La Vorágine, la isla del espíritu crítico que cambió las dinámicas culturales en Santander, cumple 10 años

Tal vez tuvo que ser alguien de fuera de Santander quien diera con la tecla, pero hace una década Paco Gómez Nadal, murciano de nacimiento y santanderino de adopción, creó una isla, un refugio, al que llegaran todos aquellos que estaban huérfanos de referentes culturales y sociales. En un mes de abril de hace 10 años surgió así La Vorágine, La Vora, coloquialmente hablando -un espacio asociativo de la cultura critica, una editorial y una librería también, tanto monta monta tanto-, en una calle que no está en primera línea comercial de la capital de Cantabria, la calle Cisneros.

“No entiendo la vida personal sin un proyecto colectivo y, al llegar a Santander, creí que había espacio para un proceso muy transversal pero con líneas rojas. Es decir: en el que mucha gente encontrara su espacio pero que fuera una alternativa a una cultura santanderina con mucha oferta pero con pocas aristas”, asegura su principal impulsor, Paco Gómez Nadal.

Todos los que andaban dispersos han podido encontrar refugio, con un carácter abierto, transversal y deliberadamente empeñado en mantener una comunidad que va más allá del socio o el aliado, una tarea heroica, ya que la cultura en Santander está indefectiblemente ligada a los gestores políticos y las 'instituciones culturales' de referencia. No en vano, el lema para esta celebración es ‘No estamos solas’, que aúna la idea de comunidad y también una apelación feminista.

“Creo que La Vorágine es un espacio de cuidados donde mucha gente se siente segura y bien recibida -caracteriza Gómez Nadal-. Además, es un lugar en donde disentir o confrontar no está penalizado y eso, en este tiempo de trincheras, se agradece. Sí creo que mucha gente que no tenía un lugar de referencia ha encontrado un espacio en La Vorágine, pero también creo que 'La Vora' ha hecho un trabajo tremendo para involucrar, politizar y atraer a gente que estaba en otros registros”.

“Yo no diría que es una isla, ni un refugio, es un espacio donde se producen encuentros, un cruce de caminos. Si se quiere comparar con una isla, sería más bien el espacio entre las diferentes islas, incluyendo la isla propia”. Quien así habla es Emmanuel Gimeno, diseñador y responsable de la imagen de La Vorágine, otro de los miembros del colectivo.

Para él, este es un espacio por tener “muchas cosas políticamente claras, un espacio que no había en la ciudad, sin estar marcado por un partido político. Un espacio de debate necesario, bien cuidado, bonito, agradable y curioso. Un espacio con arte, eso es lo que me atrajo al principio, un sitio donde estar y poder cuidar de él. Posteriormente la seducción fue más por el colectivo que lo gestiona y cómo lo gestiona”.

Una década de siembra

La Vorágine lleva una década “sembrando” cultura crítica en Santander y en Cantabria y tejiendo redes con otros procesos que también están apostando por otras formas de vivir. Feminismos, LGTBi, ecologistas, anticapitalistas... ya es un referente para muchos colectivos cántabros que configuran este espacio como una singularidad que lo hermana con iniciativas similares en otras ciudades, como Traficantes de Sueños, en Madrid.

En estos 10 años, se han celebrado cientos de actos, con otras tantas intervenciones, tanto dentro como fuera del espacio de la calle Cisneros: ahí quedaron los ciclos poéticos de la Surada Poética, parada por la pandemia, por no hablar de la música, el documental y los libros que han generado ciclos.

Así, en apenas dos lustros, La Vorágine ha pasado de ser una pequeña librería asociativa con unos 2.000 títulos en sus anaqueles a un espacio donde se pueden encontrar hasta 12.000 títulos, ha realizado cerca de 1.400 eventos con la participación de 39.000 personas, y ha visto crecer su editorial independiente hasta contar con un fondo de medio centenar de títulos. El proceso, sin ánimo de lucro económico, es apoyado por algo más de un centenar de aliados y aliadas y por una decena de voluntarios.

Sin embargo, en este espacio interesan más los procesos que los proyectos concretos, procesos como el desarrollo de la propia librería o el de la construcción de comunidad. “El proceso del que, sin duda, estoy más satisfecho es el de construcción de comunidad. Un empeño desde el primer día y que nos ha dado todas las alegrías imaginables”, en palabras de Gómez Nadal.

Carmen Alquegui (Ampuero, 1981) pasaba, literalmente, por allí y se quedó. Ocurrió en los primeros compases del proyecto, cuando este echó a andar en su primer emplazamiento de la calle Cisneros (el actual cambió de local, pero no de acera ni de calle).

“Ocurrió por casualidad -recuerda-. Paseaba por Santander y me perdí. Entonces, di con un callejón extraño, puesto muy bonito, y decidí entrar. Con el nombre del lugar me di cuenta de qué se trataba porque en Bilbao, tiempo atrás, una indigenista me había hablado de La Vorágine, pero yo pensaba que no podía existir algo así en Santander. Y resultó que sí”, relata.

