La coordinadora de Alimentación de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), Gemma Trigueros, ha asegurado este miércoles en Santander que le parece “más preocupante la nanotecnología” que los alimentos transgénicos (Organismos Genéticamente Modificados) porque “ni siquiera tiene controles”.
Así, ha recordado que las nanopartículas, “muy presentes” en aditivos, “no se pueden usar” aunque sí se hace, por ejemplo, con la plata como colorante. Sin embargo, ha precisado que el uso de la nanotecnología en el sector agroalimentario “apenas” supone un “problema” para un tres por ciento de los ciudadanos.
Así lo ha señalado en su intervención en el encuentro 'Seguridad alimentaria y sostenibilidad: una bioeconomía para el siglo XXI' en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).
Trigueros considera necesario que haya “cambios legislativos” y de “mentalidad” a favor de la reutilización de los alimentos en el avance hacia una “economía circular”, así como “sacrificar” parte de la seguridad alimentaria. “Igual se nos ha ido un poco la mano”, ha admitido.
Del mismo modo, aboga por “contar sin medias verdades” la realidad del sector agroalimentario a los ciudadanos o mejorar la investigación porque “falta” investigación para conseguir un aprovechamiento de los residuos. Igualmente, opina que “no hay una fórmula mágica” para el “problema global” que supone la seguridad alimentaria y que no haya falta de alimentos en el mundo.
En este sentido, ha asegurado que comer insectos, el uso de piscifactorías, la agricultura ecológica o comprar alimentos con “etiquetas sostenibles”, entre otras posibilidades, “no son soluciones” para que en el futuro haya esta seguridad alimentaria y alimentos “para todos”.
Entre otros motivos, eso se debe a que la agricultura ecológica “tiene un 75 ó un 80 por ciento menos de productividad” para el suelo y porque “es muy difícil evaluar si una compra es más sostenible” que otra.
A este respecto, ha incidido en que “no existe control” en el etiquetado ecológico, “no hay nadie que controle el origen” de los productos y que tampoco hay etiquetado que concrete los distintos “grados de sostenibilidad”.
SE HAN DICHO “AUTÉNTICAS SALVAJADAS” CONTRA LOS TRANSGÉNICOS
Por su parte, la directora de la Fundación ANTAMA, Soledad de Juan, ha reivindicado que “no existe rechazo a los transgénicos” por parte de los ganaderos o los agricultores, que en el sur de España “piden a gritos algodón transgénico” así como por los consumidores cuando compran “huevos, leche o pechuga de pollo”.
De esta forma, De Juan ha denunciado que los grupos antitransgénicos han dicho “auténticas salvajadas” y “barbaridades” contra los OGM y que eso ha provocado el “rechazo” inicial de la sociedad europea.
Por este motivo, ha lamentado que aunque con el tiempo “se han perdido” los argumentos antitransgénicos, también “se ha perdido el tren” de la biotecnología y la Unión Europea “da palos de ciego” y continúa fomentando la agricultura ecológica con más recursos que para los transgénicos.
Del mismo modo, ha criticado que los alimentos transgénicos se usen como “arma electoral” --“pediría que no haya decisiones políticas que frenen la innovación tecnológica por tonterías”, ha advertido-- y “no hay rigor científico”, y pide que haya un lenguaje “cercano y directo” para explicarlos porque “no ha habido ningún caso” problemático con este tipo de productos.
Finalmente, ha lamentado que el agricultor europeo “está en clara desventaja” con terceros competidores que tienen bajos costes de producción debido al uso de la biotecnología. La directora de la Fundación ANTAMA ha asegurado que los ciudadanos tienen una imagen “idealizada” del sector agroalimentario, cuya situación es “complicada”.
Esto se debe, en su opinión, a mensajes que anuncian productos “artesanales” o “de la abuela” o de una vaca ordeñada a mano por un ganadero “sentado en un taburete”, cuando el sector está industrializado y “la semilla transgénica ya tiene beneficios”, como un “menos consumo de agua y de gasoil”.