La lucha contra los 'gigantes' de Marisol y Manolo, el matrimonio que se resiste a que su pueblo se llene de molinos

Manolo García Alonso contesta a la llamada de elDiario.es con cierta alegría porque, como repite en varias ocasiones, necesitan “un altavoz” que cuente su versión de la historia porque les está costando mucho que se les escuche: “Ellos son los gigantes, y nosotros cuatro gatos”, señala. A pesar de que la conversación con este periódico se iba a dar en su propia casa de San Miguel de Aguayo, un pequeño municipio de Cantabria de 154 habitantes, el mal tiempo sumado a la nieve acumulada han provocado que sea preferible realizar la entrevista telefónicamente.

Profesor de instituto jubilado, se nota que lleva toda su vida expresándose en público porque lo hace de una forma extraordinariamente sencilla. Su mujer, Marisol Bustamante Montero, prefiere quedarse en un segundo plano, aunque comparte los argumentos de su esposo incluso con más vehemencia que él debido a la parte emocional que le une a esta casa que ha pertenecido a su familia durante “muchas, muchas generaciones”.

A pesar de que la vida de ambos ha transcurrido entre San Miguel de Aguayo y Santander durante muchos años, el primero de estos lugares siempre tuvo un espacio preferente, y es que allí pasaban junto a su hija los fines de semana, las vacaciones e incluso épocas en las que se aburrían de la capital cántabra. Pero hace seis años Manolo se jubiló y tal y como ya habían meditado durante años, ese sería su lugar de retiro. Lo que no esperaban al instalarse era que al poco tiempo, las energías renovables que tanto habían defendido -y continúan defendiendo-, se iban a poner en su contra.

En su contra y en la del resto de habitantes del municipio, ya que hay unanimidad en lo que se refiere a los 14 polígonos eólicos que se proyectaron en un principio en esta localidad o colindando con ella. Así, este valle del interior de Cantabria llevará, si todo sigue su curso, el colector de todos los aerogeneradores que se situarán por el entorno: “Todo lo que se proyectaba al sur de la comunidad tenía que afectar al pueblo de alguna manera porque todos iban a la subestación eléctrica de Aguayo, que se está ampliando para conectar con la red eléctrica española”, explica.

Aun así, Manolo prefiere no caer en “victimismos” y recalca que la situación de esta localidad es muy similar en otros municipios como Valderredible, Campoo de Yuso o Valdeolea: “Afecta a toda la comarca, realmente. La diferencia es que casi todas las líneas de evacuación tienen que pasar por aquí”, explica.

“Alguien ha decidido que nosotros seamos una zona de sacrificio”

Precisamente, durante los días previos a esta entrevista, la Administración fue emitiendo informes favorables o desfavorables respecto a la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) y algunos de los 14 proyectos que tocaban a Aguayo han ido cayendo. Este no ha sido el caso de El Escudo, el parque más avanzado en cuanto a su tramitación, pero tampoco de Campo Alto-Costana, ni de Cuesta Mayor, dos parques que se encuentran aproximadamente a un kilómetro y medio de la casa de Marisol y Manolo.

“Los vamos a tener enfrente. Uno al sur y otro al suroeste. Todos tienen más de 100 metros de altura porque con el giro del aspa llegan hasta los 160 metros o incluso hasta los 180, así que los veremos perfectamente, pero la cuestión va más allá del impacto visual. Es que cuando sople el viento sur o cuando haya niebla, las ondas acústicas llegarán mucho más lejos”, argumenta para posteriormente explicar que el sonido que emiten estos molinos es “como un zumbido constante”.

Más allá de eso, Manolo también habla del “efecto discoteca” que se produce al mantener iluminados los aerogeneradores durante toda la noche. “El contraste es alucinante porque pasamos de no escuchar absolutamente nada y no tener contaminación lumínica, a esto”, asevera. Asimismo, hay una cuestión en la que este docente cántabro pone el foco de manera insistente, y es la despoblación.

A su parecer, las administraciones han decidido “sacrificar” zonas como la suya porque son “pocos habitantes y pocos votos”, y opina que los polígonos jamás se construirían cerca de grandes urbes a pesar de que estos serán los principales perceptores de la energía que se produzca: “Hay zonas de consumo y zonas de sacrificio, y alguien ha decidido que nosotros, el sur de Cantabria, seamos una zona de sacrificio. Madrid, que es la autonomía que más energía eléctrica consume, no tiene ni un solo proyecto eólico en su territorio y eso que ellos ya tienen sus terrenos modificados por el crecimiento urbano. Da que pensar porque está sucediendo en todo el país y solo están yendo a las zonas despobladas”, relata.