Alquegui no oculta el carácter transformador que hay detrás de La Vorágine: “La utopía es el camino. No vamos a llegar, pero caminamos para desmontar grietas, para cambiar lo peor del sistema”.

La utopía es el camino. No vamos a llegar, pero caminamos para desmontar grietas, para cambiar lo peor del sistema

“Es el mejor lugar del mundo para trabajar”. Quien así habla es María Rivero (Santander, 1981), librera, miembro del colectivo y una de las caras habituales en este espacio crítico en donde lleva trabajando cuatro años. Para ella, lo peor en este tiempo ha sido pandemia, en donde la librería tuvo que cerrar y, una vez reabierta, restringir afluencia. Lo mejor, no obstante, es mucho más variado y numeroso: los conciertos de Rojo Cancionero, la Surada Poética, el primer recitar del poeta Antonio Orihuela...

Hay una complicidad con el público, una cercanía que permite reconocerse en la gente que entra en la librería. Lo cuenta ella misma: “Los aliados no solo son los socios, sino aquellos que por entrar ya comparten una forma de pensar”.

Carolina Hernáiz, otro miembro del colectivo, comparte ese sentido de comunidad que tiene el espacio. Para ella, La Vora es “un lugar de encuentro y reencuentro, de rozamiento, de desaprendizaje para aprender de nuevo, de escucha crítica, de surada poética, de memoria compartida, de feminismos, de digna gente, de altavoz de los nadie, de tejido del común, de hermanas del otro lado del océano. Un proyecto político que va empujando hacia otra forma de ser y estar”.

Ella también recuerda sus inicios, que datan de 2013, “un año de movilización en las calles”. “En una asamblea oí hablar de La Vorágine -añade-. Cuando pasé por la librería me di cuenta de que allí pasaban cosas diferentes, que era un lugar distinto a lo que había conocido hasta ese momento y me dieron la oportunidad de coordinar, lo que más tarde fue 'Digna Gente'. Han sido diez años estupendos”.

Álvaro del Rincón se encarga de la programación de actividades. Recuerda que su incorporación fue temprana, en 2012, un año “de luchas, militancias, inquietudes... y ron” en el que coincidió con Paco Gómez Nadal. “Una tarde -rememora-, en su casa, dejando volar libres los anhelos, coincidimos en lo necesario que sería tener un espacio camuflado de librería en Santander. Y finalmente, ya en 2013, recibo una llamada de Paco para contarme que han decidido (él y su pareja, Pilar Chato) lanzarse a hacer realidad dicho espacio. No recuerdo la fecha exacta, pero en eso momento nace para mí La Vorágine”.

Diez años después, “se ha convertido en 'casa' para muchas gentes y pocas cosas resultan tan satisfactorias como comprobar ese sentimiento día a día de parte de una comunidad tan amplia”, agrega.

Se ha convertido en 'casa' para muchas gentes y pocas cosas resultan tan satisfactorias como comprobar ese sentimiento día a día de parte de una comunidad tan amplia

Felisa, Sello de Calidad

La Vorágine logró en 2021 el Sello de Calidad que concede la Asociación de Cámaras del Libro de España tras superar una auditoría. Este distintivo solo lo tienen un centenar de librerías en España. También los panelistas que conforman con sus valoraciones el epígrafe de Cantabria del Observatorio de la Cultura, están valorando su actividad como una de las más destacadas del panorama cultural. También, las actividad externas que coordinan como la Feria del Libro de Santander (Felisa).

Para este décimo aniversario se ha confeccionado una programación especial, que ya se ha iniciado este mes de enero. El primer ciclo se titula ‘No estamos solas’ y se compone con la presencia de pensadores, activistas y colectivos que “ayudan a entender esta década y aportan ideas para interpelarla”: Xavier Domènech, Patricia Manrique, Antonio Méndez Rubio, Marta Sanz y Carolina Meloni.

Todo para combatir la apatía y cambiar las cosas, pensando siempre en la parte más débil de la cadena social; máxime cuando impera “una extraña sensación de que las calles se han vaciado y los movimientos sociales han sufrido los embates de la Ley Mordaza, de la criminalización, del intento de institucionalización de los disensos, del agotamiento o, por supuesto, la pandemia y sus distancias sociales”, comentan desde La Vora.

Así, concluyen, “cada mes habrá una voz o un colectivo invitado a La Vorágine para generar diálogos horizontales y abiertos que muestren rutas para combatir el aislamiento o el desencanto ante los inmensos retos de nuestra época”. O en palabras de Paco Gomez Nadal, “cada día siento que recibo mucho más de lo que doy. Es un lujo poder desaprender y crecer en compañía de tanta gente poderosa”.