Joaquín Climent (Valencia, 1958) lleva prácticamente toda la vida dedicando su tiempo a la interpretación. Como él mismo cuenta, cuando se arrancó en este mundo lo hizo con la idea de ser actor de teatro, aunque los gajes de la vida y los propios cambios que se han ido desarrollando a la hora de consumir la cultura han provocado que haya tocado todos los palos posibles dentro de su profesión. El intérprete, que habla abiertamente de la precariedad de su sector, cree que a pesar de que muchas veces solo se ve el brillo y el lujo, la interpretación lleva consigo “desiertos”, y épocas realmente complicadas en las que no sale ningún trabajo. Precisamente por esta valentía que demuestran quienes se quieren dedicar a este mundo, Climent considera que hay un cierto “miedo” por parte de algunos sectores que les “estigmatizan”: “Los actores hemos vivido de una manera diferente, hemos sido más libres y al considerarnos distintos, eso ya nos hace peligrosos”, asegura.
Ahora, además de estar inmerso en el rodaje de 'La Promesa', una serie de TVE, está llevando por cada rincón de España 'El Cuidador', una representación de 1959 de Harold Pinter, heredero de Beckett, y marcada por teatro del absurdo característico de la época. El 18 de febrero será el turno de Torrelavega, donde actuará junto a Juan Díaz y Álex Barahona en el Teatro Municipal Concha Espina. Allí volverán a demostrar que pese a vivir en una época rápida en la que la acción es el eje principal, sigue habiendo tiempo para la espera y la escucha para esa cultura más sosegada que no envejece pese a los años.
‘El Cuidador’ es una obra de teatro que habla de los personajes en sí por encima de los acontecimientos que les ocurren. ¿Es un momento complicado para que las masas se interesen por esa cultura más pausada y reflexiva?
No acompañan los tiempos porque se ha creado una dinámica en la que la espera y la escucha son casi un impedimento. La gente no presta tanta atención y tampoco se concede ese tiempo para prestar atención a las cosas. Todo corre muy deprisa, no se profundiza… Pero lo que tengo constatado es que en esta función, que no es fácil de escuchar porque no tiene una lógica interna del todo fácil, la gente escucha y hay un silencio que se agradece mucho.
Además, la obra está escrita en 1959 pero tiene un argumento que se puede trasladar fácilmente a la actualidad. ¿Hoy en día es más difícil crear algo que perdure en el tiempo?
Todo está inventado, ¿no? Es algo que se dice, y es así. Los clásicos existen y existen desde hace tantos siglos y se repiten porque recogen la esencia de lo que somos, y esto no deja de ser un clásico contemporáneo. Normalmente se revisitan los clásicos y se reinterpretan pero crear es muy difícil. Lo que sí creo es que deberíamos estar más abiertos a que nos sucedan cosas nuevas que perduren para cambiar un poquito las maneras de verlo todo, aunque soy consciente de que abrir camino siempre es más difícil.
También se podría decir que ‘El Cuidador’ trata de ahondar en la humanidad de sus protagonistas. En su caso, ¿es de los que piensa que vivimos en una sociedad cada vez más individualista?
Hablando de números grandes de personas, sí somos individualistas. Si tratamos en pequeño e interactuamos entre nosotros con los inmediatos, el individualismo se reduce. En esta globalización, en este mundo donde tenemos todo tipo de aparatos para conectarnos, todo nos lleva a que estemos muy pendientes de generalidades y muy poco de las particularidades. Y creo que este modelo, por desgracia, no es mejor porque tenemos muchas herramientas pero no las utilizamos del todo bien.
Ha trabajado en cine, televisión y teatro, ¿este último es el terreno más fiel para un actor?
