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Un tercio de los cántabros no puede irse de vacaciones ni una semana al año

El Parque de la Naturaleza de Cabárceno es una de las mayores atracciones turísticas de Cantabria.

Ainhoa Díez

1 de julio de 2022 13:51 h

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La última publicación de la Encuesta de Condiciones de Vida de Instituto Nacional de Estadística (INE) muestra exclusivamente la situación tras la crisis derivada de la pandemia. Los datos son provisionales y del año 2021, cuando no había comenzado aún la guerra de Ucrania o el aumento de la inflación. En la mayoría de aspectos se mantiene la tónica habitual: rentas altas en Euskadi, Navarra y Comunidad de Madrid frente a unas tasas de exclusión más presentes en los territorios del sur de España.

Los datos dibujan en Cantabria un panorama alentador, situándose por encima de la media nacional en ámbitos como la renta media por persona. Con todo, hay cifras llamativas, tal y como ocurre con que el 33,7% de la población no pueda irse de vacaciones, al menos, una semana al año.

La renta neta media por persona, por encima de la media nacional

El INE sitúa a Cantabria como la sexta comunidad con mayor renta neta media por persona con 12.848 euros, lo que la coloca por encima de la media nacional. Existen, por otro lado, diferencias según características personales, como la edad o el sexo. El grupo de edad más acaudalado, con rentas de alrededor de 14.000 euros, es el de los mayores de 65, que es también el que presenta una mayor diferencia entre hombres y mujeres: ellas cobrarían 897 euros menos. La menor brecha de género se concentra en la población de 45 a 64 años, incluso por debajo del grupo de 16 a 29 años que son, por cierto, los que menor renta disponen (10.000 euros).

En 2008 y 2009 la renta de Cantabria también era superior a la media nacional. La tendencia se invirtió, sin embargo, a partir de 2010, durante cuatro años en los que la renta media de los cántabros estaba por debajo de la media. Entre 2015 y 2018 se inició una etapa de alternancia en la que un año la superaba para volver a caer al siguiente, hasta llegar a 2019. Desde este año, no solo se ha situado por encima de la media nacional, sino que no ha dejado de crecer, a diferencia de la media nacional que en el último año ha bajado ligeramente.

Asimismo, el nivel de renta parece implicar una menor tasa de personas en riesgo de pobreza. Después de Navarra (9,8), Euskadi (12,2), Catalunya (14,8) y Madrid (15,2), Cantabria se sitúa como una de las que menores niveles de riesgo presenta (15,4). Y a pesar de que sigue siendo un problema considerable, cabe destacar que se ha reducido casi tres puntos desde 2020.

La misma tendencia se da en lo referente a la Tasa AROPE, que es un indicador establecido por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social que sirve para medir la pobreza, y es que a pesar de la subida que experimentó entre 2019 y 2020, en el último año se ha reducido casi tres puntos, hasta el 21,4%.

Quinta comunidad con más población que no puede comprar carne cada dos días

Cantabria es, además, la cuarta comunidad con menor porcentaje de personas en una situación de carencia material y social severa (5,3%). Por otro lado, si se analizan las principales dificultades económicas que presentan los hogares de la comunidad destacan una serie de datos. Para empezar, hay un porcentaje de población muy elevado que no puede permitirse ir de vacaciones al menos una semana al año (33,7%).

Además, Cantabria es la quinta comunidad con más porcentaje de población que no puede permitirse comer carne o pescado al menos cada dos días. Y para terminar, un 12,4% de los habitantes no se puede permitir mantener la vivienda a una temperatura adecuada, un porcentaje que se dobla si se habla de los gastos imprevistos, a los que no tienen capacidad de enfrentarse el 28,7% de los cántabros.

Para este último estudio, se ha actualizado la definición para la tasa de riesgo AROPE, que desde su creación en 2010 para medir la pobreza relativa en Europa tenía en cuenta únicamente los ingresos. Con la ampliación de criterios incluye personas en riesgo de pobreza, pero también con baja intensidad de empleo o con carencia material y social severa. Así, este se convierte en un criterio que trata de recoger las múltiples dimensiones que implica la exclusión social.

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