La ganadería extensiva: el modelo “de toda la vida” que resiste en el norte frente a las 'macrogranjas'

Blanca Sáinz

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Resulta muy complicado moverse por Cantabria y no encontrarse con vacas pastando por algún prado colindante a la carretera. La comunidad también sigue libre en lo que respecta a las 'macrogranjas', ya que no posee ningún negocio en el que haya más de 400 reses y, de hecho, lo normal sigue siendo encontrarse por debajo de las 180 cabezas de ganado. Una cifra que, por cierto, es la que el sindicato UGAM-COAG ha propuesto al Ministerio de Agricultura como límite por granja.

Pero el caso de Cantabria respecto a la ganadería extensiva (el modelo que se basa en pastar 'a diente' y en terrenos grandes) no es excepcional y se podría decir que es una cuestión habitual en todo el norte de España. Así, Asturias, Galicia y Euskadi comparten esta forma de mantener a los animales que, como apuntan desde el sindicato ganadero, es “mucho más beneficiosa” siempre y cuando haya un límite. “No nos gusta ese maniqueísmo que se ha montado con el extensivo y el intensivo porque el punto de corte no está en eso sino en el modelo de granja. Puede ser extensiva, enorme y de tipo capital sin ganaderos detrás, y eso es contra lo que estamos luchando”, explica Gaspar Anabitarte, secretario general de UGAM-COAG en Cantabria.

No obstante, el ganadero reconoce que este modelo del norte de España basado en granjas más familiares y pequeñas genera un gran impacto en el medio ambiente: “Somos menos dependientes de los combustibles, más resilientes de cara a los problemas, gestionamos el territorio limpiándolo y aprovechándolo para dar de comer a nuestras vacas. La masa social de los ganaderos, además de un bien en sí mismo, es una garantía para la sociedad para saber que tiene alimentos”, asevera.

Comparten su visión Charo Arredondo, propietaria de una ganadería extensiva de 160 vacas, y Fidel Rebanal, propietario de una granja extensiva de 120 animales. La primera tiene su negocio en La Revilla, un pueblo pequeño perteneciente al Ayuntamiento de Soba, en el interior de Cantabria. Ella, al igual que Fidel, son casos excepcionales ya que tienen ganaderías de leche, lo que suele requerir de un modelo más intensivo y de mayor control sobre el animal. En este caso, al haber muchos más modelos intermedios (ganadería intensiva pero con terreno exterior para pastar o modelo intensivo pero no industrial) no hay datos concretos, aunque Anabitarte asegura que las granjas intensivas suponen una “mayoría” en el caso de las vacas de leche.

No obstante, y volviendo a ese modelo sostenible y más ecológico, Charo Arredondo indica que se realiza “un aprovechamiento” ya que lo que comen las vacas procede de fincas comunales o propias “pero de nuestro campo”. “Si aquí pusiesen una granja de 2.000 vacas no podrían gestionar el territorio como lo hacemos los tres ganaderos que quedamos en el pueblo. Hay cuestas, distancias, montes y no sería viable para una granja muy grande. Así que se abandonaría el terreno y todo sería a base de comprar piensos mientras Cantabria dejaría de ser como es”, explica la ganadera.

De igual forma, Fidel Rebanal, que tiene una granja ecológica en El Tejo, perteneciente al municipio de Valdáliga, añade que, principalmente, sus vacas se alimentan del pasto “porque puedo meter algo de forraje de fuera pero poco”. También, y sobre el modelo extensivo que sigue, añade que “en la medida de lo posible”, las vacas están fuera de la granja y pretende que lo hagan más: “La idea es sacar cada vez más las vacas al pasto y que estén más libres y mejor, y que se autoabastezcan con mi terreno”, señala el ganadero.

Impacto sobre los incendios y bienestar animal

Por otro lado, sobre el tema medioambiental, Rebanal considera que parte de los incendios que se generan en España vienen como consecuencia de la falta de animales que hay en los montes: “Nadie gestiona esos espacios y están totalmente abandonados, y si seguimos con esta tendencia de desaparición de las ganaderías, los incendios que hay ahora serán mínimos comparados con los que vendrán”, asevera.

Sobre ello, Anabitarte respalda a su compañero y apunta a la influencia que ha podido tener la reducción de ganaderos sobre el terreno para que los fuegos aumenten. “En los años 80 en Cantabria había en la Seguridad Social agraria 55.000 activos, y ahora hay unos 4.500 ganaderos. Para las hectáreas que tiene la comunidad, no dan abasto. Pero es que además antes se podía ir a coger leña al monte, se tenía ahí el ganado y se permitía el fuego. Los problemas empezaron cuando la Administración decidió gestionar por sí misma los pastos y los montes cuando es imposible que lo puedan hacer porque antes había 55.000 personas que lo hacían”, explica el secretario general del sindicato.

Pero además del tema ecologista, el bienestar de los animales también es un tema importante a tratar para estos ganaderos, y es que el auge de las 'macrogranjas' genera, para Rebanal, que se vea al ganado “como una fuente de ingresos y no como un animal”: “Si una vaca se pone mala en una ganadería de ese tipo, no creo que tengan ninguna piedad con ella ni ningún cuidado. La cambiarán por otra y a correr”, asevera.

Opina lo mismo Arredondo, que cuenta que quiere que sus vacas estén “casi mimadas” para que tengan el mayor bienestar posible: “Tengo 160 vacas y las conozco a todas. Una por una. Todas tienen nombre. Sé exactamente el sitio en el que han entrado a la sala de ordeño esta mañana y para mí son casi como mi familia. Cuando las veo sé si vienen bien o si están malas. Y lo sé nada más verlas. ¿Cómo vas a saber eso si tienes miles?”, argumenta alegando que, además, una vaca que está bien “dura más y produce más”.

Sostenibilidad y tradición

Por otro lado, el secretario general de UGAM-COAG, Gaspar Anabitarte, aporta un dato muy representativo de la situación cántabra: más del 99% del ganado bovino de la comunidad destinado a carne sigue el modelo extensivo, lo que supone que unos 3.400 ganaderos apuestan por este modelo que combina sostenibilidad (no se destina tanto dinero a comprar comida) y tradición. Así, tanto Fidel como Charo cuentan cómo su trabajo nació a raíz de que sus padres lo realizasen, aunque ahora el relevo parece que será más difícil.

“En el medio rural no necesitamos hoteles con encanto, necesitamos ganaderos para fijar población y currar el campo, y la única forma de revertir esta situación es que en las escuelas se haga aflorar la vocación de los niños que quieran ser ganaderos”, indica Anabitarte en relación al “problema existente” de que los maestros “quiten de la cabeza” la idea de la ganadería a los niños. Así todo, el secretario general del sindicato ganadero asevera que la cuestión va más allá ya que, hasta los jóvenes que quieren entrar en la profesión de forma decidida, no lo tendrán nada fácil para lanzar su negocio.

Sobre el futuro del campo, Charo Arredondo considera que el modelo extensivo “va a prevalecer”, al igual que la ganadería más familiar y autónoma: “Ahora con la crisis que tenemos habrá que potenciar más lo nuestro. Creo que habrá una regresión porque ya estamos tocando techo. Tendremos que ir para atrás y aprender a vivir de otra manera”, señala la ganadera. Rebanal comparte la visión de su compañera y cree que la clave está en convencer a la gente de que, no solo hay que volver a lo de antes, sino mejorarlo “con los medios que tenemos actualmente”: “Ahora, con la tecnología se puede hacer todo incluso mejor. Hacia ahí es donde tenemos que mirar”, concluye.