Es el terreno que tú controlas en todo su recorrido. No en la preparación ni en los ensayos porque ahí hay un director y otros actores que crean un lenguaje común, pero cuando ya has descifrado la obra es cuando entras en el terreno de la representación, y ahí es el actor frente al peligro. Somos nosotros los que controlamos todo y ahí toda la responsabilidad recae sobre nuestros hombros. Esa es la diferencia, que en el teatro eres tú el que controla y en otros medios eres un elemento que pone todo de su parte pero que va en función de lo que quieran hacer con lo que tú haces.
¿Pero el teatro es, quizá, lo más valorado para los actores?
Entre nosotros sí que hablamos de que si haces teatro eres más actor. Es algo que se dice pero tampoco sé por qué y, de hecho, yo no creo que sea así. Lo que sí es cierto es que tocas algo que es más esencial y que te exige más, aunque hay actores de otras disciplinas que se preparan los personajes de una forma alucinante. Lo que sí es cierto es que en el teatro nos reconocemos un poco entre nosotros porque hay un código más interno y más propio. Cuando empecé, si querías ser actor, te hacías actor de teatro porque había muy poca televisión y muy poco cine. Entonces, cuando decidías ser actor siempre pensabas en el teatro porque no había otra y tu ilusión y tu meta era vivir de esto. Pero ahora todo es diferente y el audiovisual se ha impuesto mientras el teatro ha dejado de tener ese primer lugar... Los motivos son muchos, pero uno de ellos es que vivir del teatro ahora es muy difícil porque se hacen menos giras. Antes ibas a una plaza a Madrid donde podías tirarte meses, ahora eso ya no ocurre. En el otro lado, si consigues trabajar en el audiovisual estarás mejor pagado, que es algo que también hay que mirar porque el paro en esta profesión es endémico y tiene unas cifras espeluznantes.
Se habla muy poco de esa precariedad en la interpretación.
Absolutamente. Antes o después sabes que esta profesión te va a hacer pasar por desiertos y, con suerte, los desiertos son más o menos largos. En mi caso, cruzo los dedos porque he tenido una suerte grande y he podido tener una cierta continuidad pero, aun teniendo una continuidad, he tenido baches como hemos tenido todos. Pero la precariedad es grande, y desde fuera igual se idealiza un poco este mundo y parece que hay mucho brillo. Pero creo que hay mucha más vocación que brillo porque dedicarte a la interpretación es un acto de voluntad muy fuerte. Nunca puedes esperar tener continuidad en el trabajo. Si te ocurre será por añadidura, pero no lo esperes.
Me contaba Lola Herrera hace unas semanas que algunas veces había tenido que hacer trabajos que no le gustaban porque tenía que pagar facturas.
Nos dicen artistas, y somos artistas, pero esto es un oficio y es un trabajo al que te dedicas y con el que pretendes vivir. Eres un individuo más de esta sociedad donde tienes que enfrentarte a las mismas cosas que cualquiera, solo que dedicándose a otra cosa. Creo que hay una parte, que es la visual en la que el mejor ejemplo es la alfombra roja. Ahí hay brillo y lujo y todo parece increíble, pero la realidad es que la mayoría de las veces ni los vestidos son de quien los lleva. Esa es la otra parte, la que tenemos que vivir de puertas para adentro, y aunque no se oculta, creo que la gente no lo contempla y se queda con ese brillo.
La obra también trata las dificultades que los personajes tienen para entenderse, algo que me recuerda mucho al clima que, como sociedad, llevamos respirando desde hace varios años. Cree que, sobre todo, a nivel político, ¿no nos entendemos o no nos queremos entender?
Hay una sordera elegida y conducida también. Una de las funciones del teatro es mostrar realidades para que uno se haga su composición sin que nadie le imponga nada. Aporta madurez para tener un espíritu crítico y así poder opinar libremente. No estar afiliado a nada aunque tu tendencia sea la que sea, pero por lo menos escuchar primero. Todo está bastante polarizado y hay gente que elige pensar una cosa, elige que algo es así y aunque le demuestren que es lo contrario busca la forma de seguir defendiéndolo. El mejor ejemplo de esto último lo vemos cuando alguien trata de burlarse al quedarse sin argumentos, o cuando agrede, y no me refiero a físicamente, para que nadie le demuestre la verdad porque prefiere seguir pensando como quiere. Hay cierto hooliganismo, aunque luego en la calle hay muchísimo menos de lo que está aparentemente. Pero hay personas que se dedican a crear un clima malísimo.
