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El navegante y aventurero santanderino Vital Alsar.

Javier Fernández Rubio

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El navegante cántabro Vital Alsar se subió en la noche de este pasado martes a su última barca. Él, que había cruzado el Atlántico y el Pacífico varias veces en cualquier objeto que flotase, se dejó llevar por Caronte desde su retiro de Acapulco al reino de Hades en donde ahora estará a buen seguro largando una buena parrafada con el noruego Thor Heyerdahl, aquel al que, cuando tenía 19 años, ya quiso emular cruzando el océano en una balsa.

Vital Alsar (Santander, 1933) ha muerto en México con 87 años de edad y cinco grandes expediciones transoceánicas a sus espaldas. Fue uno de tantos que dejó su ciudad natal con las manos en los bolsillos para buscarse la vida en Francia y Alemania, pero a diferencia de otros muchos volvió un buen día a la tierruca con tres galeones, lo que le empezó a encumbrar en la fama popular por su buena estrella y su amor por la aventura. No fue la primera ni la última vez en que el cántabro dejó con la boca abierta a vecinos y foráneos y, aunque medallas y reconocimientos tuvo, no tantos como debiera, nunca le faltó el calor popular que abarrotaba los muelles una y otra vez para recibir al navegante.

Tenía Vital un verbo prodigioso que lo convertía en la compañía ideal para pasar una noche en cubierta y, como todo aquel con dotes narrativas, era capaz de hacer embarcar a otros en aventuras descabelladas, aventuras a las que una persona en sus cabales no se comprometería ni por todo el oro del mundo. Era un indiano sin oro, un hombre con buena fortuna que había dedicado su vida a una pasión, que había naufragado y pasado sed tantas veces como triunfado, pero, rehén de su propio afán, una y otra vez había vuelto a juntar maderos y porfiar con el Gran Azul, el mayor desierto que circunda el planeta.

Toda obsesión tiene un punto de arranque y la de Vital Alsar arrancó en Marruecos, en donde prestaba servicio militar a finales de los años 40. Allí tuvo noticia de la proeza de otro fanático de la aventura, Thor Heyerdahl, quien en 1947 había cruzado el Pacífico en una balsa para demostrar que miles de años atrás era factible que hombres de un continente hubiera alcanzado otro. Sin embargo, no fue hasta que empezó a establecerse en Alemania cuando su obsesión alcanzó el punto de ebullición necesario como para recoger todos sus ahorros y marcharse a Canadá, en donde se juntó con Marc Modena y empezó a reconstruir el sueño de cruzar el mismo océano que el noruego, pero 20 años después.

La primera intentona data de 1966 y acabó en naufragio por culpa de un gusano que se alimenta de la madera, prácticamente el único material disponible (e imprescindible) a bordo. 'La Pacífica', que había partido de Ecuador y pretendía llegar a Australia se hundió por culpa del teredo cuando llevaba cumplidas 143 jornadas. Rescatado por un carguero, Vital Alsar no se arredró y ya planeaba a su vuelta un nuevo intento. Cuatro años después, volvió a atar troncos con cuerdas, colocar un chamizo encima, aprestar un rudimentario timón y volver a zarpar de Ecuador rumbo a Australia con un artefacto de nombre tautológico, 'La balsa', con la cual llegó a Moololaba, en Australia.

Con tres balsas repitió la hazaña. Fueron 179 días de navegación que completó con sus tripulaciones desde que zarparon de Guayaquil hasta que dieron con tierra australiana en Ballina. Fue la navegación más larga en balsas hecha hasta entonces y una prueba más de que el tráfico en la antigüedad era factible, aunque los rastros genéticos en la Polinesia apuntalen la teoría de un éxodo desde Asia, más que desde América.

Se imponía un cambio de rumbo en la aventura y, arrinconando la balsa, Vital Alsar se hizo constructor de galeones. Con tres de ellos bajó por el Amazonas en 1978 y no se detuvo hasta llegar a Santander tras cruzar el Atlántico.

Una réplica de la 'Santa María', la nave capitana de Colón, la hizo llamar 'Marigalante'. La construyó en el puerto mexicano de Veracruz, y la intención era llegar al puerto natal de Juan de la Cosa, Santoña, en Cantabria. La villa natal del piloto de Colón vio aparecer el buque en 1987, casi 500 años después de que descubriera América.

La última gran aventura del cántabro fue la expedición 'Zamná' a Grecia. Data de 2009-2010, relativamente tardía comparada con las experiencias con balsas y galeones, y con un discurso pacifista muy propio del Vital Alsar de los últimos años que ya dejó vislumbrar en la aventura de la 'Marigalante'. El mar, la navegación y la paz, los barcos como emisarios o mensajeros, los océanos como cordones umbilicales que conectan las civilizaciones fueron las ideas que presidieron sus últimas aventuras. Con 'Zamná', nombre de un dios maya y un gran trimarán diseñado por el propio aventurero, partió del puerto americano de Alvarado y alcanzó Atenas tras internarse en el Mediterráneo.

Con su barba y su cabellera blanca, no hacía falta preguntarle a Vital Alsar a qué se dedicaba. En su presencia, hacía falta esfuerzo de voluntad para no bajar la vista y confirmar que no llevaba pata de madera. Fue el último gran navegante, de corazón, apariencia y trayectoria, un gran capturador de voluntades, que igual hacía posible que le financiaran la construcción de un barco que acompañarlo a bordo de él, un hombre de paz, en definitiva, con una desmedida sed de vastos espacios marinos.

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