Y en las últimas horas de Felisa 2022 las sombras regresaron a su reino para que un sol inusual –hasta ahora- convirtiera el frío cuadrilátero que el pensamiento único soñaba como hogar del poder en algo más humano, en un altavoz de la conciencia, en una posibilidad para la poesía, para los cuerpos entumecidos, para el sexo gozoso, para recobrar la verdad que tuvimos y que tanto pudor nos da recobrar con palabras de luz.
Describe Pilar del Río, en La intuición de la isla, el extraño resultado del jardín en Lanzarote donde José Saramago trató de plantar especies rebeldes que pocas veces correspondieron con lo anhelado. Y escribe ella: “Nadie entenderá el desconcierto que es el jardín de A Casa salvo aquellas personas que de amor sepan algo”. Quizá nadie que no ame las palabras, la inteligencia y la valentía de quienes nos sacan de las sombras por unos instantes pueda entender el regalo de hacer coincidir en un lapso de dos horas a Pilar del Río y Marta Sanz. La una dispuesta a hablar de frente pero con la sutilidad y el humor de quien siembra jardines de amor; la otra, se abre en canal en los versos de su antología –Corpórea- en una plaza pública y deja que el calor amalgame sus huesos hasta convertirlos en literatura. “Literatura”, define Sanz en uno de sus textos: “Conversación que se entabla a una distancia muy superior a los dos metros y, sin embargo, golpea flancos y penetra por debajo de la piel. Su lengua toca mi campanilla”.
Parece que cientos de personas han sentido el roce de esa lengua de esas lenguas. Pilar las agita y las conmueve, interpela a 140 personas que saben que no hay ni una sombra que pueda evitar el contagio, el entusiasmo. Marta toma el relevo para hacer lo que más le gusta: leer sus poemas para confesarnos que su dentro siempre ha sido su afuera, su espíritu, su carne. “Profeso esa religión y esa es mi religión”. Entre ambas, Noelia Palacio Icera, esa voz sutil y fuerte que pide vasos de agua como forma de gritar en la plaza cristalizada.
Felisa 2022 tiene nombre de mujer y –quizá casualidad, quizá acto de justicia literaria, ha visto pasar a muchas mujeres por sus tarimas, por sus piedras germinadas, por los rincones en los que los lectores buscan el sol de la verdad. Recordar sería sinónimo de restituir, de invocar la palabra justicia. Y entonces brotan los nombres de la plaza ya huérfana de palabras: Laura Restrepo, Charo López, Chiqui Fabregat, Belén Gopegui, Carmen Alquegui Lanas, Aurora Díaz, Marta Falagan, Laura Sam, Inés Fonseca, Eva Guillermina Fernández, Patricia Manrique con sus 10 compañeras de Feminismos de cercanía, Adela Sainz Abascal, Nieves Concostrina, Laura Barrachina, Sol Linares, Teresa Díez, Nuria Labari, Yolanda Gomez, Susanna Isern, Esther Gili, Lola Núñez, Carla Berrocal, Beatriz Cea, Pilar del Río, Marta Sanz.
La 41 edición de la Feria del Libro de Santander y Cantabria continúa el trabajo de otras mujeres y hombres que resisten al torbellino agarrados a sus librerías. Algunos, un día, deciden habitar otras sombras –se echará de menos la utopía de Utopía-; otros, parten casi sin avisar, para dejar el recuerdo intacto –y la sombra de Óscar Muñiz ha rondado ese arrebato-; el resto, arma cajas, cuida libros, trata de sobrevivir, se reinventa para seguir siendo los reparadores de almas que tanto necesitamos en barrios y pueblos.
El verano ha despertado a los que estábamos sumidos en el tiempo. Que la imprudencia, la valentía y la incertidumbre nos empujen a seguir despertando de vez en cuando. Como ha sido aquí, de forma colectiva y que la voz poderosa y suave de Jimmy Barnatán siempre sea la que acaricie nuestras campanillas para mantenerlas en la vibración del humanismo.
Se acabó Felisa 2022; se terminaron las crónicas. Nos sumimos en el tiempo para recuperar la verdad que tuvimos y que tanto pudor nos da recobrar con palabras de luz.