También reitera que, “lógicamente” todos los vecinos están a favor de las energías limpias y que lo que no les gusta es el modelo de implantación agresiva que podría traer aún más parques que el de El Escudo, Campo Alto-Costana y Cuesta Mayor, ya que estos son los que, de momento, han superado la DIA pero aún quedan algunos a los que no se ha dado respuesta.

Esta semana el Gobierno de Cantabria dejó claro en rueda de prensa que, además de tener que contestar aún a varios informes, pueden presentarse nuevos proyectos y, de hecho, los consejeros de Industria y Medio Ambiente admitieron que es un escenario en el que confían: “Hay un apetito inversor por las energías renovables”, subrayaron. Y es que el Ejecutivo autonómico ha recibido en 2022 otros 12 proyectos que aún no han iniciado el primer trámite burocrático.  

No obstante, volviendo a este municipio, Manolo declara que a los habitantes de la zona no les importaría “sacrificar un terreno para poner paneles solares o dos aerogeneradores” siempre y cuando fuesen dirigidos al autoabastecimiento y no tuviesen mucho impacto en la biodiversidad “como estos macroparques”.

“Los pequeños pueblos afectados somos los dueños de los montes comunales, y estamos radicalmente en contra. Incluso el Ayuntamiento, que es del PSOE (partido que gobierna en coalición con el Partido Regionalista en Cantabria) se opone con contundencia”, expresa el exprofesor mientras se pregunta qué sentido tiene que aquellos que viven allí no tengan ninguna potestad sobre su territorio.

Este municipio también alberga la central hidroeléctrica de Aguayo, que se ampliará próximamente para pasar de generar 340 megavatios (MW) a 1.100 MW en un proyecto impulsado por Repsol. Sobre ello, Manolo considera que el pueblo “ya aporta bastante”: “Además de la central hidroeléctrica tenemos la autovía del agua, el túnel que conecta la cuenca del Besaya con la del Ebro, el bitrasvase, que provoca que tengamos los tubos de metro y medio de diámetro por la calle central del pueblo. Nos han dejado el río como un aliviadero y ahora quieren nuestro aire”, repasa con cierto derrotismo.

Una “hipoteca”

Sobre la posibilidad de que San Miguel de Aguayo termine deshabitado, este vecino prefiere no ser alarmista y antes hablar de que en un principio supondrá una “hipoteca”. Tal y como cuenta, el municipio gestiona sus propios recursos y además de la ganadería o el aprovechamiento de residuos de madera, se estaba empezando a apostar por el desarrollo turístico a partir de la restauración de elementos del patrimonio como cabañas o tejeras.

“Esto beneficia a las grandes empresas eléctricas y multinacionales mientras que para nosotros es una hipoteca porque nuestras fincas y nuestras casas van a perder valor. Por no hablar de los negocios... ¿Quién va a poner aquí una casa rural con esto al lado? Si la persona se va a poder ir a Liébana, donde va a tener vistas sin ruido y sin luces encendidas todas las noches”, asevera.

Por este motivo se muestra tan en contra de los cánones y de las promesas. Así, cuenta que estas explotaciones pueden dar trabajo a gente del pueblo mientras dura la obra, “pero después requieren de trabajadores especializados y aquí no hay técnicos”. Además, adelanta que las compensaciones económicas “no dejan de crecer”: “Empezaron ofreciéndonos en torno a 1.000 euros por aerogenerador, y aquí ya están ofreciendo por cada molino de la Sierra de El Escudo 24.000 euros. Lo que está claro es que traen la bolsa llena”, traslada.

Pero por ahora parece que todo apunta a que tanto los vecinos como el Ayuntamiento de San Miguel de Aguayo permanecerán firmes: “A pesar de que el dinero vendría bien, pero es que hay que echar cuentas y pensar en el futuro”. Y aunque ya lo venían haciendo desde hace tiempo, con el movimiento de las últimas semanas en lo que se refiere a las declaraciones de impacto ambiental, estos colectivos de vecinos volverán a la acción próximamente, centrándose en las movilizaciones, en las cuestiones que ya están en los juzgados y en mostrar a la población a la que este tema no afecta directamente esa otra cara de la energía eólica.

Respecto ellos mismos, Manolo y Marisol tienen claro “que aunque desde arriba creen que les pisarán fácilmente”, poseen “una gran resistencia vecinal que toca las entrañas”: “Nos mantendremos en la lucha porque nos queremos quedar aquí. Si nos vamos ahora les dejamos vía libre... No queremos negarnos a ese futuro que siempre nos habíamos planteado”, resaltan.