El Ayuntamiento de Santander reconoce que aún hay 15 calles en la ciudad que vulneran la Ley de Memoria Histórica al ser designadas con nombres de cargos o personajes relacionados con la dictadura franquista. Pero, ahora, la editorial La Vorágine acaba de publicar un libro, 'Caminar sobre lo innombrable', que aumenta ese listado a 30 calles y plazas, y denuncia el “maquillaje” de otras cuatro.
'Caminar sobre lo innombrable' es, según el colectivo santanderino que firma el libro, una alerta sobre el “déficit democrático” que contiene el callejero de la ciudad y de la comunidad autónoma. “Es grave que las propias instituciones de la democracia incumplan las leyes de la misma. El Ayuntamiento de Santander, de hecho, no cumple ni sus propios acuerdos plenarios”, alerta María Rivero Abascal, de La Vorágine, al recordar que calles como Alcázar de Toledo deberían haber cambiado de nombre tras un acuerdo de 2017 y, hoy, siete años después, siguen conteniendo uno de los nombres de los “mitos bélicos del franquismo”.
El libro hace un repaso por los incumplimientos legales, pero, ante todo, construye las 30 biografías de personajes clave en el ejercicio de la dictadura, desde los más significados Camilo Alonso Vega, Fidel Dávila Arrondo, Emilio Pino, Agustín Zancajo Osorio o Joaquín Reguero Sevilla, hasta los más “blanqueados”, como Manuel González Mesones, Dionisio Ridruejo, Teodoro Palacios, Tomas Soto Pidal o Pacho Cossío.
“Hay nombres que pueden resultar polémicos por la operación de ‘blanqueo’ realizada durante la transición a la democracia o por la ausencia de trabajos rigurosos al respecto”, insiste Rivero, quien advierte que 'Caminar sobre lo innombrable' “no es una investigación, sino una señal de alerta para animar a profundizar en estos perfiles innombrables”.
La Vorágine hace también un recuento de algunas calles en otros municipios de Cantabria en las que perduran nombres como General Mola, Jacobo Roldán o Carrero Blanco, así como parte del imaginario bélico sobre el que se sustentó el relato heróico del franquismo, desde Santa María de la Cabeza, a Alcázar de Toledo, Belchite o Alto de los Leones, entre otros.
Tal y como indica el investigador Miguel Ángel del Arco Blanco, el franquismo impuso a la sociedad un “no olvidar”. “Recordar. Mantener viva la cruzada en las sienes de los españoles. Esa fue la máxima de las ‘políticas de la memoria’ del franquismo”, critica. Ahora, La Vorágine llama a no olvidar, pero para lograr, como indica Toni Morant i Ariño, “poblar nuestros espacios públicos con nombres que no sean innombrables porque eso constituye un acto de emancipación democrática”.