Cuando escoge interpretar una película, una obra o una serie, ¿analiza si va acorde a sus principios o lo que quiere expresar?
Pues a ver, si a ti te contratan para algo que tiene un fin determinado ideológicamente hablando, es un compromiso que tú adquieres y, en mi caso, si lo hago tiene que ir en consonancia con mi forma de pensar. Luego, con los personajes tienes que defender una historia, y si la historia que te toca defender está en contra de tus principios, puede que incluso te apetezca hacerlo porque es algo que tú no eres y que te va a permitir tocar unas teclas que si no fuese por esto, no tocarías nunca. Ahí te permites jugar a ello sabiendo que tú no eres lo que estás interpretando y es muy interesante, pero todo dentro de un contexto porque yo puedo ser el malo de algo y eso no significa que sea malo.... Ahora, otra cosa es que me llame no sé quien para hacer algo que tenga esa orientación ideológica. Pues ahí ya me lo pienso, evidentemente, y no hago cualquier cosa.
¿Ve necesario que el artista se implique social y políticamente?
Es una opción personal y no puedo juzgar a nadie que lo haga o lo deje de hacer. Sí que creo que a veces se agradece que en casos concretos haya personas que se hagan eco, claro, pero portavoces tampoco lo veo claro. No creo que nadie tenga que ser abanderado de nada porque sea actor pero si eres una persona comprometida y crees en una causa, estás en tu derecho aunque es verdad que puedes correr el riesgo de que cuando alguien que te tiene que contratar piense diferente a ti y te rechace. Pero volviendo a la pregunta, creo que no hay que obligar a nadie a nada y que cada uno se implique lo que quiera.
¿Por qué cree que desde ciertas ideologías hay cierto orgullo en desprestigiar la cultura?
Es un mal que padecemos en este país más que en ningún otro de nuestro entorno porque fuera de aquí la cultura se considera un bien común. Mientras tanto, aquí se siguen utilizando expresiones como “esconded las gallinas que vienen los cómicos”, u otras tradiciones como que a los cómicos no se les entierre en terreno sagrado. Se ha entendido durante mucho tiempo que la cultura es enemiga y que quiere robarle algo a alguien, y para nada. Lo que pretende la cultura es despertar conciencias, que la gente tenga su propia opinión y que pueda decidir cómo son las cosas. Pero por circunstancias históricas que han ocurrido en este país, hay una parte de la política que no quiere que esto exista porque va a tener a alguien que él ve como un enemigo diciéndole que no lo está haciendo tan bien. Es algo que me pesa porque en otro países se entiende que la riqueza no está reñida con la cultura, e incluso hay lugares donde la propia burguesía ha fomentado la cultura pero aquí no. En España se ha instaurado la idea de que esa gente que tiene más posibilidades tiene que ir en contra de la cultura.
Da la sensación de que se ha asociado a una profesión entera con una ideología.
Sí, se nos ha estigmatizado bastante en ese sentido. Creo que fue desde la revuelta de los actores en el año 197 cuando se empezó a temer al actor porque, probablemente, fuese el más libre dentro de esas sociedades más cerradas. Los actores hemos vivido de una manera diferente, hemos sido más libres en un sentido, y al considerarnos distintos- aunque realmente no lo seamos como decíamos antes- y al asumir que nos vamos a dedicar a algo que es inestable pero que es vocacional y lo queremos hacer por encima de todo, eso ya nos hace peligrosos. Al ser libre te miran diferente. Te pueden bailar el agua pero luego si levantas la mano ya te ponen de que estás quejándote otra vez. Pero yo hablo desde la libertad, tengo años y ya no tengo ganas de callar o de aguantar según qué cosas.